Ramón Doria Bajo

La Cenicienta de las herramientas

Casi todo el mundo conoce el significado de Cenicienta, cuentos de todas las latitudes lo han descrito en multitud de lenguas: persona buena y eficaz, generalmente de género femenino, maltratada por la sociedad por sentirla de bajo rango y, por lo tanto, indigna de codearse con la gente normal, una especie de intocable o chusma de la peor ralea. Pero el destino la ensalza con un final feliz y ella, en su bondad, no toma represalias.

Los animales creamos herramientas para sobrevivir mejor, y los humanos somos los que más hemos prosperado en esa tarea. Tanta herramienta y tanta sobrevivencia humana hacen que los humanos seamos una plaga para el Planeta.

De todas las herramientas humanas existentes, hay una condenada a la trastienda, al anonimato, al ostracismo, a ser el acerico de todas la pullas, el blanco de todos los acosos. Todos la miran con desprecio, pero muchísimos aun sirviéndose de ella, sin embargo no la aprecian. Su sola presencia indigna y solivianta a algunos cursis trasnochados por parecerles que su compañía rebaja su propio estatus y por ello no osan ni dirigirle la mirada para no disgustarse.

Esa herramienta es humilde, sencilla, eficaz y buena en su cometido, discreta y útil a multitud de seres y a la propia Humanidad por los buenos apaños que a ésta le presta: Ahorra dispendios de agua; mejora el ambiente tanto en imagen como en aromas y, a los espíritus más elevados, su utilización les provoca empatía al imaginarse en la piel de aquellas o aquellos que la utilizan en su trabajo. «La herramienta cenicienta» cuesta poco aunque las hay de mango plateado o dorado y, por lo general, no ofende a la vista pues suele estar un poco retirada. Está en prácticamente todos los hogares, oficinas, supermercados, gasolineras, restaurantes e incluso en Hospitales.

¿Todavía no han adivinado a qué herramienta se refieren todos esos epítetos? Es sumamente sencillo, repasen cuidadosamente su diario quehacer, desde que al levantarse ponen un píe junto a su cama hasta que se acuestan rendidos. Les daré alguna pista más: Si Vds. Son de una cultura sana en lo gastronómico casi seguro que estarán junto a ella al menos una vez diaria. Y les añado, no se trata del tenedor o forchetta que llegó de Italia a Francia de la mano de Catalina de Médici y que hacía las delicias en la Real Corte y aunque dicha herramienta tiene un novio muy enrollado, ambos, siendo más cenicientos y nada glamurosos son igualmente útiles, y siempre están discretamente junto al Trono o la taza.

Se trata de esa simple «escobilla de retrete», ella es la herramienta Cenicienta. En todos los hoteles encomian la reutilización de las toallas en aras a evitar el dispendio del agua pero en muchos, aunque tienen la escobilla en los lavabos del restaurante no la incluyen en el baño de la habitación. ¿A qué obedece la tamaña tontería de no incluirla?

Cuando en algún hotel de supuesto ringorrango les he dicho que la escobilla evita que se utilicen sucesivas descargas de la cisterna en aras a limpiar los restos de la deposición, me han alegado, muy pomposamente, que aunque no conocían a ciencia-cierta las razones de dicha ausencia, debía ser algo relacionado con alguna cuestión sanitaria. Cuestiones sanitarias se solventan diariamente en las más de millón y medio de plazas hoteleras existentes en España y en los miles de WC de todo tipo de establecimientos. ¡Qué desastre sanitario sería si no existiera la cenicienta!

Hoy he querido referirme a esta humilde herramienta para levantar una bandera en pro de aquellas y aquellos que «escobilla en ristre» han de limpiar las deposiciones ajenas en muchos de los hoteles de España. Su ausencia es una directa afrenta a todas las Kellys. Es absurdo que, por un intento de aparentar rango y falso lujo, se atente contra la dignidad laboral de un modo tan burdo e innecesario. Ya Jean le Ronde d'Alembert, en su discurso preliminar a la Enciclopedia, de 1751, dijo: «La sociedad, que respeta con justicia a los grandes genios que la iluminan, no debe envilecer las manos que la sirven». Si a Vds. no les gusta ser cómplices de semejante desatino protesten por ello y defiendan esta «Oda a la escobilla».


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