Iñaki Egaña
Historiador

Frantz Fanon y la descolonización

En el centenario del nacimiento de Frantz Fanon, los foros y recuerdos a su breve aportación ideológica y práctica a las luchas de liberación −murió de leucemia con 36 años− han inundado los foros del Sur Global, con escasa relevancia en Occidente, heredera de la metrópoli supremacista que diseñó un planeta a su medida expoliadora. Europa era civilización y el resto salvajismo o barbarie. Fanon fue una de las referencias de nuevo cuño no exclusivamente marxista, como Che Guevara, Patrice Lumumba, Ho Chi Minh, Amílcar Cabral o Nelson Mandela que renovaron el pensamiento revolucionario, introduciendo nuevos conceptos, en particular el de la descolonización, y una trayectoria hasta nuestros días que ha derivado en un neologismo: decolonización. Un término que tiene que ver no solamente con la ruptura a la subordinación de la metrópoli, sino también con la superación del legado eurocentrista, soportado por mecanismos culturales, sociales, de género, artísticos, universitarios... Una desvinculación de las jerarquías impuestas históricamente por las élites occidentales que afectan tanto al Sur como a las sociedades secundarias del Norte Global.

Fanon, nacido Martinica (aún hoy integrada República francesa), de origen afrocaribeño, combatió al nazismo en la Segunda Guerra Mundial resultando herido, con posterioridad fue candidato comunista a las legislativas francesas y concluyó sus estudios de psiquiatría en Lyon. Sus primeros trabajos ya estuvieron relacionados con los trastornos mentales, lingüísticos, físicos y sexuales causados ​​por la violencia colonial. Para Fanon, la colonización, sustentada en el racismo, transportaba al colonizado a su despersonalización y a convertirse en un ser «infantilizado, oprimido, rechazado, deshumanizado, aculturado, alienado». Trabajó desde 1953 en un hospital mental argelino, pero con la guerra de liberación fue expulsado y residió en Túnez, donde formó parte de los órganos directivos del FLN. Renunció a su nacionalidad francesa y cambió su nombre por el de Ibrahim Omar Fanon. Murió unos meses antes de la independencia de Argelia. 

En la década de 1960, la influencia de Fanon en Euskal Herria fue colosal en la izquierda revolucionaria independentista, apenas perceptible en su homónima revolucionaria vasca que consideraba la lucha de clases una cuestión estatal, y en otros casos, universal, siguiendo la tendencia de que la descolonización era una cuestión únicamente en liza en los entonces llamados pueblos del «Tercer Mundo». La paradoja de esa influencia estaba en el hecho de que la biblioteca de Fanon, donada por sus herederos y en la actualidad en Argel, contenía 1.400 libros, de los que únicamente dos tenían referencia vasca y ambos con relación a la psiquiatría. El primero de Julián Ajuriaguerra, hermano del presidente del PNV durante el franquismo, y el segundo, la tesis doctoral de Luis Martín-Santos, también psiquiatra y militante del PSOE en la clandestinidad. Aunque la influencia de Fanon en Euskal Herria fue notoria en la renovación del corpus ideológico revolucionario, en especial de ETA, su conocimiento aparente de nuestro país era escaso. 

Contaba en cierta ocasión Peixoto que a los militantes que ingresaban en ETA les entregaban dos libros para su formación. Uno era «Vasconia», de Federico Krutwig y el otro «Los condenados de la tierra» de Fanon, que apareció en París en 1961 (en su versión en castellano en México en 1963 y tras levantarse su prohibición en el Estado español por la editorial Txalaparta) y prologado por Jean-Paul Sartre quien a su vez haría la introducción de «El Proceso de Burgos» de Gisèle Halimi, ya en 1970. El contacto, a través del exilio, con gentes que habían participado en el gran debate que dividió a la metrópoli, y que destapó el corcho para las esencias más reaccionarias y chauvinistas francesas con motivo de la descolonización de Argelia, fue un suceso clave como referencia para aquellos militantes de la organización armada. Al igual que Mao Zedong, que había calificado a los peones del imperialismo como «tigres de papel», Fanon declaraba que la utopía estaba al alcance de la mano. 

La primera aportación teórica importante de Fanon, en el caso vasco, se refería al carácter de Europa y a la suposición de ser cuna civilizatoria y el centro magnético sobre el que giraba el globo terrestre. Alejándose de algunas de las líneas maestras del marxismo, afirmaba que la liberación nacional sin transición era posible. Esta, obviamente, no era la situación socioeconómica de Hego Euskal Herria, con una oligarquía vasca alrededor de Neguri como motor del «milagro» franquista. Pero la simple renovación de la teoría insurreccional sirvió como referencia innovadora. 

La segunda aportación, ya presente en Lin Piao, Mao o el Che, tenía su foco en la violencia como método revolucionario indispensable para la emancipación. Las fórmulas de resistencia pacífica se mostraban como ineficaces y en la mayoría de las ocasiones asumidas por los Estados coloniales. Fanon decía al respecto: «La descolonización es siempre un fenómeno violento». Y esa contribución fue notoria en numerosas publicaciones de ETA, entre ellas «Carta a los intelectuales» («Euskadi no necesita una Revolución-Política o una Revolución-Económica, sino una Revolución Integral. Una revolución que afecte al arte, a la cultura, a la filosofía e incluso a la escala de valores de la sociedad») o «La insurrección en Euskadi». Una tercera se ocupaba de la actitud de los colonizados, los llamados «Tío Tom» en EEUU (la crítica en el caso vasco a la inoperancia jeltzale). Y una cuarta, referida veladamente a la concepción leninista del partido como vanguardia de la revolución, sin renegar de la organización: «la noción de partido es una noción importada de la metrópoli». Apostaba por un frente. En 2017, siguiendo una estela ya no tan paradójica, Mireille Mendès, Fanon de soltera e hija de Frantz Fanon, se convirtió en una artesana de la paz más en el proceso vasco, asistiendo al acto final de desarme de ETA en Baiona. 

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