José Ramón Díez Collado
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología

Elecciones, estrategias y vídeos

Cada vez que nos convocan a votar siento renovada la sana rebeldía ciudadana a causa de tantas agresiones a mis derechos y a los de todos, del exceso de provocación a los valores que la mayoría aspiramos (libertad de todo tipo, rechazo a los protocolos inútiles que se nos impone, etc.). Bien, dicho esto, ¿qué cabe comentar de inicio respecto a las elecciones del 26 de junio?

Para abordar el comentario, digo que suponen las segundas elecciones generales (Congreso de los Diputados y Senado) en poco más de seis meses y que en el camino que nos ha llevado a esta insólita situación electoral han surgido con exageración situaciones confusas por la artificialidad con la que se ha envuelto el ambiente. Aquí me refiero a la precampaña, sus estrategias y, en concreto, a uno de los vídeos aparecidos.

Es este el del PP (“Entre perros y gatos”), centrado en un silogismo nada original: la tan divulgada diferencia entre falderos domésticos. En él se previene (absurdo uso subliminal) al ciudadano (más bien al «faldero del poder») de que no tiene sentido en los próximos comicios optar por papeletas contrarias a las suyas (las de Rajoy); es un vídeo que intenta mostrar lo inefectivo de vetar al actual presidente del gobierno en funciones y su partido, tratando de llevar una campaña en positivo (así lo refleja, por ejemplo, “La Vanguardia”). Quien protagoniza el video dice que tiene 122 gatos porque está en contra de los perros, chisme que acaba con un mensaje más lioso que desenredado: «Hacer lo contrario no tiene sentido en tu vida real; tampoco a la hora de votar, piensa en lo que realmente es importante.» ¡Olé, olé y olé!, digo yo.

Parece que así (y con otros eslóganes igual de lenguaraces), el PP explica que su objetivo está en ocuparse de la España de siempre (en cuanto a patria, familia, educación…) y de la otra (¿?).

¿Qué pretende “Entre perros y gatos”? ¿A quiénes se invita con semejante rollo? Comparto opiniones como la de “El Confidencial” y entiendo que (acaso sagazmente) el motivo de Rajoy (prorrogar el atasco) se ha sostenido en una triple razón: seguir en el poder; vengarse de Pedro Sánchez y el PSOE por su negativa a la gran coalición; y salvar a su partido. Por lo demás, ¿qué intenta con ello?

Los comicios del 20 de diciembre destacaron por el auge de los nuevos partidos. Los próximos van a sobresalir por la aparición de «Unidos Podemos» y su previsible segunda posición en el Congreso de los Diputados, lo cual desplazará al PSOE al tercer puesto. El PP, con Rajoy a la cabeza, se mantendría en primer lugar y así volvería a insistir en la gran coalición.

Últimamente, con sus ademanes (movimientos de afecto, ceños, guiños…) quizás preparados, Rajoy ha adolecido de innegable incongruencia rayana con la duda e ineficacia, algo imposible para barnizar las sospechas acerca de su inquietud y afán de venganza contra Sánchez y quienes han pretendido moverle la silla; sin embargo, en este momento parece conformarse con la repetición de elecciones y que las urnas se manifiesten. ¿Cómo? Para él, seguramente, mejorando cualquier gobierno presidido por el dirigente socialista y no viéndose sometido a una investidura como la que rechazó en la que estuvo a punto de ser arrojado a los pies de los caballos de los demás partidos, algo así como ser despedido en el suelo de un Gobierno de izquierdas con el visto bueno de los nacionalistas. Aquel fracaso de Sánchez en el Congreso supuso lo que hoy en apariencia le está favoreciendo.

Desde enero, Rajoy se ha dedicado en poner a punto la maquinaria electoral de su partido, en tanto Sánchez, Iglesias y Rivera han perdido el tiempo con imaginarias negociaciones, firmas, fotos y ruedas de prensa, planes que al final no consiguieron más que reducir los votos pretendidos y paralizar aún más la situación tras el 20-D. En definitiva, Rajoy va a seguir con la gran coalición y, al mismo tiempo, «sin caer en la ansiedad y las ocurrencias de ellos», «salvándonos porque el PSOE no quiso ni hablar con nosotros», «librándonos porque Ciudadanos se decantó por Sánchez» y «el Gobierno de izquierdas no salió, afortunadamente para los españoles», sentencias del presidente en funciones, además de lo que ha sido para algunos comentaristas su principal carga de profundidad: Si el PP mejora su anterior resultado electoral y sigue en primer lugar, Sánchez puede que abandone el cargo y su «no es no» será corregido porque no tiene sentido una Europa donde el centro derecha y los socialdemócratas pactan frente al avance de los populistas de extrema derecha o extrema izquierda.

Entre unos y otros anda el juego.

Quienes hemos visto el vídeo del PP podemos hacernos cierta idea de lo angélicos, dulces y bonachones que son los gatos con su falla instintiva de destrozar y fragmentar; ¡pobres mininos! También, nos habremos horrorizado con los canes falderos por sus ingenuas y torpes uñas y sus enormes y violentas dentaduras. En fin…

En psicología conductual se dice que para mentir, engañar o enredar de forma inadvertida hay que ser inteligente. Mucha gente (políticos entre ella) se lo propone, pero, no pocos (sino en abundancia) son descubiertos, como ocurre frecuentemente; a veces porque se delata la mentira (algo socialmente de agradecer, a pesar de opiniones contrarias) y otras porque al tramposo le faltó inteligencia, y muchos valores más. Qué fácil resulta olvidarse de esto último y, en relación, no darse cuenta de lo simples que pueden llegar a ser quienes crean y dirigen las campañas electorales que plantean semejantes chistes. ¿Tan estúpidos nos consideran como para presentárnoslas así por las buenas?

Cualquier amama de antes hubiera podido decir:: «ai, ai ai, nolakoak diren!, hau usain txarra dauka.»

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