Iñaki Uriarte
Observador urbano

Gernika, Urriko Azken Astelehena

Esta tradicional feria, que se celebra en otoño en Gernika en su condición de villa fundada en 1366 por una Carta Puebla, constituye uno de los más importantes y clásicos mercados tradicionales que han tenido y dado sentido a las plazas como lugar de intercambio social y celebración.

En años relativamente muy recientes a consecuencia de la festivalización de históricas actividades arraigadas identitarias de Euskal Herria y algunas también de otras naciones, se convierten en actos multitudinarios a los que acuden impulsivamente personas que en realidad no saben por qué van, pero sí a lo que van y el acontecimiento, que no es un evento, se convierte en un ritual de masivo consumo instantáneo, apenas de compra. Casi podría decirse que es una barra alargada de una taberna donde entre risas y autofotos, llamadas selfies, transcurre la jornada y que además se permite fumar para perturbar los aromas y donde también acuden criaturas.

He acudido esporádicamente en recientes años con el fin de observar el patrimonio inmaterial que significa el mercado con todos sus significados etnográficos en la historia de los pueblos. El mercado es un espacio singular, simultáneamente comercial y cultural, donde habitual y afortunadamente se establece un diálogo personal comprador-vendedor, siempre parecido y a su vez distinto, como el tiempo, el clima y la producción de la naturaleza. Habitualmente, en la lengua vernácula del país, donde se puede apreciar y conservar la riqueza lingüística de un pueblo, dialectos, acento, expresiones, en definitiva, un mercado es un trasiego de cultura, una facultad, una escuela de la naturaleza.

Pero en los últimos años he visto algo inédito que debe corregirse. La presencia en la villa foral de una bodega Solana de Ramírez, de Ábalos, La Rioja española. Ni tampoco, aunque fuera de Euskal Herria. Algo parecido a lo que sucede en Bilbao y quizá en más lugares, con el Gabonetako Azoka, en Ripako Kaia donde en casetas de madera adornadas con motivos navideños que ofrecen productos de gastronomía, regalos y decoración de dichas fiestas se infiltran vendedores de patxaran con la excusa de ser artesano. Todo ello sucede con el habitual consentimiento, preludio de la prevaricación, de las áreas municipales de Salud, Comercio y similares. Sin recordar la degradación de lo que sucede en Santo Tomas Feria, convertida en un inmenso bebercio.

Así, poco a poco las tradiciones se convierten en típicos tópicos, en parte infectados por el globalizado virus del turismo que está destruyendo la racionalidad sociourbanística, atentando contra unas de las expresiones de la identidad del pueblo vasco, las ferias mercado.

Utilizo, la denominación incluso única en euskara de ferias, fiestas, acontecimientos diversos, nombre de instituciones, entidades culturales, título de actos creativos, como señal de origen de los mismos y como uno de los medios de inmersión lingüística.

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