Asier Larrea Oiartzun
Socio compromisario

El Sadar: el orden de los factores sí altera el producto

Hoy Muro Rojo ya no es el proyecto que aprobamos los socios. No lo es ni en la configuración del interior del estadio, que podría ser lo de menos, ni en su coste, que es lo de más. Una desviación presupuestaria que es muy significativa.

Quien se pasee estos días por la calle El Sadar observará que su fisionomía ya no es igual. Entre Universidades, pabellones deportivos de primer nivel y árboles en ebullición primaveral emerge, sobresaliente, el cada vez más reconocible perfil del «Muro Rojo». Cómodos accesos, nueva iluminación, megafonía y servicios nos permitirán disfrutar de la experiencia del fútbol de otra manera, potenciando El Sadar como uno de los estadios que dan carácter a La Liga.

El resultado final nos hará olvidar al viejo Estadio, aunque no podrá ocultar algunos aspectos nada ejemplares de un proyecto de reforma en el que la transparencia y la rendición de cuentas en tiempo y forma deberían ser aspectos esenciales; más aún si seguimos creyendo que somos un club de sus socios. Algo que nos recordaba recientemente nuestro presidente Luis Sabalza.

El asunto no es de hoy. De entrada, fue llamativo que el Colegio Vasco Navarro de Arquitectos (Coavna) rehusara incorporarse al jurado del concurso de ideas convocado por Osasuna. Llama la atención porque, en lo que el club definió como «proyecto abierto y participativo sin precedentes y único en el mundo del fútbol», ahí es nada, el Coavna vio un «proceso restrictivo y limitativo a la participación». Aquel pliego, de redacción express, en ningún momento tuvo como base un plan estratégico del Club –continúa en fase de elaboración– donde se expusieran las necesidades, reales y proyectadas de capacidad del estadio junto a su plan de explotación y retorno de la inversión. Algo para lo que, entre otras cosas, serán necesarios, como mínimo, 5.000 nuevos socios.

Esa cifra nuevos abonados es conocida desde hace más de un año, pero, de momento, seguimos a la espera de saber cómo se van a atraer nuevos fieles a El Sadar. Un objetivo que va más allá de lo económico –la LFP premia la asistencia a los estadios cuando reparte el dinero de las televisiones– puesto que por todos es sabido que con un 90% del aforo ocupado, El Sadar nos otorga una ventaja competitiva frente a nuestros rivales. En el nuevo estadio, los actuales 15.500 socios ocuparemos el 66% del aforo. No podemos permitirnos perder estas dos ventajas que el viejo El Sadar nos daba.

La constructora de «Muro Rojo» inició las obras en octubre. Dieciséis millones de euros, llave en mano y presupuesto cerrado ante notario, para entregarnos un nuevo campo de 24.481 espectadores. Transcurridos siete meses, el estadio tendrá casi mil asientos menos respecto al aprobado –reducción impuesta por normativa legal no contemplada en el proyecto– y el coste acumulado es de, aproximadamente, 19,2 millones de euros. Eso supone un incremento de coste por asiento del 25% respecto al presupuesto que los socios aprobamos en Asamblea.

La desviación presupuestaria se ha ido en asientos nuevos para todo el estadio (en los gráficos y videos que formaron parte de la votación de la propuesta ganadora el campo incluía dichos asientos), nuevos vestuarios, tribunas configuradas con una estructura diferente (similar a otros proyectos que concursaron) y reforma de la cubierta y vuelo de una Tribuna Alta que nos aseguran que sufre un deterioro que los expertos certifican que viene de lejos.
Hoy Muro Rojo ya no es el proyecto que aprobamos los socios. No lo es ni en la configuración del interior del estadio, que podría ser lo de menos, ni en su coste, que es lo de más. Una desviación presupuestaria que es muy significativa.

En todo caso, a la espera de que la pandemia remita, aguardamos con ilusión el momento de volver a encontrarnos en nuestra reformada casa después de invertir una importantísima cantidad de recursos en un activo que, recordemos, sigue sin ser propiedad del Club Atlético Osasuna.

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