Fran Espinosa
Politólogo y activista

Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás, 1, 2, 3

La derechización de la democracia española culmina con las últimas declaraciones del bueno de Felipe VI afirmando que no sería conveniente ir a unas nuevas elecciones.

Identificar a la izquierda con el progresismo y a la derecha con el conservadurismo es una propensión comúnmente aceptada en la terminología política. El origen de esta ubicación espacial puede ser enmarcado en un lugar concreto y en una fecha determinada: Versalles, 28 de agosto de 1789. En unos pocos días tan exitosa clasificación cumplirá ya 230 años.

Y es que, antes de la Revolución Francesa, la división del espacio físico-político en las convocatorias de los Estados Generales del Antiguo Régimen se ajustaba mejor a los criterios «arriba y abajo» que a los de «derecha e izquierda». Así, el rey se sentaba en un trono elevado, el clero y la nobleza en una tribuna justo por debajo y, más abajo aún, los miembros del tercer estado se acomodaban al fondo de la sala.

Aquel 28 de agosto, y tras intensas jornadas de debate, debía tomarse una decisión sobre la capacidad del Rey para vetar o no los acuerdos que adoptase la Asamblea Nacional, a la sazón, el nuevo órgano legislativo. Puesto que el voto en la Asamblea era a mano alzada, y para un mejor conteo de los resultados, los partidarios de que el monarca pudiera tumbar las decisiones de la Asamblea se situaron a la derecha del presidente de la sesión, los que estaban en contra del poder de veto real se colocaron a su izquierda y los indecisos ocuparon el centro.
Fue, pues, aquel hito histórico el que ha permitido identificar desde entonces a los proyectos políticos innovadores con la izquierda y a los defensores del mantenimiento del statu quo con la derecha.

En cualquier caso, autodenominarse como de izquierdas o de derechas no define de manera necesaria la ideología de un sujeto y a lo que hace referencia es a su ubicación con respecto a otro u otros a lo largo de un eje político. Dicho posicionamiento no es rígido ni extrapolable entre países ni momentos diferentes. La identidad de un sujeto de izquierdas va a variar dependiendo de quién se sitúe en un periodo y lugar determinado a su derecha y viceversa.

Vemos así, que, al estallar la Revolución Francesa, los liberales y su apuesta por la constitucionalización de la separación de poderes y de los derechos civiles los coloca directamente a la izquierda de los partidarios del Antiguo Régimen. Durante el siglo XIX, sin embargo, la lucha por la universalización del sufragio hizo surgir un nuevo actor político, los demócratas, que pasaron a la izquierda de los liberales. Con posterioridad, fueron los movimientos socialistas los que se instalaron al lado izquierdo del mapa político.

Comprobamos, entonces, que la izquierda ha estado ocupada, según el periodo histórico analizado, bien por liberales, por demócratas o por socialistas. Los liberales, sin ni tan siquiera moverse en sus postulados, han sido desplazados al margen derecho del tablero a consecuencia del surgimiento de nuevos proyectos políticos que exigían mayores cotas de igualdad.

Y es que la igualdad, sin duda alguna, es el principio y valor último que ha actuado de motor propiciando los adelantamientos por la izquierda de las nuevas fuerzas políticas que emergían a lo largo del tiempo. La demanda de igualdad de derechos civiles por parte de la burguesía con respecto a la nobleza colocó a estos a la derecha de aquellos. En un segundo momento, la reclamación de igualdad de derechos políticos efectuada por las clases populares y por las sufragistas desplazó a los liberales a la derecha. Más recientemente la izquierda fue ocupada por los partidos socialistas y su exigencia de la extensión de la igualdad al terreno social. A día de hoy podemos considerar en la izquierda a quienes apuestan por la profundización de todos los derechos conquistados hasta la fecha, incorporando, además, los derechos identitarios de los individuos (propia sexualidad) y de los colectivos (autodeterminación de los pueblos).

Si en el contexto actual parece que hay acuerdo por parte de la izquierda en el reconocimiento de los derechos identitarios individuales no ocurre lo mismo con el derecho a la secesión. No en vano, y ciñéndonos al caso español, el PSOE, en base a una supuesta lealtad constitucional, siempre se ha mostrado reacio a la celebración de referéndums en los territorios históricos. Unido a lo anterior, el endurecimiento de su recetario económico (la reforma laboral y la modificación del art. 135 de la CE) ha propiciado que las huestes de Pedro Sánchez sean adelantadas por el carril progresista por fuerzas conservadoras en origen, como el PNV o los restos de la antigua Convergencia.

La derechización de la democracia española culmina con las últimas declaraciones del bueno de Felipe VI afirmando que no sería conveniente ir a unas nuevas elecciones. Que usted o yo pensemos algo así es lícito y, visto lo visto, hasta normal, pero que lo manifiesta públicamente quien, sin haberse presentado jamás (ni su padre) a un proceso electoral, disfruta de los máximos honores y lisonjas del Estado, se me antoja, cuando menos, ofensivo y una falta de respeto a nuestro estatus de ciudadano.

Parece que el Borbón español no está del todo lejos de su antepasado Luis XVI, que, como sabrán, fue rey de Francia y Navarra. ¿Se imaginan después de tantos años una Navarra sin borbones? Eso sí que sería una Navarra de izquierdas.

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