Imanol Osinaga Gil

«…es lo que hay…» y la estética repulsiva

El decoro de escaparate me dice que «…es lo que hay…» y ya puedo esperar a que el cosmos se mueva, que jugar a la realidad es demasiado arriesgado. No, no es lo que hay, es lo que queremos que haya.

La quema en público de un ejemplar del Código de Manu –textos fundacionales del sistema de castas que el hinduismo le atribuye– por parte del activista y político indio B.R. Ambedkar hacia el año 1925, despierta la lucha de los parias –habitantes primigenios invadidos por la raza aria que tanto gusta a las huestes de Adolf– contra el brahmanismo y el uso de su religión védica originaria. Pues el mito de que los seres humanos provienen de las diversas partes del cuerpo de Brahma determina que son las que definen a qué casta pertenece cada cual.
   
También el impío Sócrates, que nunca negó el poder de la manada, prefirió la dignidad de ser libre con su acto final, incluso ofreció argumentos a sus necios verdugos, que aunque al inicio votaron a su favor, luego ya prefirieron no alterar el decorado apolíneo y legar así el honor y el vacío a futuros Adonis. El de la Ática ya intuía que endiosar al humano no era tarea sustanciosa, más bien lo llevaba al «yo más que tú» y a ser más torpes de lo que eran los de Homero. Por su parte, el descarado y original Diógenes, y gran defensor de las energías renovables entre otras cosas, mandó a paseo a Alejandro Magno porque hacíale sombra a uno de sus proveedores de vida. La alternativa de Epicuro, indignado ante tanta insustancialidad, fariseísmo y manipulación del escaparate, consistió en currarse una casa de reposo en el extrarradio de Atenas aceptando a todo pichichi indignado, pues al parecer pretendía rescatar a los dioses de la religión. Al coherente Pirrón sus amigos lo tenían que salvar de su extremada naturalidad, ya que no elegía y se dejaba llevar, pues decía que en realidad nada podía saberse. Luego ya los ávidos de prudencia, al ver que el abismo saturábase de osamenta inocente, aceptaron la necesidad de elegir, pues no podía ser de otro modo según la justicia cósmica, en base a lo más aproximado y parecido a lo intuitivo y razonable.
   
Me pregunto, si no será que de los epiqueremas paradójicos del agudo y profundo Zenón de Elea, no confundir con el último fichaje brasileño del Barcelona, solamente aprehendieron que desde el Todo no existía ni movimiento, ni espacio, ni tiempo, y que por tanto, Aquiles no alcanzaría nunca a la tortuga. De esto deducen, pues, que tampoco existe la pluralidad, sustento cualitativo de la igualdad en la diferencia desde que se nace. De nuevo, frente a la pretensión platónica de uniformidad corporativa, que supone la quiebra de la libertad como «no dominación» y la emergencia de la libertad como «no interferencia», es decir, la libertad negativa liberal o el no ser obstaculizado por otros, sin dificultad alguna para aceptar como gobernante a cualquier déspota criminal mientras no interfiera en sus asuntos. Luego ya, se nos incita al movimiento circular frenético y compulsivo, que parece que nos siguen en todo momento, sin rumiar ni digerir, encantados de la inconsciencia de nuestros actos, que es como el circo se sostiene. Y soy tan libre y responsable de mis actos que tiendo a que me ponga el mercado y poco más. Solamente existo yo y el culpable es el otro mientras no se demuestre lo contrario: ¿¿¿yo responsable??? Jaja, me parto, ese de ahí que tiene pinta de mamarracho…
   
Al hilo del eleático, con el descubrimiento de los números irracionales (D) desde la inconmensurabilidad de la diagonal del cuadrado con sus lados, alteró también el pitagorismo primitivo, el de los catetos cuadrados… quienes creían poder expresar todos los entes en números enteros indivisibles. Quizás por esto también, ya que pudiera deducirse la desgraciada y trágica división entre los mortales de lo que por derecho natural divino era dado a sus dinastías elegidas, fue, según cuentan, torturado y despedazado ante el tirano Nearco no sin antes, aquel, morderle y quitarle un trozo de oreja a este, e incluso escupirle al tirano su propia lengua mordida para no hablar y delatar. Vamos, que el Todo y el Uno no necesitan voluntad, que son tan irresponsables e inviolables como el derecho a homicidio, de sucesión desde sangre abyecta, de pernada y de rapiña, de ciertos invertebrados huidizos.
   
Pero según el de la Stoa, el otro Zenón, el de Citio, la libertad consistía en aceptar el devenir o lo que la realidad ofrece: «…es lo que hay…», esto es, o que todos los caminos habían de conducir a Roma o de lo contrario el sufrimiento sería mayor, una especie de amenaza disimulada. Bueno pues, la sesuda hermenéutica contemporánea ya sugiere que la mayor parte de la realidad social la construimos nosotros y la menor la dejamos en manos de lo demás, pues ahí no se admiten imperativos categóricos humanos: la necesidad, la naturaleza, la fatalidad, el destino, Él, el Todo, el Uno y la Otra, el chus, la mari y el pepe… en fin, inefables e irresponsables…
   
Si Aristóteles veía justificado el esclavismo –posteriormente el estoico Catón el Censor ya dijo que los griegos eran vagos de cojones– y aunque al tiempo se instituyó la encomienda, occidente babeó tras la bula del papaíto Alejandro: legitima posesión de tierras encontradas res nullius. Aiiiba la hostia, que no me había coscau de que había alguien… bueno, pero no tienen alma, son salvajes, a diferencia de nosotros, criminales de cristo rey, ahora sin las cadenas, pues los evangelizamos, honroso fin, los colgamos si se oponen –ahí ya como que se les empieza a ir el puchero– y si presentan vestigios de alma los secuestramos y mercantilizamos para el norte, cual animal de carga. Dicen que la indigenía se engrandeció moralmente con la enseñanza de que no había que sacrificar por sus dioses, sino por los nuestros. Cojonudo, la moral de la reciprocidad devastada y ahora en versión «huevos revueltos al fordismo occidental bañados en aroma del septentrión».
   
 Al parecer, junto a los tres estados hipostáticos que Plotino irradió en comunión con el inefable, que luego se hizo la picha un lío porque tanta luz le cegó, en uno de ellos también se le apareció la virgen de la macarena bailando un aurresku contemporáneo, con una mala hostia del copón bendito, dedujo por tanto que estaba ovulando, y le aseguró que Lucifer se cernía sobre todo el orbe, que papi y el del cilicio entre las piernas estaban confundidos. Los análisis entrópicos de sistemas decadentes así lo corroboran, que la dramaturgia más avanzada se encuentra en lo político, escenario circense real del derecho subjetivo. Tanto es así que al ahogando con los pulmones encharcados se le dice que ahora vuelvo, que necesito un informe facultativo…, pero luego ya si ha lugar, lo reanimo… porque estamos faltos de ánimo claro, o lo remato con un chupito de polonio 14 estilo cirílico ortodoxo, que ya si eso, si tiene que disfrutar que sea en el más allá, que acá ya somos demasiados.
   
Sirva como ejemplo de mejora continua, la tienda de chuches de mi pueblo, que invierte más en I+D+i que Ibiza en psicodelia. ¡Qué disposición psico-estratégica de la mercancía, qué olor y colorido, qué alarde de variedad, de sabores y texturas… por Maimónides!
   
El decoro de escaparate me dice que «…es lo que hay…» y ya puedo esperar a que el cosmos se mueva, que jugar a la realidad es demasiado arriesgado. No, no es lo que hay, es lo que queremos que haya. Que Lur gire como lo hace, cuando lo hace y cuanto lo hace sí que «…es lo que hay…» por ahora, claro, que no hasta cuando lo hace.
   
Dejen de mordernos los genitales ya, dejen de expoliar el entorno ya, deroguen sus escandalosas pensiones vitalicias, que ya tienen suficiente con los portones mágicos rotatorios de doraemon. Supriman sus escandalosas dietas para que la demos pueda cobrar un plus de penosidad por la gestión de sus políticas… ob caenum, y es que padezco de un impulso curioso: que no puedo parar de vomitar… será por el bocata de paloma que me comí el otro día en aquel bar cercano al vertedero?

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