Víctor Moreno
Profesor

Hechos y dichos del obispo Múgica

En 1930, protagonizó un “altivo y ultrajante ataque” a la Biblioteca Emigrante Fundación Ostolaza, creada por el filántropo indiano de Deva, José Manuel Ostolaza

Ignoro si la “verdad histórica” existe haciéndola depender de la “lógica de las creencias” y emociones personales. Si alguien afecto al obispo lee que «Múgica fue un monárquico decidido, víctima de su intransigencia humana y religiosa, tanto con la República como con el Gobierno de Franco» o que «fue sumamente enérgico y tenaz, impulsivo en extremo y de espíritu intransigente», dirá que son afirmaciones que no se sostienen.

Si, por el contrario, adopta la otra perspectiva analítica y concita hechos protagonizados por este mismo sujeto que no favorecen, no su imagen, sino la que tiene formada el supuesto analista sobre dicho personaje, seguro que aducirá que dicha selección es interesada, sesgada y nada objetiva si no se tiene en cuenta su contexto.

Hagamos, pues, la prueba del algodón de la praxis política de Múgica Urrestarazu, si es que en su caso puede deslindarse la esfera de lo político de lo teológico. Tratándose de Múgica, quizás sea posible, toda vez que de pocos obispos se dijo lo que el ministro católico Maura dijo de él en sus Memorias: «eran frecuentes los tejemanejes políticos en el Obispado de su Diócesis (de Vitoria)».

Sabido es que este obispo, nacido en Idiazábal, fue monárquico. En 1925, tras el complot de Garraf contra el rey Borbón, escribió: «Hoy, ayer, mañana y siempre el deber de todo español bien nacido, es el de mirar con habitual y efectivo cuidado y con amor encendido de su gloria, todo lo que pueda conducir a la más excelsa grandeza de su majestad» ("Diario de Navarra").

Apoyó y bendijo con entusiasmo la Dictadura de Primo de Rivera (Boletín Oficial del Obispado, 4.10.1923, El Burgo de Osma). Una vez introducido como obispo de Pamplona (1924-1928), pidió colaboración a los sacerdotes para con el somatén, cuya actividad evangélica, como se sabe, fue excepcional.

En 1930, protagonizó un “altivo y ultrajante ataque” a la Biblioteca Emigrante Fundación Ostolaza, creada por el filántropo indiano de Deva, José Manuel Ostolaza. Descalificó a Víctor Hugo como «desgraciado», además de prohibir la lectura de diversos autores y de libros, que ya se contemplaban como ponzoñosos en el Syllabus.

En las elecciones de 1931, publicó una instrucción similar en la forma al futuro "Non licet" de 1936: «A ningún católico le es lícito favorecer con su voto a los candidatos que presenta una coalición, un bloque, una agrupación… republicana, socialista, comunista» ("Heraldo Alavés" del 7 de abril de 1931).

Llegó el trágico 1936. Tras la firma de la pastoral "Non licet" junto con Olaechea –pero escrita por el cardenal Gomá–, Múgica confesó: «Hago cuanto puedo por apoyar el esfuerzo redentor del ejército español. He prestado 120 colchones, y 120 mantas del seminario al Gobernador militar de la plaza. He dado 2000 duros para gastos. Mil pesetas más a los falangistas de aquí. Ahora, a imitación de Pamplona, y de acuerdo con mi cabildo, contribuiremos de nuevo con alguna cantidad respetable. Cada vez que los requetés van al frente, suben a palacio a recibir mi bendición y a oír breves palabras patrióticas mías. Entronicé anteayer el Sagrado Corazón en el domicilio de los falangistas, etc».

Su inicial adhesión al Golpe desapareció al conocer los excesos de los sublevados contra los sacerdotes y religiosos vascos. Si protestó por los crímenes cometidos contra los laicos de la población civil, no me consta, pero acepto la corrección. Encontrándose en Roma, recibió el 14 de octubre de 1936 una orden fulminante del general Cabanellas en nombre de la Junta de Burgos que le obligaba a no incorporarse a su diócesis.

No firmó la Carta Colectiva de los Obispos, pero, según consta –Archivo Gomá, el 28 de junio de 1937–, y ello como respuesta, escrita en Frascati (Italia), D. Mateo confió al Cardenal el estado anímico en que se encontraba: «llevo más de ocho meses alejado de mi diócesis! (…) podría suscribir el documento cuando yo estuviese en mi puesto física y personalmente (…) deseo y pido al Señor el triunfo del general Franco sobre todos los rojos».

La carta episcopal se publicó el 1 de julio de 1937. Múgica no la suscribió. A los días se le privó de su diócesis. ¿Razones de su negativa? Hay quien opina que «la verdadera causa del cambio de ideas de Múgica estaba en el resentimiento contra los que tan mal le habían tratado. Primero lo echaron de Vitoria y luego, sin contar para nada con su opinión, le arrebataron su sede episcopal». Puede que el resentimiento existiera, incluso tratándose de purpurado, al fin y al cabo, eran hombres, no ángeles, pero, aun así, resulta un argumento demasiado socorrido y fácil. Dejémoslo en que Múgica vio la cara del monstruo y lo rechazó.

Otros justifican el comportamiento de Múgica diciendo que su «actitud autoritaria e inflexible» fue la común al clero y a la jerarquía de su época. Acertaría plenamente. En este sentido, no hubo un obispo demócrata que aceptara el poder civil por encima del poder religioso. Por eso, afirmar que la disposición autoritaria del obispo de Vitoria destacaba sobre sus homólogos purpurados sería un abuso de interpretación al no disponer de la vara de medir los niveles de autoritarismo e intransigencia de la casta episcopal.

Su cambio de actitud, como fruto del resentimiento o de una lucidez política superior, siempre constará positivamente en su hoja de servicios el ser repudiado por el franquismo. No todos los obispos alcanzaron dicho cum laude, ni se pusieron en semejante disparadero. Seguro que sus apologistas se lo tendrán en cuenta para limpiar todas sus intransigencias políticas perpetradas en vida… antes de su arrepentimiento.

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