Mati Iturralde

Jaiki Hadi

Esas personas imprescindibles van a tener que acudir a la Audiencia Nacional el 16 de setiembre para ser juzgadas junto con miembros de otras asociaciones que trabajan a favor de los derechos de presos y presas vascas.

Cuando estudiaba tercer curso de medicina acudí por primera vez a una cárcel española a visitar a un preso vasco , era el inicio de los ochenta y de la transición, pero los aires de la movida madrileña no llegaban a atravesar los muros de Carabanchel donde sobrevivían con muchas dificultades presos y presas de muchos orígenes y condiciones y donde sus derechos no se respetaban por tradición y costumbre.
Desde aquellos días comprendí que si algún lugar podía por si solo generar enfermedad ese era la cárcel y que mi profesión debía de servir también a aquellas personas a las que se les negaba algo tan básico como cuidar de su propia salud y ello a pesar de que en sus condenas la única privación que se dictaba era la de la libertad. Por ello decidí dedicar parte de mi labor asistencial a las personas presas.
Pero afortunadamente nunca he estado sola en esta labor porque en un país tan pequeño como el nuestro enseguida encontramos a otras personas con las que compartir preocupaciones y compromisos, así que en un momento en el que cada vez mas personas presas necesitaban ser atendidas y escuchadas por profesionales de la salud creamos la asociación «Jaiki hadi» para poder garantizar que ningún preso vasco ni ninguna presa vasca sufriera el deterioro de su salud sin atención ni consejo profesional.
Desde que existimos como asociación hemos atendido a centenares de presos y presas, la mayoría de la veces mediante cartas o llamadas de teléfono o por medio de familiares que nos han hecho llegar síntomas, análisis, informes… en demasiadas pocas ocasiones hemos podido visitar a nuestros pacientes presos a pesar de que en la legislación penitenciaria exista la figura de «médico de confianza»… demasiadas veces hemos sido considerados como malas influencias para los y las internas a las que queríamos asistir.
Toda una carrera de obstáculos frente a una institución opaca e inhumana en la que a menudo hemos visto desde la impotencia como la salud de los y las presas se iba perdiendo con diagnósticos inciertos y tratamientos tardíos como un cruel castigo añadido.

Nuestra asociación ha sobrevivido por el compromiso de medicas y médicos y de una manera fundamental por la labor de un grupo de psicólogas que seguramente habrán dado la vuelta al mundo mas de una vez si contabilizan el numero de kilómetros recorridos para las terapias autorizadas por instituciones penitenciarias en las cárceles de la dispersión. Pero si hemos podido ser de alguna ayuda a las personas presas y sus familias sin duda ha sido gracias a nuestros coordinadores, Oihana y Fernando que han demostrado un tesón y una paciencia infinita haciéndonos llegar las distintas necesidades que los y las presas les comunicaban.

Un trabajo discreto y concienzudo que ha sabido sacar a la luz la realidad de la enfermedad y la falta de atención digna a personas que han vivido y viven en condiciones incompatibles con la salud.

Pues justamente esas personas imprescindibles van a tener que acudir a la Audiencia Nacional el 16 de setiembre para ser juzgadas junto con miembros de otras asociaciones que trabajan a favor de los derechos de presos y presas vascas por un sumario iniciado por la Audiencia Nacional hace seis años y que ahora como si fuera un espantajo fuera del tiempo y la realidad amenaza a 47 personas a condenas de decenas de años.

Es evidente que los llamados macrojuicios han tenido una gran influencia negativa en el trabajo político y social en Euskal Herria. Durante décadas cientos de ciudadanos y ciudadanas han pasado años incluidos en estos sumarios sabiendo que esto hipotecaba su futuro y que tarde o temprano la justicia española los sentaría ante un tribunal especial.

Ahora ha llegado el momento de juzgar la solidaridad con los y las presas, en unas semanas nuestros compañeros tendrán que defenderse de acusaciones tan increíbles como manipuladas y todo con el objetivo de romper redes de ayuda, condicionar la asistencia a las personas presas y hacer invisible la conculcación de sus derechos.

Hace unos días un familiar de un preso gravemente enfermo me agradeció nuestra ayuda para gestionar su sufrimiento, pensé que tal vez en muchas ocasiones con nuestra asistencia no conseguimos curar ni aliviar pero al menos ayudamos a gestionar la convivencia con la enfermedad en condiciones tan duras como las de la prisión y que aunque solo sea por ello debemos continuar con nuestra labor.

Y eso es lo que estamos determinados a hacer junto a Oihana y Fernando porque los necesitamos para seguir trabajando por la salud, la dignidad y el derecho a a vivir libres de enfermedad también en la prisión.

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