Juan de Gaztelu

El día de la marmota

Esta semana hemos asistido a un capítulo de la historia latinoamericana ya repetido, que ha discurrido por idénticos derroteros que veces pasadas. Me estoy refiriendo al proceso electoral en Venezuela. Esa Venezuela que ya teníamos olvidada, pues la comunidad internacional occidental consideró que no era necesario hostigar informativamente ya que ante la falta de petróleo ruso podría convertirse en eventual aliada.

Esa alianza ha llegado a su fin esta semana. Tras las elecciones y el supuesto triunfo del Partido Socialista Unido de Venezuela, la maquinaria mediática ha desplegado sus diferentes resortes para poner en cuestión los resultados manifestados por la junta electoral –Consejo Nacional Electoral-. De este modo, tanto las cabeceras de los principales diarios, así como los más avezados analistas políticos, nuevamente están repitiendo viejos esquemas: las elecciones venezolanas han sido fraudulentas y ha existido pucherazo.

Yo, como la mayoría de esos tertulianos citados, no estoy en condiciones de corroborar tales afirmaciones, más si cabe cuando todavía no se han publicado la mayoría de las actas electorales ni se han pronunciado los observadores internacionales aceptados de mutuo acuerdo entre el gobierno de Maduro y la oposición en los encuentros de Barbados.

A pesar de ello, nos despertamos informativamente con el mismo titular y los mismos discursos de años pasados. Los oficialistas dicen que ellos han alcanzado la victoria, mientras la oposición asevera que ellos han sido los triunfadores. Después, cada medio informativo respalda la opinión que más le interesa o conviene.

Yo no estoy en disposición de tomar parte por ninguna de las opciones. Como nos enseñaron en la escuela de periodismo, es necesario recurrir a las fuentes primarias para poder realizar un análisis crítico de la realidad. Esa es la única manera de diferenciar entre información y opinión, entre objetividad y subjetividad. Respetemos pues los principios de la ciencia periodística y no nos arrojemos a los brazos de aquello que más nos conviene o que coincide con nuestras pretensiones políticas e ideológicas. Recomiendo esperar a ver qué dicen los y las observadoras internacionales, así como las actas de los diferentes distritos electorales.

Más mesura y menos apasionamiento, o ¿Debería decir posicionamiento?, que en los próximos días se aclarará la situación. ¿O acaso esto no interesa?

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