Josu Iraeta
Escritor

Hacer es la mejor forma de decir

Quien quiera entender la singularidad del socialismo actual español, debiera empezar por recordar las promesas del PSOE en Catalunya –en todas sus campañas electorales–. Recuerden a quien prometió «yo respetaré la voluntad mayoritaria del Parlament». De ahí llegaron las trampas y los cambios de gobierno.

Es cierto que en lo que difunden o transmiten los medios de comunicación, los ejemplos de manipulación son abundantes. También sabemos que se puede hacer decir a las imágenes lo que se quiera, pero la cuestión es aún más compleja y la globalización no facilita las cosas.

El efecto perverso de los medios de comunicación –independientemente de la calidad y las intenciones y objetivos de quienes los dirigen– es la imperceptible eliminación de la frontera entre realidad y ficción, y es así como consiguen crear un mundo artificial con individuos reales. Lo cierto es que nos enseñan a reconocer, o creer que conocemos, y no a conocer o aprender.

Sirviéndome de este preámbulo, pretendo dirigir la atención del lector hacia un análisis crítico de la situación política que «hoy» vivimos en Euskal Herria.

Para ello les invito a intentar entender la singladura del Gobierno de Pedro Sánchez, ante la evidencia de que el barco que él gobierna, no lleva el rumbo adecuado para arribar en el puerto previsto. Es decir, «nos dicen» y como consecuencia parece que sabemos, pero lo que sabemos no es cierto, es lo que quieren que sepamos como si lo fuera, y eso es otra cosa bien distinta.

También es cierto que no pueden negarse las dificultades objetivas que encuentra el gobierno de Pedro Sánchez para cumplir los compromisos adquiridos a lo largo de los últimos meses, pero tampoco se nos ocultan las consecuencias objetivas de la aplicación de sus políticas de derechas y lo que ellas comportan: la adopción de sus métodos.

Porque una cosa es la impotencia, y otras, el cinismo, y la media verdad.

Quien quiera entender la singularidad del socialismo actual español, debiera empezar por recordar las promesas del PSOE en Catalunya –en todas sus campañas electorales–. Recuerden a quien prometió «yo respetaré la voluntad mayoritaria del Parlament». De ahí llegaron las trampas y los cambios de gobierno.

Nada podría describir mejor a una organización política como el PSOE actual, «licuando» poco a poco su contenido y definición. Vacío y populista, pero también ávido de poder y dispuesto a muchas cosas.

Podría pensarse que el espacio que va de una actitud a otra es el de una rápida maduración, producto de una serena reflexión camino de la realidad, nada de eso, Pedro Sánchez lo ha hecho así deliberadamente.

La experiencia me dice que lo que procede es recelar de los políticos profesionales, tanto más, cuanto más aprecio sienten por el poder. De hecho, opino que en el Gobierno de Pedro Sánchez, lo más notable es el contraste entre lo que dicen y lo que hacen.

Quizá me equivoque, es más, sería bueno que así fuera, pero hoy por hoy, y si el gobierno «en funciones» de Pedro Sánchez no varía sustancialmente la dirección del camino emprendido, terminará haciéndose acreedor a un final similar al del autor de aquel epitafio: «quien sirve a una revolución, ara en el mar», que Simón Bolivar, fracasado y agotado, camino de la muerte, ideó con la intención de vengarse de su época anterior y pasar a la posteridad como un arrepentido.

Es conveniente e incluso necesario, tener presente de manera permanente lo acaecido en Catalunya, porque en el fondo, la sociedad vasca, tras cuarenta largos años de luchas e incertidumbres, interpreta como buenas las intenciones de los políticos, porque quiere creer que hoy «la única arma que merece ser empuñada» es la palabra. No seré yo quien vacíe de contenido esa creencia, pero permítanme recordar unas hermosas palabras del poeta cubano José Martí, aquello tan bonito de: «hacer es la mejor forma de decir».

En esto que quizá, hasta no hace mucho, y de forma algo voluntarista hemos venido denominando «proceso», que de serlo implica evolución, debiera concluir en un cambio del marco jurídico y político de Euskal Herria, con la suficiente identidad para superar el conflicto político.

Todo ello claro está, consecuencia directa del ejercicio de la nación vasca a su derecho a decidir.

Cierto que la conclusión negociada que se presente –en mi opinión– antes de lo que algunos creen, a plebiscito, deberá ser respetuosa con la voluntad democrática y la pluralidad de la sociedad vasca. Seguro, pero es aquí donde está la médula, porque, el gobierno de Pedro Sánchez –si baja el tono y consigue apoyos– lleva muchos meses adoptando y aplicando resoluciones de índole política, pero sobre todo económica, de la máxima importancia, que más tarde y ante la configuración negociada del nuevo «régimen político», emergerán su verdadero peso específico dentro de la negociación.

Esto quiere decir sencillamente, que el gobierno de Pedro Sánchez está jugando con cartas marcadas.

Nos lo están diciendo de forma permanente, es la trampa del doble discurso, de la ambigüedad en el mensaje. El PSOE vascongado se compromete con su apoyo de Madrid a un acuerdo entre vascos, mientras su secretario general afirma estar obligado a mostrar su lealtad con la Constitución española.

Es la misma praxis que en el PNV mantienen Iñigo Urkullu y Joseba Egibar; dos mensajes y una sola política.

Debo confesar que en quien de verdad confío es en el conjunto de la sociedad vasca. Confío plenamente en la enorme presión que ejercerá su masiva presencia en las calles, única forma posible y real, de blindar aquello que se decida libre y democráticamente.

Si no somos capaces de lograrlo, seguiremos como en los últimos cuarenta años, inmersos en la lucha y la incertidumbre. Y nos mantendremos como hasta hoy, en una Euskal Herria, el país donde vivimos los vascos, en régimen de alquiler.

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