Joxemari Olarra Agiriano
Militante de la izquierda abertzale

«Herri eguna»

Celebraremos el Aberri Eguna del año 2021, sin que ni «grises» ni «verdes» nos persigan con sus porras y armas, pero también sin que la «democracia española» nos llene de su «plenitud» vacua e inexistente.

Existen días en los que los ciudadanos de Euskal Herria concentramos nuestras emociones, nuestros sentires y nuestros deseos más íntimos de manera pública y publicitada, para que el mundo que nos rodea, y aquellos que desde lejos nos contemplan, sepan que, pese a todo, nuestra identidad y voluntad de sobrevivir como pueblo se mantienen incólumes. Son días señalados en los que damos salida excepcional a nuestras aspiraciones colectivas e individuales y que cobran expresión explícita, para así testear de algún modo si nuestro pensamiento coincide con lo que la sociedad que nos rodea mantiene, si ese mundo de nuestras ideas nacionales y sociales son compartidas por la colectividad a la que pertenecemos.

El Aberri Eguna es más que una jornada reivindicativa de una patria que se nos quiere hurtar por la fuerza de las armas, algo más que lucir el viejo irrintzi, el txistu y el tamboril guardados para festejar cualquier convención social. La celebración es el acto de confirmación anual de nuestro sueño colectivo de nación, cuyo colofón no es otro que la creación de un Estado vasco. Un sueño que nos configuraría como una República (confederal o federal según sea la mayoritaria voluntad de la ciudadanía) expresada con plena libertad, en ejercicio práctico del derecho de autodeterminación que ningún demócrata puede cuestionar, a pesar de que últimamente, la aberración política de la «plena democracia» hispana intente vender la monarquía socialista, que las torturas no han existido, que Borbón no es un ladrón, que el PP es de centro, que Vox es un partido pacífico y que por el monte corren las sardinas.

Cierto es también que tampoco celebramos este día contra nadie. En todo caso, lo hacemos contra el «desistimiento» que desde los distintos gobiernos del Estado español han intentado imponer a Euskal Herria a todo trance. Conmemoramos este día para, precisamente, demostrar que no hemos bajado los brazos y que seguimos con la cabeza alta.

Celebramos nuestra forma de ser pueblo, nuestras expresiones culturales, nuestra idiosincrasia y, sobre todo, nuestra manera de estar en el mundo. Celebramos hoy lo que mañana querrán ser nuestros hijos y nietos, conmemoramos nuestra supervivencia conquistada con paciencia, con dolor, contra viento y marea, contra colonizaciones que trajeron sangre, fuego y desolación. Confirmamos nuestra existencia, nuestra voluntad y demostramos que seguimos y seguiremos vivos a pesar de represiones que acarrearon torturas, muertes, prisión y exilio.

Celebraremos el Aberri Eguna del año 2021, sin que ni «grises» ni «verdes» nos persigan con sus porras y armas, pero también sin que la «democracia española» nos llene de su «plenitud» vacua e inexistente. Estaremos en las plazas de nuestros pueblos para reunirnos sanitaria y sanamente, sonreírnos bajo las mascarillas y levantar acta de que somos una nación que hinca sus raíces muy hondo en su tierra, en su idioma y en sus símbolos. Y seremos conscientes de que nuestro pasado fue labrado con el esfuerzo conjunto de toda la población abertzale, desde los que lo dieron todo, incluso su vida, hasta aquellos que anónimamente abrieron sus casas, repartieron lo que tenían y que tejían la continuidad histórica del pueblo vasco. Conscientes que su quehacer, día a día, ora repartiendo propaganda ora colocando ikurriñas en los montes, custodiaron la brújula del independentismo. Conscientes de que nuestra resistencia de ayer es base esencial de la lucha que se plantea hoy día, cuando la ikurriña, por ejemplo, ondea tranquila después de aquellos años que su simple colocación costaba vidas y represión salvaje. No podemos dejar en el olvido a aquellas personas que nos dejaron y que quedaron en el anonimato tras aportar su granito de arena a la historia de Euskal Herria. Sin ellas, hoy no seríamos lo que somos ni podríamos ser lo que nuestros hijos quieran ser. Gracias a nuestros mayores, a los que hoy día sufren en sus celdas, mantienen su exilio y deportación hemos llegado hasta aquí.

Este día 4 festejamos nuestro día de orgullo nacional por lo que hemos sido, por lo que somos y lo que seremos. Por el contrario, también lo haremos por lo que no somos y para señalar que España y Francia deben estar fuera de nuestras fronteras.

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