Oskar Fernandez Garcia
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación

La indisoluble y aborrecible mentalidad totalitaria

Los máximos responsables de aquel brutal exterminio contra todo un Estado y su población, desde el primer momento dejaron testimonio claro y meridiano de sus brutales, fanáticas y genocidas intenciones

A mediados del mes de enero de 2109, diferentes medios de comunicación: prensa escrita, radio, en soporte digital… se hacían eco del derribo de un monumento fascista erigido en 1958 en la localidad de Ondarroa. Concretamente consistía en una gran columna, coronada por una cruz católica y con una inscripción que recordaba a parte de la tripulación del crucero Baleares, específicamente a aquellos voluntarios requetés de la mencionada población, que perecieron al hundirse el barco.

El texto de la inscripción era el siguiente: «A la memoria de los hijos de Ondarroa que heroicamente dieron su vida por Dios y por España en el crucero Baleares».

La mencionada leyenda, cincelada en el ya extinto y execrable monumento, recurría a la heroicidad, a la divinidad y al primario sentimiento de patriotismo para por una parte, ensalzar una supuesta gesta bélica y por otra para ocultar una de las mayores atrocidades y crímenes de lesa humanidad cometida por el crucero Baleares contra la II República, en la apocalíptica y dantesca guerra; originada por el cruel y sanguinario golpe de estado dado por los fascistas en el verano de 1936, y por supuesto para ensalzar, elevar, encubrir y mantener la memoria de un movimiento fascista, que aparentemente llegó a creerse la abominable patraña de su destino universal, imperecedero y elegido por un supuesto dios único y verdadero.

Pero la realidad de aquel crucero denominado Baleares no tiene nada que ver en absoluto con ningún tipo de gestas, ni heroicidades, sino que es mucho más prosaica, terrible, desgarradora e inhumana.

En enero de 1937, el general fascista - y uno de los cabecillas principales del brutal y despiadado golpe militar - Queipo de Llano, un auténtico criminal de guerra, comenzó el terrible y desolador ataque contra la provincia de Málaga.

El tres de febrero de ese siniestro año - como todos los demás que provocaron durante la aterradora guerra los crueles, bestiales y asesinos golpistas - comenzaba el ataque final y definitivo contra la capital, originándose un autentico éxodo y una de las matanzas mas sanguinarias y repudiables cometidas durante esa terrible y despiadada contienda bélica.

El seis de febrero la República ordenaba la evacuación de la capital ante la inminente entrada de los crueles y aterradores fascistas. Aquellas personas que por diferentes razones y circunstancias se quedaron en Málaga tuvieron que sufrir un estado de auténtico terror y pavor descomunal. La represión sobre ellas “… fue la más brutal desde la masacre de Badajoz, en Agosto de 1936”.

En Badajoz, entre la noche del 14 de agosto de 1936 y la mañana del día siguiente, las tropas fascistas del coronel Juan Yagüe - que tuvo un papel destacado en el golpe de estado contra la República - ejecutaban con una frialdad escalofriante y bárbara a miles de personas, civiles y militares. Se calcula que entre 1.800 y 4.000 fueron pasadas por las armas, sin el más mínimo sentimiento de piedad o misericordia. Valores, supuestamente, tan férreos y apegados a las creencias religiosas que con tanto entusiasmo y absoluta banalidad exhibían los fascistas.

Por haber llevado a cabo semejante crimen, de proporciones tan dantescas, el coronel golpista fue popularmente conocido como «El carnicero de Badajoz».

Volviendo la mirada sobre Málaga capital, el 8 de febrero, toda ella estaba tomada y en poder del ejército sublevado, golpista y aterrador. El inefable general fascista Queipo de Llano comenzaba una despiadada e inhumana represión.

El historiador Hugh Thomas calcula que unas 8.000 personas fueron fusiladas y enterradas en fosas comunes. Las balas franquistas, que les acribillaron el cuerpo pero que no lograron menoscabar ni un ápice de su maravillosa y fantástica integridad, eran absolutamente indiferentes a los protocolos, internacionales más básicos, sobre la protección de civiles en conflictos bélicos y el respeto a la vida y un trato justo a los combatientes. Su único y exclusivo objetivo era instaurar el terror, aniquilar, a lo que ellos llamaban el enemigo, y sembrar de cadaveres los territorios que según ellos iban liberando del comunismo y del ateísmo.

Había comenzado el éxodo, la huida desesperada y la última esperanza de librarse de las hordas fascistas. La carretera que unía Málaga con Almería por la costa se llenó de miles y miles de personas sumidas en el caos, en el horror y en el auténtico terror en que se convirtió aquel terrible y desolador periplo.

Las tropas fascistas, con su habitual y característica seña de identidad: la barbarie y la crueldad innata, no estaban dispuestas a permitir la huida, de decenas de miles y miles de personas, hacia territorio controlado por la República.

Miguel Ángel Melero - profesor de la Universidad de Málaga - calcula que entre 200.000 y 250.000 personas transitaban por aquella desvencijada e inhumanamente expuesta carretera. Otras fuentes elevan hasta 300.000 el número de personas que huían de la barbarie.

Las fuerzas fascistas para detener el éxodo comenzaron, literalmente a bombardearles, tanto desde tierra, mediante tanques y artillería, como desde el aire con las unidades sublevadas. Y desde el mar, los cruceros Almirante Cervera, Canarias y Baleares dirigían sus mortíferos y desgarrados cañones sobre la indefensa y espantada población.

Una lluvia negra, siniestra, despiadada, de muerte, terror, deflagraciones y explosiones caía inmisericorde sobre hombres, mujeres, niños, milicianos, ancianas y niñas con una saña y odio desconocido e inhumano.

Aquella cruel, bárbara y genocida masacre originó entre 3.000 y 5.000 personas exterminadas, según unas fuentes; otras calculan entre 4.000 y 6.000. Eso sí, todas las fuentes coinciden en que la mayoría de las personas que fallecieron en aquella despiadada y sanguinaria matanza fueron civiles.

El mencionado profesor de la Universidad de Málaga, Miguel Ángel Melero, comenta lo siguiente sobre este execrable crimen: “La huida, el éxodo... el genocidio de la carretera de Málaga a Almería representa en nuestra provincia el episodio más trágico de la guerra civil, a la vez que uno de los más señeros y vergonzantes ocurridos en España durante el conflicto bélico de 1936-1939”.

Uno de los supervivientes de aquel dantesco infierno, Rosendo Fuentes Ayllón, recordaba con enorme clarividencia y sentido crítico lo allí acontecido: “Lo mismo que pasó en la carretera de Málaga-Almería lo he visto luego, y lo sigo viendo, muchas veces en el cine y en la televisión. Creo que lo que hicieron en Málaga fue como un ensayo de lo que posteriormente sucedió en otras guerras. Pero la primera vez que se atacó y bombardeó así a la población civil fue a nosotros, en aquella carretera: ocuparon Málaga y prepararon una trampa criminal a la salida”. Este terrible y dantesco episodio se conoce como “La desbandada” o “La masacre de la carretera Málaga-Almería”.

El doctor Henry Norman Bethune - un innovador médico canadiense que, al igual que otras miles y miles de maravillosas, solidarias y comprometidas personas, respondió a la llamada internacional para ayudar a la II República - junto con su equipo se traslado desde Valencia para ayudar y socorrer a los civiles atrapados en aquella carretera, convertida en un auténtico y descomunal infierno, y narrar y dar a conocer al mundo lo que allí se desencadenó. Y “a pesar de todos los esfuerzos del general genocida F. Franco por ocultar lo acontecido, Norman Bethune consiguió captar fotografías y narró su experiencia en The New York Times": “Contamos al menos 5.000 niños menores de diez años, miles de ellos descalzos… Decidimos volvernos y empezar a transportarlos para ponerlos a salvo”

El crucero Baleares, no sólo intervino en la batalla de Málaga, produciendo una auténtica masacre humana, sino que también llevó a cabo “ataques indiscriminados contra barcos mercantes desarmados y las ciudades costeras y su población civil que se mantuvieron leales a la legalidad vigente del gobierno de la República como Málaga, Denia, Gandía, Palamós, Castellón, Tarragona, Mataró, Palamós o Sant Feliu de Guixols”

Ante el hecho de haber derribado el anteriormente mencionado monumento fascista, erigido en recuerdo de aquellos requetés que formaban parte del inefable crucero Baleares y sobre todo para ensalzar y magnificar el fascismo franquista, “La Asociación Española de Abogados Cristianos” denunciará, si ya no lo ha hecho, ante la Fiscalía el mencionado derribo del monumento.

Esa asociación considera que este hecho es constitutivo de “un delito de odio y otro contra los sentimientos religiosos, además de daños y dejación de funciones por parte del ayuntamiento”

Y por enésima vez, estalla el disparate absoluto, la intolerancia más nefasta, la cosmovisión intransigente, monolítica y obsesiva hasta el paroxismo del nacional-catolicismo, mostrando y manifestando su prepotencia inadmisible e intolerable, intentando acallar cualquier atisbo de libre expresión y, en este caso concreto, todo tipo de actuación coherente, lógica, legítima y legal, tanto según la legislación actual de ese Estado, Ley de Memoria Histórica, de 2007, como en lo que respecta al ordenamiento jurídico internacional.

El mero intento de establecer una denuncia formal y legal, por parte de la mencionada AEAC, se convierte en un indicador social de una gran relevancia y enorme significado sociopolítico, ya que revela con extraordinaria nitidez y claridad el estado actual de ese país; en el que nunca se llevó a cabo una ruptura democrática con el régimen totalitario, sanguinario y fascista que lo gobernó durante cuatro largas, abominables y detestables décadas.

Esa falta de ruptura democrática, auspiciada, posibilitada e impulsada por la claudicante y vergonzosa dejación de los grandes partidos políticos y sindicatos autodenominados de izquierda, permitió e institucionalizó una mentira escandalosa y de proporciones gigantescas, intentando en vano convertir todas las instituciones de un régimen fascista y a millones de personas, que lo promovieron y lo fomentaron, en demócratas de la noche a la mañana.

El escándalo histórico, social, político, jurídico, laboral, educativo… que supuso la llamada “transición española” fue de proporciones tan inmensas e inconmensurables que generó un vacío, en todos los ámbitos de la vida, tan profundo e insondable, que aún transcurrido casi medio siglo ha sido completamente imposible, ni tan siquiera comenzar a rellenarlo de justicia, equidad, reconocimiento, verdad, reparación…

Vació tan inconmensurablemente profundo, hondo y desgarrador como la noche más aciaga y aterradora de la edad media. Época en la que surge esa brutal, cruel, intolerante, intransigente e ignorante mentalidad, que a lo largo de interminables siglos fue arrasando y exterminando cualquier idea progresista, cual soplo de pensamiento innovador, cualquier impulso de desarrollo humano, cualquier actividad de equidad y dignificación de los seres humanos… Esa bestial y terrorífica mentalidad alcanzó su cenit de horror, terror, sevicia y genocidio con el golpe de estado contra la II República.

Los máximos responsables de aquel brutal exterminio contra todo un estado y su población, desde el primer momento dejaron testimonio claro y meridiano de sus brutales, fanáticas y genocidas intenciones:

El general Mola manifestaba a los cuatro vientos: «Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado».

El general Queipo de Llano, difundía a través de las hondas arengas, convertidas en órdenes tajantes: "Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también a sus mujeres”. "Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”

Y esa mentalidad que causa tanta desolación, horror y terror no se ha desvanecido, evidentemente. Sigue enquistada, anclada y aferrada, en una parte muy significativa del tejido social, cuan mal endémico, imposible de desarraigar.

Y en ese aborrecible contexto sociopolítico, en los últimos lustros, han surgido todo tipo de asociaciones y organizaciones ultraconservadoras, ultracatólicas y fundamentalistas, que al amparo de un discurso absolutamente falaz, miserable, engañoso, falso e hipócrita intentan por todos los medios, incluidos los jurídicos, ir en contra de cualquier derecho progresista, legítimo, humano y razonable; bien sean estos consustanciales a la libertad absoluta de las mujeres para decidir sobre su propio cuerpo, relacionados con los diferentes colectivos LGTBI, los vinculados con el fenómeno religioso o los relativos a la libertad sexual.

Todos esos derechos, inherentes a los seres humanos, junto con la defensa a ultranza del anacrónico modelo de la familia tradicional y heteropatriarcal constituyen prioritariamente su particular campo de batalla.

En ese ámbito aterrador se creo la Asociación Española de Abogados Cristianos, junto con otras asociaciones muy similares, como: «Hazte oír», «Centro de Estudios Jurídicos Tomás Moro», «Profesionales por la Ética», «E-Cristianos»…

Todas ellas debieran de estar absolutamente deslegitimidas para imponer denuncias, de esas características, ante cualquier organismo judicial, pero en ese esperpéntico y aborrecible Estado, eso y mucho más forma parte de su deleznable cotidianidad.

Search