Alfredo Ozaeta

La conjura de los necios

Sirva el título de esta excelente novela de John Kennedy Toole para ilustrar lo que está pasando en una gran parte del planeta en manos de los políticos y tecnócratas en los que se está depositando los designios de nuestro futuro y el de las próximas generaciones, si el sentido común, si es que todavía queda algo, no lo evita.

Si no fuera por los tintes dramáticos y tragedias humanas que las decisiones de estos mandatarios están provocando, pudiera hasta tener semejanzas cómicas con la acidez con la que nos describe John, algunos episodios y protagonistas de su brillante legado.

El destino ha querido que hagan bueno el dicho popular de: {dios los crea y ellos se juntan}, cuando queremos referirnos a personajes tan dispares y contradictorios como los seres trágico-cómicos, torpes, notables, narcisistas, ególatras y egocéntricos a los que nos referimos, y cuya conjunción de voluntades no suele ser preludio de nada bueno.

A pesar de las importantes diferencias entre ellos, mantienen el nexo común de creerse superiores al resto. Este supremacismo les hace despreciar al diferente y a todo que no consideran como propio o que no son capaces de dominar, rechazando incluso lo que la ciencia pueda demostrar y dictaminar si ello no concuerda con sus intereses. Y por supuesto, mucho menos atender lo que las mayorías puedan opinar o desear, ya que la democracia solo les vale cuando les cede a ellos el poder.

Esta caterva de Trump, Milei, Meloni, Orbán, Netanyahu, Marine Le Pen, Gauland, Abascal, Bolsonaro, etc., quieren establecer el nuevo orden mundial a través del poder que les otorga el dinero y las armas, neoliberalismo y fascismo en estado puro. Sus valores son inexistentes excepto los que coticen en bolsa. Son negacionistas de lo más evidente y sus contradicciones son de nota, se proclaman libertarios, como sinónimo de partidarios de todas las libertades, pero a la vez cercenan las más básicas, sobre todo cuando se trata las de las minorías y las de los más desfavorecidos.

Hablan de desregular la economía y el comercio internacional y paralelamente pretenden instaurar aranceles para un falso y engañoso proteccionismo en un mundo de economía global que ellos mismos han creado. Quieren controlar los flujos migratorios sin responsabilizarse de las causas que lo han originado, como el expolio o su voracidad, para enriquecerse por medio de mano de obra barata, precarizar el empleo y los servicios asistenciales y educativos. Intentan erigirse en paladines de la paz y no violencia cuando su principal industria y mercado son las armas y las guerras que desde sus centros de inteligencia y control mundial provocan. Repudian la industria de las drogas si no son ellos los que la controlan. Y así en un sinfín de situaciones de calado con incidencia vital para las sociedades y la convivencia.

Sus proclamas y bravuconadas, aun siendo en muchos casos solo eso, amenazas, siempre tienen mensajes o señuelos que deben obligarnos a mirar que viene detrás y cuál es su intencionalidad o los réditos que pretenden obtener.

Siguen el guion del necio, buscar y generar el problema para luego implementar SU solución, por supuesto la que más convenga a sus intereses. Las causas y razones de sus fracasos o controvertidas decisiones siempre es responsabilidad de otros, ellos son infalibles, están por encima del bien y del mal. Como aventajados fascistas siempre van a culpar de sus desmanes y perdida de libertades a los sectores sociales o activistas en favor de la justicia, igualdad, paz y el respeto a todos los derechos universales.

Hemos llegado al punto en el que consideran que el mundo y las personas les pertenecen, son de su propiedad. Les cuesta entender y tolerar que por ejemplo las mujeres, y hombres, puedan decidir con total libertad que hacer con sus cuerpos, o que las personas aspiren a tener una vida digna en países o sociedades con políticas más justas y democráticas, diferentes y sin injerencias a las que sus imperios les quieren imponer. Y lo que es más grave y preocupante, no entienden que esto sea un derecho innegable e irrenunciable.

Este nuevo orden del que ya hace tiempo se nos venía hablando esta ya dejándose ver en todas sus costuras. Aparentemente superadas las pruebas piloto en materia económica, control de flujo de capitales, fondos y criptomonedas, etc. También en su vertiente socio política, macro cárceles, guerras controladas de exterminio y desgaste, ampliación zonas de interés de la OTAN, sumisión de gran parte Europa, Eurasia y otras zonas de influencia en África y Asia, solo les queda disputar con algunos países díscolos, lo que consideran su patio trasero, Latinoamérica, y sobre todo con China, aunque con este último más allá de cuestiones de distracción tampoco les costara mucho ponerse de acuerdo en lo «importante»: márgenes comerciales y reparto de mercados.

Se han conjurado todos, incluso los que hasta hace no mucho movían los hilos de sus marionetas desde la sombra, han decidido pasar a primera línea para demostrar quién manda y decirnos que es lo que debemos hacer y como nos debemos de comportar, nos referimos a los Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, etc.

La democracia y las libertades se han construido con muchos sacrificios desde abajo por el pueblo, corresponde recuperar conciencias y voluntades para confrontar lo que desde arriba quieren cambiar e imponer, sobre todo cuando existen claras evidencias de que no es para mejor. No olvidemos que los necios con poder pueden ser peligrosos.


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