José Díaz
Licenciado con Honores en Política Internacional por la Universidad de Stirling (Gran Bretaña))

Hamás y la lógica estratégica del movimiento de resistencia

El Movimiento de Resistencia Islámica, conocido como Hamás (Harakat al-Muqāwamah al-Islāmiyyah), surgió del crisol de la Primera Intifada en 1987 como una fusión del nacionalismo palestino y la ideología islamista. Originario de una rama de la Hermandad Musulmana en Gaza, Hamás se ha convertido desde entonces en una organización multifacética que abarca la militancia armada, la gobernanza política y los servicios sociales. Sin embargo, la doctrina de la resistencia armada es central para su identidad, un imperativo estratégico que Hamás considera tanto una obligación moral como una necesidad pragmática en su confrontación con Israel. Desde la perspectiva de la organización, la resistencia armada no es una aberración del discurso político, sino su propio lenguaje, forjado en respuesta a una experiencia histórica y continua de ocupación, desplazamiento y marginación.

La visión estratégica de Hamás, en fondo y forma, parte de la convicción de que Palestina —desde el río hasta el mar– es un "waqf" (patrimonio) islámico y que su liberación es un deber tanto religioso como nacional. Esta postura ideológica quedó claramente establecida en la Carta de Hamás de 1988, que enmarcó el conflicto con Israel en términos de absolutismo religioso. Si bien el documento político de 2017 introdujo formulaciones más pragmáticas, aceptando un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967 sin reconocer a Israel. A pesar de estos cambios retóricos, Hamás sostiene que la resistencia armada sigue siendo la vía más eficaz y legítima para la liberación de Palestina ante la falta de una solución política viable.

Desde el entorno de Hamás, el Estado de Israel se percibe como un proyecto colonial brutal y segregacionista impuesto sobre la población palestina por la fuerza ​​mediante el desplazamiento forzoso, la ocupación militar, el respaldo internacional y la marginación política de la causa palestina. En consecuencia, la resistencia armada se considera una respuesta necesaria a una amenaza existencial; no una mera opción táctica, sino una postura defensiva contra lo que Hamás percibe como ocupación, agresión e injusticia sistemática.

Hamás contempla la resistencia armada desde una perspectiva estratégica orientada a la disuasión y el equilibrio de poder. Con una capacidad militar convencional limitada en comparación con la superioridad tecnológica y de inteligencia de Israel, Hamás recurre a tácticas de guerra asimétrica como las operaciones de guerrilla, el lanzamiento de cohetes y la guerra de túneles. Estos métodos no están diseñados para derrotar militarmente a Israel en el sentido tradicional, sino para imponer costos, influir en las negociaciones y disuadir incursiones más profundas en territorio palestino.

Enfrentamientos militares importantes contra el Estado de Israel, como los de 2008-2009, 2012, 2014 y 2021 se han contemplado en el seno de Hamás como momentos clave para transmitir un mensaje estratégico. Es aquí donde la organización presenta su capacidad para continuar lanzando cohetes, mantener las estructuras de mando y control y sobrevivir a las ofensivas israelíes como victorias simbólicas que afirman la resiliencia y la resistencia palestinas. De hecho, Hamás siempre ha manifestado que, sin estas demostraciones de fuerza, la causa palestina se vería cada vez más marginada tanto por las potencias regionales como por las instituciones internacionales.

El uso de la violencia también busca moldear la política israelí y la percepción pública. Por ejemplo, Hamás considera que la amenaza de una escalada del conflicto puede utilizarse para obtener concesiones, como la flexibilización del bloqueo a Gaza o la liberación de prisioneros palestinos. En este sentido, la resistencia armada no es una actividad aislada ni nihilista; forma parte de una estrategia de negociación más amplia, llevada a cabo en condiciones de asimetría extrema.

Dentro de la complejidad de este conflicto, la resistencia armada también desempeña un papel vital en los esfuerzos de Hamás por mantener su legitimidad interna en la sociedad palestina. A diferencia de la Autoridad Palestina (AP), a la que Hamás considera comprometida por su adhesión a los Acuerdos de Oslo y la coordinación de seguridad con Israel, Hamás se presenta como el guardián de los derechos y la dignidad palestinos. Al participar activamente en la lucha armada, Hamás afirma ofrecer una alternativa creíble a lo que describe como la fallida estrategia de diplomacia y compromiso de Fatah y la Autoridad Palestina.

En Gaza, donde Hamás asumió el control total tras su violenta escisión de Fatah en 2007, la organización utiliza sus credenciales de resistencia para justificar su gobierno bajo asedio. Para Hamás, mantener la ley y el orden, proporcionar servicios básicos y sobrevivir a los sucesivos bloqueos y ataques israelíes son formas de resistencia. La capacidad de lanzar cohetes incluso durante los intensos bombardeos israelíes se presenta como prueba de resiliencia operativa y capacidad de liderazgo. Esta narrativa ayuda a Hamás a consolidar el apoyo de una población que ha soportado las peores consecuencias del aislamiento, las dificultades económicas y las recurrentes ofensivas militares.

A pesar de su compromiso ideológico con la resistencia armada, Hamás exhibe cierta flexibilidad táctica en su despliegue. La organización es capaz de calibrar la intensidad y la escala de la violencia basándose en dinámicas políticas cambiantes, alianzas regionales y cálculos internos. Por ejemplo, los períodos de calma o "tahdiya" (calma o tregua) suelen negociarse a través de mediadores externos como Egipto, Qatar o las Naciones Unidas. Durante estos periodos, Hamás puede abstenerse de iniciar ataques o incluso reprimir a facciones más pequeñas en Gaza para mantener un alto el fuego, al tiempo que refuerza su posición como el único actor capaz de negociar desde una posición de fuerza.

Esta flexibilidad subraya un aspecto clave de la lógica estratégica de Hamás: la resistencia armada no siempre es una guerra total, sino una presión continua diseñada para mantener la cuestión palestina en la agenda global, obtener beneficios materiales y políticos, y afirmar su liderazgo en la política palestina. El acuerdo de intercambio de prisioneros de 2011, en el que más de 1.000 palestinos fueron liberados a cambio del soldado israelí Gilad Shalit, es citado a menudo por Hamás como un excelente ejemplo de cómo la lucha armada y la negociación pueden reforzarse mutuamente.

La capacidad de Hamás para mantener la resistencia armada también depende de sus alianzas externas y redes logísticas. Si bien sus raíces ideológicas se encuentran en el islamismo sunita, Hamás se ha alineado pragmáticamente con diversos actores regionales, como Irán, de mayoría chiita, y Hezbolá. Estas relaciones le proporcionan a la organización apoyo financiero, entrenamiento militar y acceso a tecnología armamentística. Para Hamás, estas alianzas son esenciales para contrarrestar el dominio estratégico de Israel y la falta de apoyo significativo de muchos estados árabes, especialmente tras los acuerdos de normalización de relaciones en el marco de los Acuerdos de Abraham.

Hamás también busca aprovechar los medios de comunicación regionales e internacionales para presentar su resistencia armada como una lucha legítima contra la ocupación. Utiliza mensajes cuidadosamente elaborados durante los conflictos para presentarse como defensores de los civiles palestinos y los lugares sagrados, especialmente la mezquita de Al-Aqsa, con el fin de impulsar el apoyo en todo el mundo musulmán y más allá.

Desde la perspectiva de Hamás, la lógica estratégica de la resistencia armada debe entenderse en el contexto de un conflicto histórico prolongado. La organización no anticipa una victoria militar rápida sobre Israel, sino que considera la resistencia como un proceso a largo plazo de desgaste, resistencia y afirmación moral. Al resistir con las armas, Hamás pretende negar la normalización de la ocupación, mantener la conciencia política palestina y, finalmente, forzar un cambio en la dinámica regional y global.

La lucha, por lo tanto, no se limita a las conquistas territoriales, sino a la supremacía narrativa y la supervivencia existencial. Mediante la continuidad de la resistencia armada, Hamás afirma la ilegitimidad del statu quo y mantiene viva la visión de una Palestina liberada.

A modo de síntesis, la resistencia armada es tanto un imperativo moral como una necesidad estratégica para Hamás ante la ausencia de una vía viable hacia la justicia a través de la diplomacia. Se trata de una estrategia multidimensional que sirve para disuadir la agresión israelí, afirmar su liderazgo, obtener concesiones políticas y mantener la visibilidad de la lucha palestina. Si bien sus métodos siguen siendo profundamente controvertidos y han tenido consecuencias devastadoras para la población civil de ambos bandos, Hamás considera su enfoque como la única respuesta viable a décadas de desplazamiento, ocupación y fracaso político. Comprender esta lógica interna es crucial para cualquier compromiso significativo con las realidades del conflicto israelí-palestino y el perdurable atractivo de la resistencia en la sociedad palestina.

Search