Igor Meltxor
Escritor, investigador y analista político

La conjura de los necios

La conjura de los necios en Gipuzkoa está revestida de un hedor insoportable, putrefacto, perjudicial para la salud… Aunque quien se atreva a afirmar esto, corre el riesgo de ser tachado de «mangarrán» o incluso, de haber «obtenido el carnet de sanitario en alguna tómbola». Porque los necios son así. Se muestran arrogantes y menosprecian a quienes se oponen al despropósito, o simplemente a los que cuestionan sus perversas intenciones.

Esos necios que «despertaban» a los/as jóvenes acampados frente a la guarida del señor feudal, poniendo en marcha los aspersores de agua. Pero los necios desconocen que la dignidad es impermeable por mucho que se empeñen.
Los mismos necios que enviaron a sus policías (algunos muy voluntariosos) para intentar acallar los gritos de protesta. Inútil recurso del que pretende censurar la denuncia con represión.
Frente a la imposición y la arrogancia, existe lucha, tenacidad y dignidad, en colectivos que desde un primer momento han plantado cara ante tal despropósito. Mi reconocimiento a la plataforma GuraSOS y a la gente de Gipuzkoa Zutik. Para ellos, el tambor de Oro de este año.

Los necios viven en su arcada feliz, en esa burbuja artificial donde el clientelismo, los favores y el buen vivir forma parte de su modus vivendi.

Los necios no incineran basura, sino que ellos son más de valorización energética. Los necios y sus amigos y sus amigos no construyen incineradoras, ellos lo llaman «complejo medioambiental», sin chimeneas que echen humo, por supuesto.

Los necios, en lugar de reconocer y gratificar a quienes más reciclan, les castiga, hipotecándoles durante años mientras saborean los dividendos.

Los necios se sienten protegidos, seguros, no temen a nada. El cártel mediático-jurídico-empresarial les otorga la cobertura necesaria para sentirse los dueños del cortijo. El periódico desinforma y entretiene a la parroquia, el bufete omnipresente protege y amenaza, y los empresarios administran el negocio y saben ser generosos en la contraprestación.

Los necios robaron información, se llevaron ordenadores, borraron miles de correos electrónicos y pruebas... Todo con total impunidad y al más puro estilo mafioso y revestido del colmo de todas las maldades: la soberbia.

Los necios se mueven como pez en el agua en la apertura de plicas y «adivinan» el contenido de los sobres en las adjudicaciones. Después viene el reparto del pastel, donde no tienen ningún pudor en colocar a las empresas más corruptas a nivel del Estado (Púnica, cartel Basuras, Gurtel…), siempre acompañadas por las otras con «label» vasco. Los necios pretenden tocar la fibra sensible del ciudadano, queriendo ahondar en contradicciones («son de aquí», «nuestras», «empleo para los de casa» etc.), pero ocultando en todo momento que son las mismas de los sobrecostes brutales de Bidegi, las de los negocios del agua y las depuradoras, la dueñas de los parkings, las que no respetan los derechos laborales en las obras del TAV, las que tienen a uno de sus responsable enfangado en la trama de los purines, esos que en ocasiones demoran sus pagos etc. Parafraseando a Roosevelt al respecto de Somoza: «Son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta».

Lo que los necios desconocen, es que quizás hayan pecado de prepotencia y soberbia. Y ya lo dijo San Agustín: La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano.

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