José Manuel Ferradás
Vecino de Errenteria

Entre Olivares y Errenteria haciendo camino para la convivencia

Reconocer el dolor del otro no nos hace más débiles, sino al contrario, mejores personas y nos permite mirarnos al espejo cada mañana sabiendo que no reflejamos aquello que decimos rechazar. No hay «renuncia» a ningún «principio» sino precisamente reencuentro con ellos.

Este pasado sábado tuvo lugar en Errenteria un acto de homenaje al policía Antonio Cedillo asesinado por ETA en 1982. El acto estuvo organizado por su familia y contó con el apoyo del Ayuntamiento de la localidad. 36 años después volvían a Euskadi María Dolores García, su viuda, y José Miguel Cedillo, su hijo, acompañados por otros familiares.

Quienes allí estuvimos nos fue difícil contener la lágrima ante los gestos y las palabras de Julen Mendoza (alcalde de Errenteria) y de José Miguel. Pero no quiero quedarme solo en lo emotivo del acto sino que quisiera destacar la importancia política que creo tiene lo que allí ocurrió.

No hay camino para una paz inclusiva sin reconocer el sufrimiento de las personas y no se puede cimentar una convivencia entre diferentes sino se dan actos como el de este pasado sábado. Las víctimas, todas las víctimas, tienen derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación sin que eso signifique igualar a los victimarios. La familia de Antonio Cedillo y el propio Antonio tuvieron el sábado la reparación emotiva que no fue posible durante todos los años transcurridos.

Estamos recomponiendo poco a poco el tejido social roto por años de violencia. Pasos que hace poco se nos hacían impensables se están dando y como bien señalaba José Miguel «quienes sigan enquistados en el pasado, tendrán que explicarlo». Era necesario el paso dado frente a las y los «nostálgicos» de uno y otro signo. Significativo ha sido el silencio de quienes en otras ocasiones hablan a voz alta.

El olivo traído de Olivares, pueblo natal de Antonio, fue plantado frente al roble centenario del Mugaritz. “Olivo contra el olvido” que señala en su poesía Jon Maia en el texto leído por Julen Mendoza. Olivo frente a roble, no como símbolo de enfrentamiento sino de encuentro. Símbolo que corresponde a las necesidades de unas víctimas y no a ningún acto de marketing político.

Lo ocurrido el sábado en Errenteria creo que tiene que ver con cuestiones vinculadas a las personas de José Miguel, al que me gustaría conocer, y de Julen Mendoza, al que conozco. Pero lo ocurrido hay que enmarcarlo la labor de años que se viene desarrollando en la Villa y que en buena medida viene recogido en el libro “Hacia una memoria compartida” que esta accesible en internet. El sábado se puso en valor el marco de lo local como espacio para favorecer el encuentro entre personas. Como marco para trabajar por una Euskadi tolerante y plural que hace de la convivencia una apuesta de futuro.

No sé si la experiencia de Errenteria es «exportable». Pero sí que lo que esta haciendo el Ayuntamiento de Errenteria es para «quitarse el sombrero». Desde el respeto escrupuloso a las víctimas, cuidándolas y escuchándolas. Sin vender «humo». Sin buscar réditos políticos. Reconociendo el dolor y el sufrimiento de todos y todas como elemento imprescindible para reconstruir tejido social roto durante años.

«Imaginación frente a certeza», despojándonos de prejuicios. Reconocer el dolor del otro no nos hace más débiles, sino al contrario, mejores personas y nos permite mirarnos al espejo cada mañana sabiendo que no reflejamos aquello que decimos rechazar. No hay «renuncia» a ningún «principio» sino precisamente reencuentro con ellos.

Olivares está geográficamente lejos de Errenteria. Desgraciadamente no era solo distancia geográfica lo que separaba a muchas personas de ambas localidades. Ojalá que el sábado 15 de septiembre haya contribuido a eliminar en personas de aquí y de allí estas segundas distancias. Solo por eso habría que felicitarnos de lo ocurrido y dar las gracias a María Dolores, a José Miguel y a Julen.

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