Víctor Moreno
Escritor y profesor

Gesto poco edificante

Me refiero al gesto confesional protagonizado por los nuevos consejeros del Gobierno de Navarra, quienes prometieron sus cargos ante un crucifijo.

Poco edificante por cuanto es una regresión institucional respecto a la no confesionalidad del Estado, consagrada por la Constitución en su artículo 16,3.

Contradictorio por cuanto que la presidenta al prometer su cargo lo hizo sin la presencia de dicho crucifijo.

También podría calificarse el gesto de sorprendente. No solamente porque se suponía que los nuevos cargos prometerían sus carteras como su jefa de gabinete, sino, sobre todo, porque tiraba por tierra el discurso que en el debate de investidura a Barkos pronunció días antes Koldo Martínez, portavoz de Geroa Bai.

En un discurso que hacía tiempo no habíamos escuchado en el Parlamento de Navarra, dicho portavoz exigió que el nuevo Gobierno evitase la imposición del crucifijo y demás símbolos religiosos en las ceremonias civiles. En su opinión, el crucifijo era el signo de una época vivida bajo la opresión totalitaria del miedo.

A los días, Barkos prometió su cargo sin crucifijo alguno. Estupendo. Parecía que la presidenta había cogido el guante del portavoz de su coalición. Sin embargo, para estupefacción de quienes esperábamos una coherencia con las palabras del portavoz, los nuevos consejeros prometían sus cargos ante un crucifijo.

¿Qué había pasado? ¿Acaso los nuevos consejeros no habían escuchado al portavoz de Geroa Bai? Inaudito. Todos los consejeros actuaron en contra de lo que había postulado Koldo Martínez. Ni a posta.

Por más vueltas que le doy, no comprendo por qué esta diferencia entre esta forma de prometer de la presidenta y la de los consejeros. ¿Por qué la presidenta rechazó al prometer su cargo el crucifijo y el resto de los nueve consejeros no? ¿Se permitió que estos actuaran motu proprio? ¿Acaso el protocolo que rige la toma de posesión del presidente y los consejeros es distinto? ¿No piensan lo mismo presidenta y consejero sobre este asunto?

Incomprensible. De hecho, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cifuentes, del PP, prometió su cargo sin crucifijo. Más todavía, hace un año el actual Borbón haría lo propio. Lo que tiene mucha retranca no confesional, viniendo del representante de una monarquía nacionalcatólica hasta las cachas.

Dada la transparencia en que las nuevas hornadas de los políticos desean rodear sus actos políticos, sería higiénico que explicaran las razones en que basaron su protocolo confesional en la toma de posesión.

La no confesionalidad del Estado, establecida por la Constitución, choca y mucho con una promesa hecha ante un crucifijo. Esta imagen resulta impensable en unos políticos que han asumido el respeto a la pluralidad de la sociedad. La presencia de ese símbolo religioso confesional atenta directamente contra ese pluralismo.

Cada consejero tendrá sus creencias religiosas o no tenerlas. Lo que no debe hacer es prometer sus credenciales ante un crucifijo, porque dicha actitud vulnera el estado no confesional al que se deben.

Es un gesto simbólico que somete su futura credibilidad política a un fetiche de orden religioso católico, algo que en unos políticos de izquierdas resulta paradójico, conociendo el papel que la Iglesia católica ha jugado en esta tierra, y que tan oportunamente recordó el portavoz de Geroa Bai, Koldo Martínez.

¿No pensarán que al prometer su cargo ante un crucifijo serán más honrados? ¿Acaso consideran que, cuando no cumplan con su deber, vendrá la divina Providencia a pedirles cuentas por su desliz?

Además, si como dicen que se deben a toda la ciudadanía, mal se empieza prometiendo su compromiso político ante un crucifijo, símbolo de las creencias católicas de una parte de la población navarra, pero no de toda Navarra.

Se diría, pues, que los nuevos consejeros han prometido sus cargos solo para aquella población creyente, católica y confesional, y que la otra parte de la sociedad, que ni es católica ni creyente, no existe ni cuenta, dado que no estuvo presente en esa promesa ante un signo, símbolo o fetiche de un alcance confesional específico y limitado.

Si las instituciones públicas se deben a la ciudadanía, deberían ser más escrupulosas a la hora de respetar el pluralismo de la población. Al prometer sus cargos ante un crucifijo, pulverizaron dicho pluralismo de un modo grave, impropio de unos políticos de cierta izquierda.

Pero no se amilanen. Tienen por delante la posibilidad de enmendarse y corregir su «metedura de pata confesional». A ver si es posible que los futuros acontecimientos no les pillen con el pie torcido y sean capaces de no permitir la entrada del arcángel san Miguel de Aralar en el Parlamento y que, por las mismas razones profilácticas, el Gobierno no asista a Javier en el Día Grande de Navarra a escuchar del obispo de esta diócesis que el poder de Dios está por encima del poder civil.

Sean valientes. Den la vuelta a la sempiterna estampa confesional a la que nos tiene acostumbrados la clase política navarra e inviten, ustedes, al obispo a un acto solemne en el que alguien del Gobierno le recuerde en qué consisten el respeto al pluralismo y la no confesionalidad del Estado.

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