Juan Carlos Pérez

¿Europa sin Padrino? Parte 3

Si estamos de acuerdo en que Europa no debe tener injerencias externas en su configuración, acordaremos que ni Rusia ni tampoco Estados Unidos deben configurar lo que debamos ser, ahora y en el futuro. Por un lado, porque todo el mundo tiene sus intereses, queden descarnados o acompañados de grandes palabras, pero eso no puede ser un marco donde esas injerencias extranjeras se vean como amables acompañamientos como lo fue el hecho de ver como tras la Segunda Guerra Mundial en 1956 se dejara a franceses y británicos a los pies de los caballos en el canal de Suez a la par que no se daba apoyo en nada a los rebeldes de Budapest, como tampoco se haría nada con la Primavera de Praga de 1968 y en 1953 con los berlineses orientales que debieron esperar muchas décadas hasta poder liberarse tras el declive del oso ruso que colonizó y conquistó el experimento ruso. Yalta fue una cosa y Potsdam otra, y la promesa de elecciones «libres» de 1945 en Polonia se postergó a agosto de 1989. Si creemos en los principios básicos dolerá ver la historia, pero también el presente, y como señala el himno de la Venezuela, también la del 28 de julio de 2024, el vil egoísmo una vez más pudo triunfar. Es humano, tremendamente humano. Pero podemos corregir nuestra conducta, algo que un protestante jamás entenderá, pero un católico sin duda alguna si. La redención. Europa puede redimir su historia construyendo un futuro conjunto y en común, tal y como se expone en el libro "Europa, temida molestia".

Una visión geopolítica del momento actual pudiera ser reduccionista a los intereses de España, pero cuando se sale de ellos se puede tender a preguntarse porque nadie tuvo interés en participar de la situación de la crisis de 1898, y puede que la respuesta sea que dado que España ni había querido, ya tal vez tampoco podido, abrazar ninguna causa de las que pulularon la realidad Europa del siglo XIX, pues amor con amor se paga, como el hecho de ganar dineros de ambos bandos en la gran guerra europea, que luego se denomina primera guerra mundial. Si se quiere que Ceuta y Melilla (que debieran ser parte de Schengen y no estar fuera) tengan un componente de comprensión europea, frontex debiera hacerse presente. Porque igual Trump negocia con el rey de Marruecos su entrega, y ahí ciertos neoaristócratas de salón que juegan al Risk con los ucranianos en las alturas, verían su cabreo aflorar. Y ahí el contorsionismo de levantarse y aplaudir al líder de la nación invadida, tres años después adorando al frustrado nuevo amo que ve como su paz de los cementerios no va a ningún sitio, la de la presunta paz de 24 horas, que luego deviene en una paz para nuestros tiempos en la que tal vez Putin o Rusia ataquen, pero que sea en el mandato de otro, donde, claro, el del Kremlin ya no fue capaz de que su operación especial durase 3 días. Y todo viene por respuestas básicas, por el presupuesto, si se satisface el día a día, de las luchas partidistas internas, porque las relaciones internacionales, realmente interesan a poca gente, por más que sea, efectivamente, un asunto de enjundia.

¿Importa cual sea el régimen que haya en Irán? Bueno, a las «femilistas» y lobby Lgtbiq+ igual si, por motivos obvios, pero es que el rey de las españas hizo que el Sha de Persia financiase la UCD de la transición, lo mismo que la fundación del SPD alemán hizo lo propio con el PSOE, o el PCUS con el PCE con pagos hasta el propio diciembre de 1991. ¿Interesa Taiwán? Bueno, fue parte de España durante un tiempo. ¿Interesa Ceuta y Melilla? En puridad cuando en Johannesburgo se alzan con el mundial de fútbol se puede decir que un país africano ganaba el campeonato en su continente, África. En la realidad no se puede jugar con absolutos y tener la idea de que se tiene siempre la razón, y eso, precisamente, debiera ser parte de la síntesis de concilios que los protestantes rechazaron para nacer, o de conflictos jurídico-políticos y militares que nos debieran haber dejado un legado, para que comprender que los demás entiendan e interioricen las necesidades e intereses de España, hay que hacer lo propio con los demás, pues la zona central y oriental de nuestro continente sabe y muy bien lo que es y significa la Rusia eterna, esa que hay que embridar, con disuasión, una de la que no debemos depender de nadie más que de nosotros mismos. Y va a ser, si, con armas.

Hay un presunto pacifismo que se ha interiorizado de que sin armas no hay guerras y es falso. Tanto que también se dice que sin estados no habría guerras. Eso no es conocer ni al ser humano ni su historia. Más allá de debates filosóficos la industria de armamentos ha sido útil en tecnología dual, y ni impulsa la guerra su existencia ni la frena su ausencia, pues la guerra es el último paso, claro, por eso Putin fue a la guerra porque no pudo lograr lo que quería por otros medios, y era la completa aniquilación del estado ucraniano, como entidad independiente y soberana. Punto y final. El complejo militar industrial proporciona trabajos, proporciona conocimiento, da valor añadido y hace que las mejores armas sean las que terminen no usándose, pero defienden lo que somos. Los estados necesitan de distinciones básicas como son población estable, instituciones propias, unas fronteras definidas... para esto es básica la seguridad y la defensa, que no puede depender de que Rusia no nos ataque, cual matón del barrio que se le «compra» con la merienda, o con EEUU que dependiendo quien esté pueda tener una visión u otra. El actual piensa que no somos nada y estamos en las últimas, que nos extinguimos y ni quiere asistir a nuestra extremaunción. Y con Zelenski y ucrania lo mismo. Allá cada cual, que al final a todo cerdo le llega su San Martín, ante eso, hay que reaccionar, no allí, sino aquí. Exponiendo aquí porque es importante lo que somos y lo que hacemos, y para qué lo hacemos. Porque nuestros valores, nuestra cultura, nuestra identidad, propia y compartida, habiendo aprendido las lecciones del pasado, no queriendo que esta Europa nuestra sea un Sacro Imperio Romano Germánico ampliado, debemos fortalecer la Unión Europea, para ser útiles, hacia adentro, y para el mundo, con valor de saber que no somos perfectos, pero que podemos seguir aportando a la humanidad desde lo mejor que tenemos: ser nosotros mismos, siendo diferentes. Y por eso mismo, en Ucrania nos jugamos nuestra alma, y debemos seguir con ellos hasta la última bala que nos pidan y hasta el último euro que necesiten, como hubiéramos querido para el lehendakari Aguirre o para no tener que haber vivido una dictadura de 40 años de duración. Omnia mors aequat. Si vis pacem, para bellum. Do tu des. Amen.


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