Joxemari Olarra Agiriano
Militante de la izquierda abertzale

Ilusión motriz y moral de victoria

No ha habido ningún pueblo a lo largo de la historia que haya alcanzado la liberación por una feliz confabulación de venturosos factores. Ninguna nación ha establecido su soberanía y ha fijado su territorio por una suerte bien dada. Nadie se ha colocado en el mapa por un afortunado azar. Ni siquiera quienes se consideran los elegidos de su Dios están donde están y se mantienen ahí por una fuerza divina que les regaló una tierra para que construyeran su Estado.

Allá donde haya habido un pueblo reclamando el porvenir desde sus raíces, buscando el reconocimiento y el derecho a poder organizar su futuro, ha tenido que haber un espíritu de lucha colectivo, la ilusión por alcanzar los objetivos y una determinante moral de victoria. Voluntad de poder. Y es que vencer es lo único que abre las puertas del futuro. No hay otra.

Euskal Herria lleva siglos luchando por la recuperación de la soberanía nacional y la integridad territorial. En todo este tiempo han sido numerosos los pueblos antiguos que han desaparecido mientras otros, siendo o no naciones, se constituían en estados. Los vascos hemos sobrevivido sobre la misma tierra, conservando nuestra identidad y manteniendo el preciado tesoro del euskara, que nos identifica, diferencia y es el indispensable transmisor de nuestra cultura milenaria. En medio de dos grandes estados europeos que antaño fueran genocidas potencias coloniales y que jamás han cejado en el empeño de extinguir Euskal Herria, los vascos hemos permanecido vivos y en pie sobreponiéndonos incluso a la inercia criminal de la Historia.

El fabuloso logro de la continuidad ha sido posible gracias a la capacidad de resistencia que, a diferencia de otras culturas, no ha sido de repliegue y aislamiento sino de combate y paso al frente. Jamás se impuso la resignación sobre la confianza en nuestra fuerza; la ilusión militante, la certeza en que llegaría un día que sería el primero del resto de nuestra historia. En el tiempo reciente hemos tenido más de medio siglo de resistencia. Pero, como acabo de precisar, ha sido una resistencia de construcción, pues mientras aguantábamos las acometidas de España y Francia no abandonamos ni un momento la tarea de ir asentando contra viento y marea los cimientos de un tiempo nuevo. Confiábamos en nosotros, en nuestra fortaleza, en el desarrollo inteligente y dinámico de las dos líneas de incidencia y en la voluntad del pueblo vasco de ser dueño de su futuro.


Fruto de ese combate es el escenario actual, en el que hemos alterado los parámetros de la lucha para colocarnos en una situación de ventaja. En eso consiste precisamente lo fundamental de cualquier planteamiento estratégico: generar condiciones favorables para colocarse en situación de ventaja y poder alcanzar la victoria. Gracias al recorrido realizado estamos en un escenario del que debe salir el reconocimiento de nuestra soberanía nacional en el tránsito hacia la independencia. Creo que sobre esto ya no hay ninguna duda. Incluso el enemigo reconoce –y alerta sobre ello– que Euskal Herria y Catalunya tienen ya fijado el objetivo de la independencia. La comunidad internacional también lo sabe. Hasta los medios más prestigiosos del mundo han colocado la vista en el tema. Nuestros pueblos y nuestra lucha por la soberanía están ya en la agenda global. Esto es una realidad inapelable.

Si esto que podríamos llamar condiciones objetivas está de nuestra parte, creo que nos queda trabajo por hacer en lo subjetivo, en el factor sicológico y humano: interiorizar que tenemos el futuro en nuestra mano, que podemos alcanzarlo y que hay que transformar esa convicción en energía implacable para el compromiso y la victoria.

Nuestro país ha cambiado mucho en los últimos años. No es tarea sencilla pasar del enfrentamiento a todos los niveles, la hostilidad permanente y la tensión sostenida a una situación en la que la confrontación se presenta desde otros parámetros y el objetivo es ampliar perspectivas y acumular energía social.


Estamos cambiando nuestra cultura política para adecuarla al nuevo tiempo en el que nos encontramos; y eso, esa readaptación, puede provocar una fase como de punto muerto en la que desciende el nivel de presión, hay una relajación del nervio y la energía que se genera no alcanza a desarrollar todo el impulso necesario, el músculo imprescindible. El nuevo ciclo que hemos abierto no tiene la más mínima equivalencia con aflojar el nivel de lucha y compromiso, ni con delegar o aposentarse en instituciones. Nada que ver con eso. Es más, este nuevo tiempo tiene la particularidad de que ya no tienen que ser unos pocos quienes lo den todo porque ahora vamos todos y a por todas.

Ahora, la clave está en el empuje de la sociedad y somos los independentistas de izquierda quienes debemos convertirnos en agentes dinamizadores de ese potencial social, para que la recuperación de la soberanía nacional sea la primera victoria y la independencia la siguiente estación de este apasionante proceso político en el que estamos empeñados. Durante decenios hemos sido espejo de dignidad y lucha. Hubo quienes aprendieran de nuestras experiencias y de nuestros errores con el fin de modular más eficazmente sus proyectos, al igual que hemos venido haciendo nosotros para, también, optimizar y hacer más eficaz nuestra lucha.

El pueblo catalán nos está dando unas lecciones formidables sobre la vital importancia de la activación social; así como la confianza y autoestima nacional a modo del más magnífico nutriente para alimentar mejor esa energía de la sociedad que es la que está marcando pasos y ritmos del proceso en Catalunya. Autoestima nacional y confianza en nosotros mismos para fortalecer el empuje de la sociedad, hacer más poderosa su energía de manera que se convierta en la fuerza inapelable que haga posible la recuperación de la soberanía. Tras decenios de pelea y sufrimiento ahora tenemos todo a favor para alcanzar nuestros objetivos históricos.

Sin embargo, estar bien colocados y en situación de ventaja no significa que todo vaya a ser rápido y fácil. Una trainera puede tener todas las condiciones físicas para llegar la primera a meta, pero si los bogadores no disponen de la voluntad de poder suficiente, si no creen firmemente en la victoria esta no llegará. En la mayoría de las ocasiones ese factor sicológico, esa ilusión matriz, la moral de victoria es la que hace posible la maravilla de alcanzar el objetivo. Así que no es momento de «sana envidia», sino de dar un paso más al frente.


Luchamos para vencer, repetimos contra tempestades de toda magnitud. Luchamos para vencer, hemos dicho desde el fuego de las barricadas hasta los escaños de las instituciones. Luchamos para vencer, gritamos al ser perseguidos, ilegalizados, apaleados, hechos prisioneros... desde la hoguera misma lo proclamábamos con orgullo entre las llamas de la infamia. Estamos en el terreno abonado por la lucha sostenida para hacer realidad la recuperación de la soberanía y la integridad territorial; la dignidad como pueblo milenario que se proyecta al porvenir.

No son palabras trenzadas para construir lemas. No son cápsulas de fogueo para no alcanzar blanco alguno. Se trata de meternos bien dentro en la cabeza que estamos en el momento por el que hemos luchado y que tenemos que dar la talla como personas y como pueblo para hacer realidad el objetivo de nuestra ilusión: La Euskal Herria libre y soberana que camina hacía una sociedad más justa, más igualitaria, más humana.

Se trata de ganar el futuro, y la voluntad de poder la tenemos que manifestar en todas las esferas; de la calle a las instituciones, a la vida personal y laboral o profesional, al deporte, la universidad, la enseñanza... Esto no es un podemos incierto y subjuntivo. Es la indubitada certeza de que tenemos en la mano la victoria. Pero hay que cogerla. Orgullosos por el recorrido hecho y seguros de nuestra fuerza, permanecemos en guardia, como siempre, y vamos a ganar. Nos toca poner el colofón a esta parte de la historia, y eso se llama soberanía en el camino hacía la independencia.

¿Alguien puede pensar que tras tantos años de lucha no merece la pena ver ahora un objetivo hecho realidad? Pues a generar energía social y a ganar. Tenemos por delante un año que podemos hacer determinante en este camino hacia la libertad.

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