Juan de Gaztelu

La moral por los suelos

El Gobierno español no tiene ningún problema en entablar relaciones bilaterales con este emirato y recibir petrodólares manchados de atropellos y explotación.

Con semejante titular, cualquiera pensaría que vengo a hablar de la situación en la que se encuentra el Deportivo Alavés y su afición tras el reciente descenso del equipo a segunda división. Crea el lector respetable que me preocupa esta noticia, pero en las siguientes líneas no me voy a referir a ello y me ocuparé de un asunto más serio y de mayor enjundia. Días pasados pudimos ver a la corte política española, con su jefe de estado a la cabeza y su séquito representado por el presidente del gobierno, agachar el lomo y rendir honores de estado y casi pleitesía al emir de Qatar. Así, fue recibido con toda pompa en el palacio real y se reunió con Pedro Sánchez por el intervalo de unas horas. De este encuentro, como si se tratara de la comedia ácida y satírica Bienvenido Mr. Marshall dirigida por Berlanga años a, salieron promesas de inversiones y de inyección de capital en la economía española.

Este hecho, que en un principio puede parecer beneficioso, no tendría mayor trascendencia si no es por la doble catadura moral de la que hace gala la referida clase política española. Así, a la hora de justificar el apoyo al gobierno ucraniano de Zelenski, una y otra vez sale a la palestra la lucha contra la tiranía que representa Vladimir Putin, que no vamos a juzgar en esta ocasión. El dignatario ruso, una y otra vez es merecedor de adjetivos como los siguientes: psicópata, dictador, opresor, antidemócrata…que cualquiera puede fácilmente constatar en las diferentes cabeceras de los medios de comunicación. La naturaleza de este personaje político por sí sola vale y es justificadora de medidas sancionadoras contra el pueblo ruso, que empiezan por la economía y terminan por el deporte. A modo de ejemplo, y ya que de fútbol hemos empezado hablando, todos recordamos como los equipos rusos, tanto del noble arte del balompié como de baloncesto, han sido expulsados de las distintas competiciones europeas.

Mientras, poco o nada se dice del emir de Qatar. A mi humilde entender, se encuentra en las antípodas de lo que considero ser demócrata y de los derechos humanos creo que ni ha oído hablar. De este modo, Qatar viola sistemáticamente los derechos de las mujeres, de la comunidad LGTBI, de los y las trabajadoras, de los extranjeros no occidentales, y un largo etc. Igualmente, su sistema político no descansa en la soberanía del pueblo ni en la libertad de prensa-expresión; más bien se articula en torno a los designios del emir. No obstante, el Gobierno español no tiene ningún problema en entablar relaciones bilaterales con este emirato y recibir petrodólares manchados de atropellos y explotación. Es más, y volviendo al deporte rey, se permiten desplazar la final de la supercopa de España a un país vecino, que tampoco se caracteriza por su respeto a los derechos humanos.

Del jefe del Estado español nada me extraña, pues al fin y a la postre trata con semejantes. Es decir, ambos son mandatarios que nadie ha elegido y que gozan de un dudoso barniz democrático. Así, no creen en la igualdad entre ciudadanos y las leyes constitucionales les son extrañas pues son inviolables en su ejercicio. Si no, que le pregunten al emérito, que de esto algo sabe. ¿Será casualidad que se refugie en Abu Dabi, relativamente cerca de donde Alí Babá fue ajusticiado y tan cerca del emir de Qatar? A buen entendedor, ¡Explicaciones de qué!, como decía aquel recientemente.

Por el contrario, un gobierno que se considere progresista algo tendrá que decir sobre sus compañeros de andanzas e inversiones. No todo vale en esta vida, sobre todo cuando hablamos de moral. ¿O es que el dinero todo lo justifica? Si es así, corramos detrás del lema «¡Viva la plutocracia y abajo la democracia!», con el que a buen seguro más de uno se identifica, pero yo tampoco voy a dar explicaciones de quien se trata.

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