Iñaki Urdanibia

EITB Maratoia. Dineros públicos, dineros privados

La campaña resulta agobiante y no lo digo por la abundante abundancia en anuncios, cánticos y demás (¡que también!) sino porque se crea un sentimiento de normalidad absoluta, como que tal vía para obtener fondos fuese el único camino, la senda más adecuada

Soy consciente de que tratando el tema del que me ocupo en estas líneas me meto en un pringoso charco, pero qué le vamos a hacer, no será el primero y seguramente tampoco el último. Diré más, para algunos lo que sigue caerá dentro de lo políticamente incorrecto, en el mal gusto o hasta en la falta de compasión, y , no lo negaré, caerá dentro de los límites del aire panfletario, pero es que en no pocas ocasiones la realidad se acerca al puro panfleto, o el acercamiento a ella conduce línea directa a tal género que por cierto, y a pesar del uso despectivo que se hace de él, ha dado certeros y brillantes textos y me vienen a la mente los nombres de Marx&Engels, Paul Lafargue o Bakunin...sin pasar lista.
    
Los llamados dineros públicos son recaudados por medio de los impuestos, de los ciudadanos, el empleo que los gobiernos, locales o generales, hagan de ellos depende de la jerarquía de prioridades y valores que establezcan quienes hayan de administrarlos. Así , si para los gobernantes es de una necesidad y una conveniencia ineludibles gastar grandes partidas de lo recaudado en grandes obras como, por ejemplo, metros, trenes de alta velocidad, superpuertos, incineradoras, o autovías por doquier, es obvio que las partidas que se dediquen a otros menesteres que en principio (y en final) parecen más necesarios y que responden al interés general como son los referidos a la sanidad, a la educación, a la promoción de viviendas al alcance de todos los bolsillos, aunque estos estén vacíos (las pomposas leyes quedan en mero papel mojado cuando hablan de ciertos derechos inalienables) quedarán obviamente mermados. A todo no puede llegar la administración, ésta no puede dar respuesta a todas las necesidades y exigencias...clamarán los gestores.
    
Es de ahí, en donde casan las llamadas a la solidaridad (¡gran palabra!, en especial cuando se usa de manera debida), a la colaboración, a apoyar el hombro y el bolsillo... requerimientos que irán acompañados de lindas coletillas acerca del carácter solidario de nuestros pueblo (¿por qué no se habla directamente de caridad?). Un caso realmente paradigmático –hay otros como el Banco de alimentos–  de lo que digo son los promovidos por tierra, mar y aire (con repetitivas pantallas) los EITB Maratoiak que otros años se han dedicado a conseguir fondos para la investigación de enfermedades raras, y este año está convocado, copla adaptada de Bob Marley, al covid-19.

En lo musical, el año anterior, creo recordar que, fue una magnífica canción de Itoiz que, de tanto repetirla, acabó siendo un agobio para los amantes del grupo de Mutriku, este año puede suceder lo mismo con la canción del jamaicano. Pues nada, la operación se pone en marcha repitiendo de manera machacona la copla, hasta el punto de que uno se sorprende cantándola en la ducha, aunque le incordie la campaña, bertsolaris, cantantes en solitario o en grupo, deportistas de todas las especialidades (pelota, fútbol, remo, baloncesto...), empleados de la propia EITB encabezados por los presentadores, coros de ikastolas, familias enteras, trabajadores de la sanidad... ¡todos a cantar y… a apoquinar! [la Fundación Vasca de Innovación e Investigación Sanitarias, que va a ser la entidad pública receptora  de las cantidades aportadas, muestran su contento por recibir el dinero que no reciben de los gobernantes].

Aquí no se salva ni dios, y a nadie de los que participa en la oleada le da por mostrar, aunque sea al bies o de manera tangencial, alguna pega o desacuerdo con que se haya de recurrir al bolsillo de los contribuyentes más allá de sus obligaciones fiscales, etc., cuando son quienes gestionan el dinero público quienes establecen unas prioridades frente a otros gastos.

Lo que ya suele ser el colmo del colmillo es el tiempo, televisado, a la contabilización de la marcha de lo recaudado, ambiente de txalos, topas, que me trae al recuerdo la cuestación que se organizaba en el colegio al que fui enviado, el de las tropas del padre Chaminade, con ocasión del Domund (Jornada Mundial de las Misiones); esos días en un amplio pasillo del colegio se instalaban unos tubos con apariencia de termómetros que representaban con distintos colores a cada una de las clases del cole, en los que se iba recogiendo lo recaudado por cada una de ellas: se sumaba a lo recogido con la hucha callejera (con formas de cabezas de  chinitos, negritos y otros -itos) por los alumnos convertidos en mendicantes, lo que llevaban los alumnos de su casa. La cosa, no obstante, no se dilucidaba (en lo que hace a la clase ganadora de dicha competición) hasta que llevaban la pela los alumnos de familias adineradas. Entonces el alborozo era grande ya que los termómetros pegaban un súbito subidón. La uve de victoria abundaba entre los ganadores, ya que ellos habían ayudado más a las misiones encargadas de llevar la buena nueva a los que no la poseían,
    
La campaña resulta agobiante y no lo digo por la abundante abundancia en anuncios, cánticos y demás (¡que también!) sino porque se crea un sentimiento de normalidad absoluta, como que tal vía para obtener fondos fuese el único camino, la senda más adecuada, ya que según repiten es la manera de participación directa de los ciudadanos en lo que hace a la búsqueda de solución a los problemas que les acucian, al ser problema de todos y a todos les puede tocar.
    
La llamada desde el ente público que todos sabemos por quién está dirigido , hasta el punto de que a veces, salvando las distancias, se asemeja al NO-DO, a ayudar a la administración a solucionar problemas a los que ella no alcanza, del mismo modo que toca la fibra sensible del personal elogiando el gesto de aplaudir a  los sanitarios, son velos que ocultan la política de recortes en ciertos sectores, de contrataciones limitadas, la falta de presupuestos dedicados a la investigación, etc., etc., etc.
    
Dos precisiones para concluir aun ampliando el foco, a temas afines, del tema tratado: por una parte, se ha solido decir que a quienes los necesitan no se les ha de entregar los peces sino enseñarles a pescar suministrándoles cañas, lo que no impide que también sea verdad que a quien se ve en estado de necesidad, de hambre, etc. le viene como anillo al dedo que se le solucione el problema que le acucia; por otra parte, diré que el efecto contagio es profundo y en este orden de cosas, y que se me permita recurrir a ejemplos personales, cada cual tiene sus pobres (yo los tengo) a los que cuando asoman a la puerta o cuando se ve a alguno en la calle les da algunos euros, de igual modo que no me privo de entregar algunos alimentos en las puertas de los establecimientos en los que realizo las compras o pagar a la cajera algún bono para tal efecto. Esto no quita para decir que es obligación de los poderes públicos atender a las necesidades de los ciudadanos, porque estos tienen el derecho a no morir de hambre, a tener una vivienda digna, a ser atendidos debidamente en lo que hace a su salud, a la educación de sus hijos, etc..

Y... eso sí, aunque amarga la verdad... ¡dicha queda, aunque resulte intempestiva!

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