Aitor Garagarza Cambra

La huelga del 30 de enero y Rosa Luxemburg

Rosa Luxemburg y parte del movimiento obrero de entonces veían en la huelga una herramienta insurreccional en pos de la revolución mediante la construcción de contrapoder de la mano de los consejos obreros

El pasado 15 de enero se cumplían 101 años del asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. Prácticamente un mes antes el diario 'Die Rote Fahne' publicaba un artículo titulado '¿Qué quiere la Liga Espartaco*?'. En dicho artículo Rosa Luxemburg mencionaba lo siguiente sobre la huelga como método de lucha para las clases populares:

«Solo la unión de los trabajadores por medio de su propia acción, puede materializar la palabra. En una tenaz lucha contra el capital, pecho a pecho en cada empresa, mediante la presión directa de las masas, a través de la huelga y por medio de la constitución de órganos de representación estables pueden los trabajadores con el control de sobre la producción y, finalmente, de su efectiva condución».

Rosa Luxemburg y parte del movimiento obrero de entonces veían en la huelga una herramienta insurreccional en pos de la revolución mediante la construcción de contrapoder de la mano de los consejos obreros. En el discurso fundacional del PCA decía, «las huelgas no solo tendrán que prevalecer, sino que, además, las huelgas pasarán a ser el rasgo definitivo y el factor central de la revolución».

Sin extendernos demasiado en su concepción sobre la huelga de masas o la auto actividad de la clase que posteriormente comentaremos brevemente, llama la atención la correlación de fuerzas de las clases populares y la pulsión utópica del contexto. De sus escritos se desprende la certeza de que acariciaron el cielo y que todo era posible.

Hoy en día mayoritariamente, entendemos que la huelga es una herramienta encaminada a la mejora de las condiciones de los sectores desposeídos. Carácter que incluso nos intentan robar de nuestro imaginario colectivo, transitando del todo es posible a nada es posible. 101 años después el contexto ha cambiado, las razones para la transformación social siguen vigentes y son más urgentes que nunca, la barbarie capitalista continúa y se acentuá.

El próximo 30 de enero en Hego Euskal Herria se ha convocado una jornada de huelga general, en el ámbito de la productivo y reproductivo. Este llamamiento, que viene tras dos huelgas feministas exitosas, movilizaciones masivas por parte las personas pensionistas o una cadena conflictos laborales sectoriales en nuestro país, pretender ser una jornada en clave ofensiva, con reivindicaciones materiales tangibles encima de la mesa, que mejoren las condiciones de vida de la mayoría. También, con la intención de que sea el catalizador de un nuevo ciclo destituyente para los intereses del capital y constituyente para las clases populares de Hego Euskal Herria unificando luchas.

Suscribo el llamamiento, como un feligrés en la iglesia, y el 30 de enero creo que sobran las razones para llenar las calles de indignación. Aun así, un compañero me comentaba el otro día que no es la primera vez que escucha que «esta huelga general va a ser un punto de inflexión pero termina convirtiéndose en una más, paseando a las 12.00 por las calles de Bilbao, acaso con un poquito de baile, los sindicatos ondeando sus banderas, a ver quien la tiene mas grande, la guerra de cifras de seguimiento... Y al día siguiente nos invade una sensación de cierto desentusiasmo». Ciertamente, me sentía identificado con su parecer y no creo que dos personas seamos una muestra significativa para hablar del sentir colectivo tras anteriores jornadas.

Lo que pretendo es poner en valor la necesidad de recuperar la pulsión utópica en el imaginario colectivo y ojalá que esta huelga general sea el catalizador para ello. Para ello, creo que es imprescindible conjugar la épica que ha ido tejiendo el movimiento feminista en las diferentes huelgas y durante estos años, nuevamente transmitiendo el todo es posible a diferentes generaciones de mujeres.

Requiere plantear la huelga más allá del seguimiento, que no deja de ser importante, reforzar el empoderamiento colectivo, socializando los liderazgos y como planteaba Rosa, dando autonomía a las masas respecto a las organizaciones sindicales. Sobre todo fortaleciendo la auto actividad de aquellos sectores históricamente no han estado asociados al sindicalismo. Ello requiere que los sindicatos ese día se desprendan de cierto grado protagonismo y dejen de lado las pugnas de poder.

Propiciando otros marcos de movilización y confrontación, jugando entre lo asumible y no asumible, transitando por el protocolo para copar el Teleberri al medio día, a lo espectacular de lo inédito en un mundo líquido. Generando espacios para que todos los sectores encuentren marcos de movilización-confrontación donde vean sus anhelos, más allá del discurso que aúna todo en el acto central...

Que la huelga del 30 de enero, ponga en valor la capacidad de la huelga como herramienta de lucha y nos sirva para recuperar-resignificar la pulsión utópica en el imaginario colectivo de este país. 101 años después hagamos posible la proclama de Rosa Luxemburg: «Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres».

*Partido político revolucionario, que seria el germen del Partido Comunista Alemán.

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