Laura Sancho Ruiz de Arcaute y Roberto Ruiz de Arkaute Martínez de Marigorta
Concejala del grupo EH Bildu en el Ayuntamiento de Arratzua-Ubarrundia y miembro de Proiektu honi ez

La energía capitalista nunca será sostenible

Proiektu honi ez! (Arratzua-Ubarrundia) surgió en mayo del 2021 con la angustia de saber que, si no organizábamos nuestra resistencia, Solaria entraría en nuestras vidas como el séptimo de caballería. Arrogantes y soberbios, sabedores de su poder y de las complicidades de las que gozaba en la Diputación Foral de Álava y de la Junta de Gobierno Municipal de aquel entonces, se paseaba por nuestros pueblos con coches y trajes caros. Ellos parecían nuevos colonizadores y nosotras, perplejas y asustadas, conscientes de nuestros escasos medios, hicimos de la necesidad virtud y nos organizamos en torno a otras plataformas y grupos, dando origen a Araba Bizirik.

Durante este tiempo, hemos logrado establecer relaciones fuertes y muy constructivas con otras organizaciones. Hemos compartido experiencias con plataformas y grupos de nuestro territorio, de Euskal Herria y del resto del estado. Incluso hemos participado de las luchas frente a los expolios y atropellos que suponen grandes infraestructuras en Val de Susa, en Aquitania o en Brandenburgo.

Hemos constatado que el trabajo en red y colaborativo es vital para dosificar las fuerzas y llegar a más gente. Por eso, hemos visto que el trabajo dentro y desde Araba Bizirik era no solo tácticamente mejor, sino que más enriquecedor y constructivo.

Se han conseguido grandes movilizaciones y declaraciones institucionales que han llevado a la agenda política la discusión sobre la necesidad o no de un tipo de desarrollismo agresor con el medio ambiente y que atenta contra los entornos rurales y la dignidad de los que en él habitan.

Estas movilizaciones se han dirigido frente a amenazas que llevan más de 20 años sobre nuestro territorio, como el TAV, recogiendo el testigo y acompañando a mucha gente que lleva ese tiempo en esa lucha. Los macroproyectos de centrales de energía o la implantación de infraestructuras de agricultura intensiva en nuestro territorio han supuesto nuevas amenazas que no hacen más que evidenciar lo insaciable y depredador que es este modelo económico.

La narrativa oficial se esfuerza por argumentar la necesidad de seguir creciendo y con ello la necesidad de esas infraestructuras que, en el caso de las centrales energéticas, permitan una «transición» hacia un modelo descarbonizado. Es un mantra que de tanto repetirlo nadie se plantea si es posible o simplemente es una nueva forma que permite que las grandes empresas sigan expandiéndose. Las instituciones obran con complicidad o desidia en su beneficio adecuando los mecanismos legales para facilitar la consecución de permisos y acentúan un discurso que los legitime. Las instituciones públicas se han convertido en los mejores comerciales de estas empresas y eluden su obligación de tutela del interés público.

Esta es la lectura con la que coincidimos plataformas y organizaciones que nos hemos ido organizando frente a la especulación y saqueo del territorio durante estos últimos años. La última vez, hace un par de meses, cuando una multitud de más de cien juntas administrativas, organizaciones sociales, sindicales y políticas bajo el lema «Makroproiekturik ez!», movilizó a más de 5.500 personas en las calles de Gasteiz.

Sin embargo, también surgen voces que en torno al término «transición ecosocial justa» parecen aceptar una vía que permita el establecimiento de estas macro infraestructuras en aras de un desarrollo sostenible mediante una gestión pública. Podría establecerse cierto paralelismo con lo que se ha dado en llamar el «capitalismo de cara amable».

Sin embargo, es difícil de aceptar que dentro de este marco capitalista se puedan plantear mecanismos, llamémosle «transición ecosocial», donde primen los valores sociales, de reparto y de acceso universal a la energía y que no participen de ese extractivismo que nos está llevando a la actual crisis estructural.

No basta con utilizar de forma sistemática un nuevo término como si eso alterara las relaciones de dependencia del actual modelo de explotación. Un ejemplo de ello lo tuvimos en la crisis de las «preferentes» del que MCC participó e hizo campaña. Dentro de la vorágine de inversiones capitalistas, una cooperativa y por tanto miembro activo de lo que se dio en llamar la economía social, llevó la misma estrategia de inversiones y especulación que el resto de entidades bancarias y eso trajo sus consecuencias derivadas de un colapso global.

En el caso de las centrales energéticas, no dista mucho que una macro infraestructura sea gestionada por una empresa como Statkraft o MCC, apelando a que son públicas o cooperativas si se reproduce el mismo modelo capitalista.

Entendemos que la alternativa debe de tratar de establecer una relación con el medio ambiente y con las estructuras rurales que vertebran el territorio de manera más humilde. Se requiere un análisis de las necesidades locales de consumo energético y un desarrollo escalado, coherente y planificado. Eso no puede venir de la mano de empresas cuyo objetivo vital es la obtención de réditos económicos y que actúan como apisonadoras que nos arrollan.

Se debe decir claro y sin utilizar términos que maquillen esa estrategia. Los objetivos de las empresas y de la gente son objetivamente antagónicos, cuanto mayor sea nuestra dependencia, mayor son sus beneficios. Y en el caso de la energía, esto solo se puede desmontar mediante un modelo descentralizado de generación, distribución y consumo energético. La energía capitalista nunca será sostenible, independientemente del apellido que le pongamos.

Esa es nuestra perspectiva y con ella trabajamos de la mano de plataformas, concejos, grupos y gente que de manera individual persiguen proteger el territorio frente a la especulación y el espejismo del actual modelo de falsa «transición energética». Makroproiekturik ez, ez hemen ezta beste inon ere!

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