José Díaz
Licenciado con Honores en Política Internacional por la Universidad de Stirling (Reino Unido)

El Estado genocida de Israel y la legitimación de Hamás

El Estado genocida de Israel deja a su paso 40.774 civiles palestinos muertos (según el último recuento de Al Jazeera) tras haber reducido Gaza a escombros y cenizas. Entre las atrocidades masivas y genocidio perpetrado por la entidad sionista, cuya responsabilidad directa recae sobre el gobierno ultraderechista de Benjamin Netanyahu y su mano ejecutora, el Ministro de Defensa, Yoav Gallant, quisiera destacar a los más de 15.000 niños palestinos a quienes han segado la vida brutalmente sin piedad y sin compasión alguna. No quepa duda alguna que Netanyahu y Gallant, entre otros que conforman su gobierno, son auténticos criminales de guerra.

El pretexto del ataque de Hamas un 7 de octubre de 2023 no justifica de ningún modo esta atrocidad y mucho menos una respuesta militar israelí completamente desproporcionada de aniquilación total, sin atender al principio de «proporcionalidad» que exigen las leyes de la guerra para limitar la barbarie como se estipula claramente en los Convenios de Ginebra y sus Protocolos adicionales, además del Derecho Internacional Humanitario que ha brillado por su ausencia en esta brutal ofensiva contra el pueblo palestino en Gaza.

Estamos ante una entidad sionista cada vez más brutal, inhumana y con matices de una ideología pseudo apocalíptica y de proporciones bíblicas incitando al genocidio palestino. El gobierno de Netanyahu en ningún momento ha sido capaz de discernir entre civiles no combatientes (incluyendo mujeres y ñiños) y el fantasma de Hamas. Pero lo más grave de todo es que el gobierno de Netanyahu considera abiertamente que estos civiles no combatientes, incluyendo mujeres y niños, constituyen objetivos legítimos al vincularlos como extensión y base social de Hamas. Dicho esto, por definición, esto es un claro ejemplo de terrorismo de Estado por parte de Israel.

El apoyo armamentístico y político del imperialismo norteamericano a su enclave en Oriente Medio, es decir, Israel, en plena incursión militar en Gaza dice mucho de la catadura moral de Estados Unidos. Lo mismo va para otras potencias occidentales que no han tenido ni la más mínima decencia moral de condenar las atrocidades y el genocidio contra el pueblo palestino en Gaza. El silencio y la indiferencia de occidente constituye un guiño de complicidad. ¿Y qué decir de la traición de los países árabes a la causa palestina? Sobre todo, Egipto, Jordania y los países del Golfo, entre los cuáles cabe destacar a Arabia Saudí o Emiratos Árabes. Éstos han rendido pleitesía a la entidad sionista y la mayoría ha optado por mirar hacia el otro lado por salvaguardar sus intereses propios. No hay mayor traición y vergüenza en Oriente Medio, teniendo en cuenta que el conjunto de los países árabes podían haber evitado la masacre y el exterminio de sus hermanos palestinos a manos de Israel mediante una intervención amparada por el principio de la «Responsabilidad de Proteger» (R2P) en el marco de las Naciones Unidas y, por ende, en el marco del derecho internacional.

A excepción del valor y el coraje de los rebeldes Hutíes en Yemen y el Eje de Resistencia conformado principalmente por la República Islámica de Irán, Siria, Hezbolá, Hamas. El resto de los países árabes no han estado a la altura de las circunstancias y han preferido mantenerse al margen viendo desde su palco como Gaza ha sido literalmente borrada de la faz de la tierra y más de 40.000 palestinos han sido aniquilados a manos de las fuerzas israelíes. Unas fuerzas israelíes armadas de odio y sedientas de sangre jactándose de su barbarie de la forma más grotesca mediante un macabro espectáculo compartiendo videos virales en redes a modo de glorificación de la violencia y la muerte en pleno estado de euforia y éxtasis. Una escenificación de lo más retorcida y grotesca por parte de las fuerzas israelíes. Para el autor, una danza a la muerte reminiscente de la sinfonía la Danse Macabre de Saint-Saëns.

Ironías de la vida, quiénes fueron víctimas de un terrible holocausto y exterminio judío por los Nazis a mediados del siglo XX, acabaron por adoptar el rol de sus torturadores y ejecutores mediante el la ocupación de los territorios palestinos; mediante la segregación y el ostracismo étnico/religioso, fomentando el odio, haciendo práctica de la tortura y, finalmente, el exterminio del pueblo palestino. Y lo más grave, con total impunidad. Réquiem por el Derecho Internacional Humanitario en Gaza.

Bajo la brutal ocupación israelí desde la Nakba de 1948 (esa catástrofe en la que en torno a 700.000 palestinos tuvieron que huir siendo expulsados de lo que hoy es el Estado de Israel) el pueblo palestino hasta la fecha sigue desprovisto de un Estado propio y de derechos humanos fundamentales. El Estado de Israel jamás ha respetado las fronteras y delimitaciones terriroriales concedidas por las Naciones Unidas anteriores y posteriores a las de 1967. Por lo que el autor no se puede contener a la hora de caricaturizar a la entidad sionista como un monstruo grande que todo lo ha ido devorando a su paso. La triste realidad es que los palestinos viven entre el purgatorio legal y el infierno que viven a diario despojados, alienados y deshumanizados bajo la tiranía de un sionismo feroz y atroz ante la pasividad de la Comunidad Internacional. Resulta inconcebible que bajo la ocupación israelí, la vida de los niños palestinos carezcan de valor alguno y cuyas imágenes descarnadas y sangrientas así lo constatan. A la vista queda que la entidad sionista (que no el judaísmo per se) es epítome de la barbarie. Y quisiera matizar esta diferencia para desautorizar intelectualmente a los sádicos oportunistas que pretenden asociar semánticamente antisionismo con antiseministmo. El autor no va a entrar en su juego puesto que no es más que una estratagema política e ideológica absolutamente patética y deplorable. Por tanto, más de uno se puede ir guardando cualquier acusación de antisemitismo, además de la recurrente carta del holocausto de sies millones de judíos a manos del terror Nazi en los estremecedores campos de exterminio repartidos por toda Polonia: desde Chełmno, Bełżec, Sobibór, Treblinka, Majdanek, además de Auschwitz-Birkenau (la cual el autor condena enérgicamente). El autor no va a tolerar que se desvirtúe su análisis por una ignominiosa emboscada semántica.

Volviendo a Hamas, la carta fundacional del Movimiento de Resistencia Islámica se remonta al año 1988. Cuarenta años después de la Nakba y de opresión del pueblo palestino. Cierto es que Hamas fue pieza clave en el sabotage de los Acuerdos de Oslo y el proceso de paz árabe-israelí escenificado por el entonces presidente Clinton, Yitzhak Rabin y Yasir Arafat en la ceremonia de firma del Acuerdo de Oslo, el 13 de septiembre de 1993. El colapsó de los Acuerdos de Oslo entre 1996 y el 2000 benefició principalmente al Estado de Israel y al Partido Likud de Benjamin Netanyahu quiénes se oponían (y siguen oponiéndose) a la creación de un Estado Palestino. Hamas no solo competía por disputar la hegemonía de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) de Yasir Arafat; la razón de ser de Hamas era ponerle fin a la brutal ocupación del Estado de Israel y su existencia para recuperar Palestina en su totalidad sin concesiones políticas.

A lo largo de su trayectoria, Hamas ha emergido como movimiento de resistencia, un movimiento insurgente que ha empleado el terrorismo como estrategia de la violencia política. Dada la asimetría que existe entre Hamas y el Estado de Israel y los recursos de los que disponen las Fuerzas de Defensa de Israel, Mossad y Shin-Bet por cortesía de los Estados Unidos (sin entrar a valorar las armas nucleares que dispone el Estado de Israel); Hamas ha empleado el terrorismo suicida a modo rudimentario (pero de forma muy efectiva) al igual que el Estado de Israel emplea misiles guiados contra objetivos entre los que hay que mencionar edificios residenciales, escuelas y hospitales en territorio palestino bajo el pretexto de que Hamas se escuda en la población civil. El llamado terrorismo de Hamas se debe, en esencia, a una cuestión de asimetría. Si nos sinceramos, todas las guerras tienen elementos de terror contra la población. Por lo que el autor puede argumentar que toda guerra es terrorismo, pero con un presupuesto mucho mayor. Y para ser ecuánime, hay que reconocer que la violencia de estas proporciones es una espiral.

Es indiscutible que Hamas goza de un amplio apoyo entre su base social y el pueblo palestino. Así lo pudimos constatar cuando el brazo político de Hamas obtuvo una victoria aplastante en las elecciones parlamentarias de 2006, en la que por primera en la historia vez Hamas alcanzó el sorpasso a Al-Fatah encabezado por el veterano líder Mahmoud Abbas; en la que Hamas obtuvo 76 escaños frente a los 43 escaños de Al-Fatah. El entonces dirigente político de Hamas, Khaled Meshaal, se dispuso a formar gobierno. Sería incongruente no reconocer la legitimidad política de Hamas tras los resultados de unas elecciones en las que arrasó con una mayoría aplastante. Otra cosa muy distinta es el brazo militar de Hamas, aunque ambos se retroalimentan ideológicamente.

El autor se aventura a que se le aplique ley antiterrorista mediante la siguiente reflexión. Pero si el famoso Militar prusiano, Carl Von Clausewitz, frecuentemente citado por su definición de la guerra, como una continuación de la política mediante otros medios. Lo mismo se puede argumentar sobre el uso del terrorismo como estrategia de violencia política. Evidentemente, la gran distinción entre las dos es que la guerra está regulada por los Convenios de Ginebra y delimitada por los parámetros de las leyes internacionales de la guerra. Y aquí encontramos un matiz muy importante y no es otro que los civiles no combatientes no pueden ser bajo ningún concepto objetivos legítimos en una guerra − de lo contrario y por definición, esto sería terrorismo. ¿Pero qué distinción existe cuando el 90% de las víctimas mortales en los conflictos bélicos son civiles no combatientes? Podríamos argumentar que aquí la distinción entre guerra y terrorismo queda algo nublada. Sin olvidar que toda guerra produce cierta socialización del terror. No es apología, sino una crítica de la incoherencia y la incongruencia ontológica y epistemológica dada cierta interseccionalidad entre ambas. Otros recurrirán al argumento de que tan solo el Estado dispone del monopolio sobre el uso de la violencia.como principio fundamental del Estado moderno queda maravilloso sobre el papel y para los círculos académicos, pero la realidad es algo más compleja. ¿Qué se supone que deben de hacer los palestinos despojados, alienados, deshumanizados y condenados al ostracismo frente una ocupación ilegal y brutal? ¿Qué se supone que debe de hacer el pueblo palestino frente a la barbarie y al terrorismo de Estado que ejerce la entidad sionista? ¿Acaso deberían quedarse de brazos cruzados ante el horror y el trauma de ver cómo masacran deliberadamente a familias enteras y a su pueblo? ¿Acaso estamos en posición de pedirles a los palestinos que bajen la cabeza y sigan sometidos a sus torturadores y asesinos? ¿En qué mundo?

Esta última incursión en Gaza y las atrocidades masivas indiscriminadas contra la población civil palestina por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel no pueden y no deben quedar impunes. La Comunidad Internacional y la Ummah islámica en Oriente Medio ha sido ejemplarmente cobarde y pusilánime pudiendo haber intervenido dentro del marco del derecho internacional para haber evitado este genocidio. No recae en el autor perdonar a la Ummah islámica por traicionar la causa palestina, ni a aquellos países tan piadosos del islam que prefirieron mantenerse al margen como espectadores de la masacre de sus hermanos árabes, musulmanes y palestinos a manos del Estado de Israel. No han estado a la altura de las circunstancias y su cobardía y falta de solidaridad islámica ha sido vergonzosa y lamentable. Desde una perspectiva islámica, tanto el perdón como la vengaza le corresponde a Alá. Y así será. En especial, las élites y las monarquías corruptas de los Estados del Golfo tendrán que rendir cuentas cuando les llegue la hora. Y lo mismo va para el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, a pesar de sus palabras vacías y su falta de compromiso con el pueblo palestino. Qué fácil resulta emplear una retórica polítca ex post facto, aunque carezca de sentido.

Por primera vez en la historia, las atrocidades masivas perpetradas por la ofensiva militar del Estado de Israel contra el pueblo palestino, junto con la demolición de Gaza y el uso inhumano y deliberado de la hambruna como arma de guerra (cuyo fin no es otro que la del exterminio de la población palestina desplazada forzosamente de sus hogares) resta toda autoridad moral al Gobierno de Netanyahu y a la entidad sionista ante la Comunidad Internacional. De ahí el proceso iniciado por Sudáfrica contra el Estado de Israel el 29 de diciembre de 2023, requiriendo a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) la Aplicación de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio en la Franja de Gaza.

Si a estas alturas, el Estado Israelí se piensa que tras haber asesinado con un dron al líder político de Hamas, Ismail Haniyah, como estrategia antiterrorista de decapitación de la cúpula en Teherán el pasado 24 de julio de 2024, va a frenar o acabar con un movimiento social y político tan arraigado como es el caso de Hamas en los territorios palestinos, están muy equivocados. Lo único que ha conseguido a ciencia cierta el Estado genocida de Israel con su guerra sucia, ha sido contribuir a la mayor legitimación de Hamas, como movimiento de resistencia contra la ocupación israelí y, por tanto, contribuyendo a la mayor campaña de reclutamiento de Hamas en toda su historia.

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