Ion Andoni del Amo
Sociólogo y concejal de EH Bildu en Durango (2013-2019)

Diez bases para el cambio

La experiencia de Durango ha demostrado que el cambio es posible, incluso en feudos que parecían imposibles.

En plena hegemonía institucional de PNV-PSE, algunas localidades parecen emprender otro camino. En algunos casos se trata de consolidación, como Orereta, que reedita un gobierno de EH Bildu y Elkarrekin Podemos; en otros, de cambio en feudos del PNV, como Galdakao o Durango. Vamos a trazar algunos apuntes sobre este último, que pueden dar claves para impulsar dinámicas de cambio en otros lugares.

Durante años se nos han dicho muchas cosas sobre Durango: que si carlista, burgués… Que el cambio era misión imposible. Los números, cierto, resultaban demoledores: en 2003, PNV-EA sumaban diez concejales, seguidos del PP con cuatro. La irrupción de Bildu en 2011 supuso un primer revulsivo, con seis concejales, mientras Aralar mantenía dos; la suma igualaba al PNV. En 2015, la constitución de EH Bildu, con siete concejales, y la irrupción con tres de la plataforma avalada por Podemos, Herriaren Eskubidea, abría el abanico de alianzas. La suma de ambos ha igualado en numerosas ocasiones al equipo de gobierno de PNV-PSE; el desempate del concejal del PP podéis suponer hacia dónde iba. En 2019, con ambas fuerzas subiendo en votos, el cuarto concejal conseguido por Elkarrekin Podemos – Herriaren Eskubidea – Independienteak ha posibilitado, después de cuarenta años, un gobierno de izquierdas en Durango. El cambio ha sido posible.

Los ocho últimos años, por tanto, han resultado decisivos. Y especialmente lo han sido las dinámicas desarrolladas esta última legislatura. Aquí van algunas claves:

La agenda social al centro: los temas que afectan a la vida cotidiana y la sostenibilidad del futuro, desde un simple paso de cebra, la movilidad, o los urinarios en la estación, hasta grandes temas estratégicos que cuestionan el modelo de ciudad, como la contaminación, atención sanitaria, o el proyecto de construcción de cinco torres de viviendas en los terrenos de la antigua estación. Sin olvidar nuestras líneas políticas e ideológicas clásicas, sino desde ellas, se nos ha visto hablar, y mucho, de otras cosas.

Asambleas de barrio. Especialmente en los más populares, en los que la sensación de abandono era manifiesta. Un contacto directo con las problemáticas, dando la cara. Y también una oportunidad para hacer propuestas, aún desde la oposición; incluso hemos llegado a complicados acuerdos con el equipo de gobierno para poder sacar algunas de ellas. A muchas de esas asambleas se ha acercado gente que hasta ahora nunca había tenido un contacto directo con EH Bildu.

Participación y actitud accesible y no partidista: filosofía y seña de identidad, no ya en las asambleas, sino con toda asociación y gentes que se nos han acercado.

Articulación abierta. Ya en 2015 superamos –no de forma fácil– las dinámicas de cuotas de partido entonces vigentes: el representante de Aralar, Dani Maeztu, encabezó la lista de la coalición. En estos cuatro años hemos funcionado así, anticipándonos también en la estructuración de EH Bildu como sujeto político propio y democrático.

Propuestas. Ir más allá de la crítica, y presentar propuestas propias y trabajadas, como una ordenanza de participación ciudadana, de Consejo de Educación, o de auzotaxi. Hemos sido, con diferencia, el grupo político que más ha presentado.

Auzolan. Para abrir los pasos de la antigua vía del tren, para pintar un paso de cebra, o para abrir y adecentar, por dos veces, un parque público que llevaba años cerrado, y que finalmente el gobierno municipal reabrió. También participando de las iniciativas de auzolan desarrolladas por las y los vecinos.

Apertura a nuevos sectores. De forma práctica, a través de las asambleas de barrio, u organizando charlas con la participación de personas de otras identidades políticas, como por ejemplo sobre pensiones con Miren Etxezarreta y Arcadi Oliveres. Y también de forma simbólica, a través de iniciativas de reconocimiento de la aportación de la inmigración española de décadas anteriores, o de sectores populares (las vendedoras callejeras de golosinas). Ello requiere también ampliar los referentes culturales y simbólicos del discurso, así como el propio lenguaje.

Marco de colaboración y confianza. EH Bildu y Herriaren Eskubidea hemos tratado de evitar un marco de competencia electoral, y construir espacios de confianza y colaboración. Evidentemente que no siempre es fácil, pero esa imagen de cooperación dota de credibilidad a la propuesta de cambio. Conseguir el cambio y mantenerlo es más posible cuando a todas las fuerzas implicadas nos va bien, actuando con mirada larga.

Construcción de un marco antagonista, que traslade la necesidad de cambio, vertebrado en torno a proyectos concretos emblemáticos. En Durango ha sido la construcción de las cinco torres en la estación, al que se contrapone un pulmón verde, cuestionando el modelo de ciudad y de participación popular. En Galdakao parece haber sido la línea del metro.

Momento populista. La última legislatura ha visto nacer numerosas plataformas populares: por la consulta sobre las torres, por la calidad del aire, por la atención de pediatría, por la vivienda para jóvenes, por la conservación de espacios verdes, feministas, por las pensiones, por el ocio infantil y juvenil… Hemos colaborado con todas. Más allá del problema concreto y la preocupación general por la vida y el bienestar, han manifestado un punto común: la falta de escucha del anterior gobierno municipal. Esta dinámica ha extendido la necesidad de cambio como algo popular, amplio, de la gente. Han generado un momento populista.

En suma, la experiencia de Durango (y de Galdakao) ha demostrado que el cambio es posible, incluso en feudos que parecían imposibles. Muchas de esas claves pueden ser exportables a otros lugares, especialmente a la sociología de Bizkaia. No estamos condenados irremediablemente a cuarenta años de PNV-PSE. Se puede cambiar, y hay que aspirar a ello, con ilusión, atrevimiento, y ambición.

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