Juan Mari Arregi

La otra dimensión del obispo Juan Mari Uriarte

A veces a quien escribe le toca hacer de protestón y crítico respecto de personajes públicos que encuentran, sin embargo, sus aplausos en otros ámbitos sociales y políticos. Es lo que me parece que voy a hacer ahora respecto del obispo Juan Mari Uriarte, fallecido recientemente. No obstante, pese a esta ingrata labor, considero que es necesario dar a conocer también otros aspectos, no tan positivos en mi opinión personal, y que forman parte también de su trayectoria eclesiástica, social y política y que conviene que la ciudadanía lo conozca para poder tener una visión integral de cada personaje, en este caso de este obispo vasco.

La mayoría de los artículos publicados sobre el obispo Uriarte han sido para recordar positivamente su figura y muy en especial por su participación en la negociación entre ETA y el Gobierno Español. Quien suscribe este comentario conoció a Juan Mari Uriarte desde su ordenación y paso por el Seminario de Derio en la década de los 60. Y estoy en condiciones de poder aportar también otros datos. Desde el máximo respeto, son su otra dimensión. Como tenemos toda la ciudadanía.

Uriarte ha tenido lógicamente muchos aspectos positivos durante su paso por las distintas diócesis vascas y del resto del Estado Español e incluso tuvo que recibir sus críticas desde la derecha política y mediática... especialmente la española. Durante su paso por Derio fue un hombre que, además de la atención a los seminaristas, mantenía sus contactos con la juventud especialmente universitaria de Bilbao. Muchos de ellos venían periódicamente hasta el seminario para contactar con él porque era su «director espiritual». Y mantenía con ellos largos paseos por delante del edificio del seminario, durante los cuales aprovechaban también para confesarse. Uno de los más constantes y habituales fue Jose Ignacio Arrieta, ya fallecido y ex consejero de Trabajo del Gobierno Vasco.

Uriarte, siempre fue en la Iglesia un hombre muy «oficial» y servidor fiel de su Jerarquía. Y fue crítico con quienes, compañeros, optaron por la reivindicación y confrontación dentro de las estructuras oficiales de la Iglesia. Nunca, por esa razón, participó en los movimientos importantes que se dieron en su tiempo dentro del clero vasco a favor de un cambio de la Jerarquía de la Iglesia y del Vaticano respecto de la situación de opresión cultural, lingüística, política, económica y social del Pueblo vasco, así como nunca denunció la complicidad de la Jerarquía de la Iglesia con el régimen franquista y el capitalismo.

Fue en mayo de 1960 cuando se hizo público un documento muy importante firmado por 339 sacerdotes vascos de los cuatro herrialdes de Hegoalde. Allí se denunciaba la citada opresión cultural, lingüística, nacional, política y social, así como la violación de derechos humanos con detenciones y torturas. Muchos de sus compañeros, en especial su entonces mejor amigo y compañero como José Antonio Retolaza, lo firmaron. Él, Juan Mari Uriarte, no lo hizo.

En 1968, un grupo de sacerdotes de Bizkaia, tras una feroz represión franquista con detenciones y torturas que contaba con la complicidad del silencio de la jerarquía de la Iglesia, ocupamos en junio dos veces el Obispado de Bilbao en la capital vizcaína, y el Seminario de Derio cinco meses después, en noviembre. En esa ocupación, rodeados permanentemente por la policía, denunciamos aquella situación ya citada.

Reclamábamos asimismo una Iglesia pobre, libre, dinámica y autóctona. En el documento, que dos de los ocupantes lo llevamos hasta el Vaticano, pedíamos también la creación de una Conferencia Episcopal Vasca con las diócesis tanto de Hegoalde como de Iparralde, así como la elección popular de un obispo vasco, lejos de la habitual imposición por el régimen de Franco y la Jerarquía de la Iglesia.

Su íntimo amigo Retolaza, con otros 80 compañeros, entre ellos yo mismo, allí estuvo. Juan Mari Uriarte, sin embargo, fue no solo de los ausentes, sino de los que criticó duramente aquella ocupación.

Desde 1968 a 1976 un grupo de sacerdotes vascos, unos 52, por denunciar la represión franquista y defender los derechos humanos, sociales y políticos por medio de homilías o huelga de hambre, padeció unas largas condenas, otros no tan largas, en la cárcel concordataria de Zamora creada por la Iglesia y el Estado español. Otro grupo de sacerdotes vascos, entre otros quien suscribe, se vio obligado en esas mismas fechas a exiliarse. Juan Mari Uriarte, ya obispo, como el resto de obispos, salvo un intento de Mons. Añoveros en el exilio, en ningún momento contactó con nosotros.

Juan Mari Uriarte, posiblemente se haya llevado entre sus secretos temas de la pederastia habidos en el Seminario de Derio, entre formadores y seminaristas menores. Asimismo, tal vez habría podido informar de lo que conocía de Francisco Ballester Viu, también formador en Derio y sobre cuya actividad pederasta se está investigando desde Málaga. Quien lo está investigando intentaba ponerse en contacto con él. ¿Por qué calló?

El único contacto que puedo constatar, personalmente, fue una carta fría que Juan Mari Uriarte, entonces obispo en Bilbao, me envió en 1972-73 tras mi vuelta del exilio. Solamente quería saber si para una fecha me concretaba, aceptaba o no estar en la disciplina de la Iglesia para decidir un nuevo destino... Nunca quiso saber nada de mi paso por el exilio, ni de mis condiciones actuales de vida personal y familiar. Supongo que fue lo que hizo con el resto de mis compañeros. Aquella carta, muy fría, sí. Por supuesto, que tras esa frialdad y distanciamiento, no le contesté y abandoné las estructuras oficiales de la Iglesia. Es la otra dimensión de un obispo vasco como Juan Mari Uriarte. Con el mayor espeto y cariño y reconocimiento, sobre todo de su aportación a la paz.

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