Txema García
Escritor y periodista

La doble moral de los «gastos»

Unos entran sin problema alguno por las fronteras porque dan dinero y se llaman «turistas». Otros, en cambio, llegan como pueden, o mueren en el intento, pero, para algunas personas, en lugar de dejar dinero, solo traen «problemas», y se les llama «emigrantes», o «moros», o con ese horrible acrónimo de menas (Menores No Acompañados).

Los primeros tienen todos los derechos intactos y se les pone alfombra roja de lujo a su llegada, y a los segundos se les escatima todo (derechos humanos básicos incluidos), se les hacina o se les demuestra desprecio cuando no se les criminaliza abiertamente a pesar de que sean unos niños.

Los turistas son sagrados, hay que tratarles amablemente, ofrecerles nuestra más calurosa bienvenida, invertir para ellos en infraestructuras y servicios, además de destinar recursos públicos para que se sientan bien acogidos y puedan volver cuando quieran sin restricciones de ningún tipo. Ellos son una inversión, un activo, una fuente de ingresos.

Los emigrantes, pongamos, por ejemplo, los menores no acompañados provenientes en su mayoría del África subsahariana, son todo lo contrario. Por mínimo que sea, son un gasto, incluso, un despilfarro, un coste innecesario, aunque vengan de países que antes colonizamos y cuyos recursos explotamos y, en muchos casos, seguimos explotando: Guinea, Sáhara Occidental, Marruecos, Argelia... ¿Se acuerdan?

Dos varas de medir. Mientras unos vienen a disfrutar y les miramos con buena cara, otros lo hacen para buscar un futuro algo más digno que el que tienen en sus países de origen que aún siguen estando económicamente colonizados, y les damos la espalda cuando no les negamos o escatimamos recursos para ayudarles a salir de su situación de abandono.

Un ejemplo significativo de estas diferencias de trato: Elixabete Etxanobe, la diputada general de Bizkaia considera en relación con estos menores no acompañados que Bizkaia es un territorio acogedor, convencido con el cumplimiento de los derechos humanos, «pero la realidad actual es que tenemos que decir basta, tenemos que poner un límite porque si no estaríamos haciendo la ficción de que los recursos también son ilimitados y esto no es así». Está hablando, a preguntas del periodista en EITB (17-7), de una cifra, según ella, de 540 menores acogidos. ¡Un gasto tremendo, desorbitado!

Veamos las cifras del turismo del año pasado. Solo en este herrialde se registraron un total de 1.971.267 entradas de turistas, con una subida del 21,99% sobre el ejercicio anterior. ¿Algún problema? ¿Todo fueron ingresos, señora diputada general? ¿No hubo ningún gasto público para acoger a toda esta gran masa de visitantes? ¿Cómo cuantifica usted la inversión en derechos humanos? ¿Como un gasto simplemente, como una carga? ¿A cuánto asciende el «gasto» de esos 540 menores? ¿Lo puede poner en comparación con otros muchos gastos de su institución a los que nunca alude? ¿Por qué no lo pone en relación con los 450 millones de euros que nos va a costar la subfluvial con la que pretenden unir, por debajo de la ría, Getxo con Portugalete, incentivando aún más el uso del vehículo privado? ¿En este caso no vale que los recursos también sean limitados? ¿O cuándo se trata de dar de comer a las «constructoras», no hay límites que valgan?

Y hay muchos más ejemplos de gasto con una utilidad social más que dudosa, como los dos millones de euros dedicados al derribo de la antigua fábrica cubertera Dalia en Gernika que, según los expertos, tenía que haber sido rehabilitada al poseer un valor patrimonial significativo, y que ustedes quieren convertir en una de las dos sedes del Museo Guggenheim en Urdaibai, otro gasto público que supondrá, al menos, 140 millones de euros, a los que habría que añadir −prevaricación por medio− el coste añadido de la pretendida compra a Astilleros de Murueta de las tierras de dominio público que sigue ocupando ilegalmente desde hace unos cuantos años, además de echar en ellas sus vertidos contaminantes, acciones a las que ustedes no les ponen ningún límite en este caso.

Resulta deplorable que desde un cargo público de ese nivel se hable en términos como los que plantea, aduciendo que «hay que poner un límite porque si no estaríamos haciendo la ficción de que los recursos también son ilimitados y esto no es así», hablando de niños desprotegidos, cuando no veo ningún atisbo en su Administración de replantearse el tipo de política que llevan, por ejemplo, con los casos antes citados o con relación a un turismo cada vez más masivo y depredador de recursos».

Sería conveniente que cuando hable ponga en relación las cifras para que los ciudadanos podamos calibrar y comparar la cuantía y el destino de los gastos para saber, por ejemplo, de cuánto estamos hablando en relación con esa partida de gasto de los menores no acompañados que dice estar «al límite», porque puede ser que, o bien es muy escasa y habría que ampliarla, o no guarda relación con otras que quizá no sean tan necesarias.

Sería conveniente que cuando hable en sus comparecencias y ante los medios de comunicación de «gasto social» lo cambie por el concepto de «inversión social», para que los ciudadanos y ciudadanas entendamos que el dinero invertido en el bienestar de las personas es el que, en última instancia, más rentabilidad posee. Y hacer pedagogía sobre estas cuestiones debiera ser una asignatura obligatoria para cualquier cargo público que se precie de su función.

Solo decirle, por último, que los vascos hemos sido históricamente un pueblo emigrante y que ahora, muchos de nuestros jóvenes tienen que seguir emigrando de aquí en busca de un futuro mejor por falta de oportunidades. Míreles a las caras a ellos también y recuerde que todos, tanto los de aquí como los de otras tierras, somos hijos de un mismo planeta.

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