José Félix Azurmendi

ETA, a través de los ojos de Manuel Irujo

Aunque no nos lo propongamos, la memoria nos puede traicionar. Humano es, aunque no fuera deliberado, que el recuerdo del pasado se acomode a la conveniencia, o la influencia, del presente. Verba volant, scripta manent (las palabras vuelan, los escritos permanecen) dice el proverbio latino, de ahí que sea recomendable recurrir a lo que quedó escrito un día para ayudarnos a recomponer mejor el pasado. En este tiempo en el que contra ETA se puede decir lo que guste, que nadie lo contradirá por temor a ser tildado de apologista del terrorismo, los numerosos testimonios legados por Manuel Irujo –junto a Jesús María Leizaola el intelectual jeltzale más importante del exilio– pueden ayudar a clarificar y matizar algunas afirmaciones sobre la ETA «de siempre» que se vienen vertiendo con escaso respeto por la verdad, en ocasiones en boca también de dirigentes jeltzales.

En septiembre de 1962, Manuel Irujo describe a la neonata ETA en carta a Patxo Belaustegigoitia, suegro de Julen Madariaga, como un Frente Nacional de jagijagistas pero «en aconfesional, anticlerical incluso, y proponiéndose lograr sus finalidades por la violencia». Le explica al acaudalado vasco-mexicano que la organización en la que milita su yerno recibe «fondos, papel, plástico» de los comunistas y cree ver en las «A» («Amnistía, Azkatasuna») pintadas que se han visto en Bilbao por esos días una campaña de consignas comunistas adoptadas por los etarras. Un año más tarde, el navarro recibe en la residencia inglesa de su hija una carta de Juan Gurmendi en la que le dice que ETA es «una realidad a la que pertenece la juventud patriótica de Guipúzcoa y la mitad de la de Vizcaya». Le dice también que fuera de ella no hay nada en el campo nacionalista.

En febrero de 1964, un conocido médico odontólogo de Gasteiz le escribe que «los de ETA se mueven, y se mueven bien. Es una juventud llena de ideales y quieren romper con todo lo antiguo. Quizás tengan razón». Irujo le responderá que el grupo con el que se relaciona entraña un gran peligro, porque «tiene dentro uno o varios agentes chinitos» (comunistas). Un año más tarde, su compañero y amigo Miguel José Garmendia Aldaz de Echebacoiz le comenta desde el exilio de México: «Nuestro partido, si no es por la aparición de ETA, que bendita sea por lo que ha hecho en este sentido, estaría escuchando solamente los arrullos más o menos destemplados de Ajuriaguerra, con su tesis visible y clara a través de los años de considerar a Navarra zona de esclavitud de la que tienen que venir a redimirnos, no los bizkainos, sino cuatro bizkainos, incondicionales de él, y de espaldas a la razón y lógica de la doctrina patriótica». Para ilustrarle sobre ETA, Irujo le explica la diferencia que ve entre ella y el Irgoum o el IRA, por ejemplo, que nunca negaron la autoridad del Gran Consejo o del Gobierno de Dublín, respectivamente, mientras que «ETA ni reconoce ni respeta al Partido y al Gobierno». 

Otro colaborador y amigo navarro, Fernando de Biguria, que ha estado presente en el Aberri Eguna de Itxasou de 1965, le escribe: «La mayoría de la juventud, por no decir la totalidad, es de ETA. Los del Interior sienten una gran simpatía por los de ETA. Comprenden que hacen algunas tonterías, pero les tienen simpatía» y, «Aunque el Consejo Nacional (del PNV en Nafarroa) combate a ETA, muchos de los afiliados les siguen ayudando». Pedro Turullols Aguirre, otro navarro, otro confidente habitual de don Manuel, le confiesa por su parte, mediados los sesenta: «si los (dirigentes de Beyris) Solaun, Unzetas y demás volvieran a sus 20 años, serían sin duda alguna los ETAs y los ENBATAs, y es de esto de lo que no se dan cuenta». En un desahogo anterior, ya le había dicho: «con mis 45 años cumplidos, no puedo ser tildado de sospechoso pro-ETA, pero comprendo muy bien que a los 18 o a los 20 apetece más poner un petardo que valorar y prestigiar a nuestros padres». A propósito del etarra José Mari Eskubi, con quien simpatiza, el propio Irujo le confiesa a un sacerdote amigo: «Hay una grandeza de espíritu en la actitud de estos locos destalentados e insensatos, y mientras haya grandeza de espíritu, hay esperanza de recobramiento, no para que abandonen sus ideales, sino para que los atemperen a las reglas del buen sentido, para que no pierdan la fe religiosa...».

Finaliza 1965 y Manuel Irujo cree ver modos comunistas en la costumbre de los etarras que conoce en París de moverse en parejas, «que contrasta con el modo de confianza fundamental que inspira a los modos occidentales», y así se lo hace saber a Ricardo Maguregui, importante personalidad del exilio venezolano, preocupado por la seguridad de un sobrino suyo. El sobrino en cuestión no sabe francés ni conoce París, además de que arriesga su entrega a la Policía española, y de él dice: «Tiene cara y aire aristocrático. Es un exaltado patriota. Pero, como los de ETA, está loco. Han leído a Mao-Tse-Tung. Todo lo esperan de la revolución social, del terrorismo, de la violencia. Quienes no estamos con ellos, estamos tocados de traidores. Lo mismo les da lanzar una bomba que atracar a un cobrador de Banco. Todo por la patria. El fin justifica los medios». Los ve como perros rabiosos, sin embargo es partidario de no cortar con ellos los puentes, porque «serán aprovechables un día, porque son patriotas y bien nacidos».

En todo este tiempo, no ha habido muertes, pero éstas llegan en 1968 en las personas de un guardia civil de Tráfico y de un dirigente de la organización. Y un año más tarde, de un taxista, mientras un miembro herido de ETA huye de la encerrona de la Policía. Joseba Rezola, un hombre de acción, lo analiza así: «Sigo creyendo que esta gente tiene una idea muy alegre de lo que es la violencia y que casi todas sus acciones se liquidan con pérdidas muy grandes». Dice tener la impresión de que a «los ETA les agrada que se hable de ellos aunque sea para atacarles, y no falta gente que cree al revés todo lo que dice la propaganda oficial». En la primavera del 69, dos jóvenes de EGI, formados por el propio Rezola, acaban de perder la vida mientras preparaban un atentado. Acerca de ellos y de los detenidos tras su muerte no le habla a Irujo, porque da por supuesto que sabrá tanto o más que él, pero no le oculta su juicio: «todos ellos son unos jóvenes admirables y tal vez de los que se arriesgan demasiado».

A finales de julio del 69, estando en Caracas por motivos familiares, recibe una carta de Leizaola en la que le trasmite la impresión de un cierto clima de acercamiento de ETA hacia «el nacionalismo vasco tradicional», que Irujo no comparte, especialmente desde que se ha enterado por OPE (Oficina de Prensa de Euzkadi) del «Pacto» firmado por ETA y algunos curas vascos con comunistas en Bruselas. Le recomienda al lendakari comparar sus términos con «los documentos suscritos por ETA y los comunistas españoles, que fueron publicados en una edición en castellano hecha por "l’Humanité" que tú te llevaste a Beyris con mucha seguridad de retorno y que yo no he vuelto a ver». Durante los últimos diez años, el navarro lo ha reclamado insistentemente como prueba contra ETA, pero nadie parece saber del mismo. «Hoy –sostiene– el problema adquiere mayor gravedad por el tono del pacto y por los sacerdotes intervinientes: ¡Qué locura!». En Caracas coincide y se ve con el matrimonio Sauzon que frecuenta en París, sobrina del académico Seber Altube ella, alto responsable de la DST francesa (contraespionaje, antiterrorismo) recién jubilado él, «gente que nos ha ayudado muchísimo aquí», le hace saber Leizaola al delegado del Gobierno Vasco Fernando Carranza para que los cumplimente debidamente: «Están interesadísimos de los problemas actuales de nuestro país y de las gentes que de allí han venido aquí en los últimos años. Lo de ETA y todo lo demás lo saben perfectamente».

Esta vez es con Alberto Onaindia, el Padre Olaso de las emisiones de Radio París, con el que se sincera Irujo. Finaliza 1969. «Que los chicos de ETA son bravos, nadie lo duda. Que acierten o no, es el problema en el que todos no estamos de acuerdo. Por lo que yo sé, los chicos de ETA son marxistas practicantes. Los Eskubi, los Madariaga, etc., etc. no van a misa, no bautizan a sus hijos, hacen ostentación de su vida totalmente separada de la Iglesia». (…) «Tienen el viento que hincha sus velas. La juventud del mundo está en marxista, en revolucionaria, en anticapitalista, en comunista, alternando Moscú y Pekín». Le preocupa el rumbo ideológico tomado por las ikastolas de Iruña. Defiende que ha de plantearse la pugna entre marxismo y democracia, no entre marxismo y antimarxismo. Lo resume en democracia social y filosofía cristiana. Para esto, «no tenemos gente preparada, y si la tenemos, yo no la conozco», sostiene. Al canónigo Onaindia le escandalizan también los nombres paganos que los etarras ponen a sus hijos, lejos de cualquier versión de santoral cristiano.

El Proceso de Burgos (diciembre 1970) ha despertado el interés por ETA de Victoria Kent, editora desde New York de la revista "Ibérica". Manuel Irujo atiende a su solicitud de información: «Los integrantes de ETA, en su mayoría, son hijos de clase media, hijos de nacionalistas vascos del PNV, estudiantes, profesores, propietarios, obreros especializados, sacerdotes. Todos ellos están influenciados fuertemente por corrientes socialistas. Pero en sus momentos álgidos, triunfa en ellos la condición nacionalista vasca, el patriotismo: los Etas, que son unos locos, en el actual momento, nos representan a todos». Explica su nacimiento en la persecución brutal de la Policía española. «La juventud sintió la violencia en las venas: la violencia de la calle, opuesta a la violencia institucional». Los diálogos con los directivos nacionalistas vascos se hicieron cada día más difíciles, le explica, y acabó por saltar un grupo de aquella juventud, colocándose en grupo separado. Así nació ETA frente a EGI».

Manuel Irujo no se cree que José Mari Eskubi Larraz, a quien conoce bien, sea comunista, como le dice Krutwig, y menos, que sea españolista. También conoce a Juan José Echabe, en quien ve toda la pinta de un enlace del cura Santa Cruz: «el mismo temperamento, igual actitud, idéntica resolución, pocas palabras, voluntad a punta de silencio». Conoce que está enfrentado a Eskubi, y «¡cuidado de que son los dos bien simpáticos chicos, y que se han jugado el tipo juntos a modo! A mí todavía me cuesta trabajo creer lo que leo de la fisonomía y trayectoria de José Mari: ¡Qué majo chico era!». Han llegado a París nuevas levas de refugiados. Celebran Aberri Eguna 71. En una conferencia tenida con este motivo dice haberles oído blasfemar, cagarse en dios, llamar cabrón al Papa. Le recuerda a Miguel José Garmendia el precedente de Txillardegi, que puso en boca del personaje de uno de sus libros: «si dios existiera, sería un hijo de puta». Escandalizado, le escribe: «¿Hasta dónde puede merecer la libertad quien no es capaz de ejercitarla en el respeto a los demás?».

De nuevo en Caracas, visita al presidente Caldera; este pregunta qué es ETA, e Irujo contesta: «una serie de corpúsculos que, alternativamente, se unen y se combaten. Todos ellos se oponen al Gobierno (Vasco) y a la definición clásica de lo vasco. Están compuestos por chicos, por lo general, sanos, buenos, limpios y patriotas, pero tocados de ese género de locura que es la contestación y la violencia. Nosotros, opuestos a sus tesis y a sus actos las más de las veces, los cubrimos ante los ataques brutales de la Policía española y procuramos que se escurran de las medidas policíacas adoptadas por Francia en concurrencia con los Policía del sur pirenaico». Comenta que el presidente, lo mismo que su antecesor adeco, sabe de la existencia de Radio Euzkadi en territorio nacional. Aunque algunos vasco-venezolanos le han sugerido hablar con Caldera de ayudas económicas, como las del Gobierno anterior de Acción Democrática, a Manuel Irujo no le ha parecido oportuno, y tampoco al delegado Fernando Carranza. El navarro no siempre es tan complaciente en sus juicios sobre los etarras, que van llegando a Paris en buen número: «Estos Eta van cayendo por aquí, y aquí vienen a nutrir ese movimiento universal que es el gauchismo, con maoístas, anarquistas, trozskistas nihilistas, invertidos, chorizos, gorilas, hombres de mano, argelinos, licenciados de parecido ejusdem furfuris. Todo esto es pasajero, pero profundamente desagradable», sostiene en carta a su corresponsal en Roma Ángel Ojanguren.

Le parece mal el «rapto de Huarte», porque «los vascos, a través de este género de deportes, pasamos a formar fila con palestinos, judíos, tupamaros, ejusdem furfuris. Por santos y laudables que sean los fines perseguidos por los secuestradores, lo que han hecho es algo sustancialmente malo e inadmisible. Mañana, si les estorba el Gobierno Vasco, pueden raptar al Presidente y publicar una nota que diga: si en 48 horas no es disuelto el Gobierno de Euzkadi, le pasamos el pasapán. (…) El fin no justifica los medios. Los vascos no somos árabes sucios para los que la gumia es un deporte. Cierto es que la violencia institucional franquista engendra todas las violencias posibles por reacción. Pero asesinar a un hombre es una monstruosidad y amenazar con hacerlo es una infamia». Cuando ETApm acaba con la vida de Berazadi, habla de «asesinato monstruoso» y argumenta (8-4-76): «No somos partidarios de la violencia, pero la explicamos. Contra cuarenta años de violencia institucionalizada, es difícil que quien tenga sangre en las venas y juventud no reaccione también con la violencia. Lo que en manera alguna podemos explicarnos es el asesinato frío y calculado del Sr. Berazadi, que, además, era una persona decente, un buen vasco, protector de la lengua y cultura vasca, que ha dado su apoyo a muchos que lo necesitaron y cuyo sentido humano conocemos todos. Matar fríamente al Sr. Berazadi constituye un crimen y una vergüenza».

Se anuncian y adivinan tiempos nuevos en el Estado español. El "Excelsior" mexicano, entonces un importante diario, titula una entrevista suya: «Los militantes de ETA son patriotas que se juegan la vida». Aclara el «Ministro» que no es partidario de la violencia sistemática, porque «no construye nada, y por ello no justifico muchas o algunas de las acciones que han llevado (los ETA) a cabo». «Pero ello no obsta para que reconozca en ellos su convicción de patriotas, su capacidad, su esfuerzo y su valor heroico, y sobre todo, no obsta para que haga todo lo posible por que la amnistía les alcance y salgan de la cárcel, donde hay varios cientos». Y sentencia: «quien se juega la vida por la patria merece el respeto de todos» (martes 20 de julio de 1976). Se pronuncia por estos días sobre la desaparición de Eduardo Moreno Bergareche: «Entiendo que no hay nada que esperar. El caso es difícil, dada la modalidad personal de Pertur, la idiosincrasia de la organización a la que pertenece, las funciones que le estaban encomendadas y la barbarie de las bandas de policía paralela». Hasta su regreso al Sur tras 38 años de exilio, un año más tarde, será el dirigente nacionalista de la generación de la guerra que más información maneje acerca de ETA. La prensa española se interesa por quien fuera ministro de Justicia en el Gobierno de Negrín y le preguntan por ETA: lo resume en que se trata de un movimiento revolucionario para una situación de opresión. Al patriarca le quedan pocos otoños. Fallece en Pamplona, cuando nace el año 81; le dan tierra en su Estella natal.

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