Iñigo jaca Arrizabalaga

Los bípedos

En pocos minutos telefónicos nuestros médicos han de diagnosticar sin un interrogatorio exhaustivo al paciente, ni les ven la cara, ni pueden explorarles, ni valorar su estado psíquico, ni su situación social, ni su adhesión al tratamiento...

Así les llamaba Schopenhauer a sus congéneres cuando se enfadaba con la estupidez humana que le rodeaba. Si le hubiera tocado al filósofo vivir en estos tiempos de tanta ocurrencia y tan rápida difusión, hubiera querido morir, «en lugar de acabar en medio de las sandeces inventadas a la medida de la capacidad de los bípedos».

Me ha llamado la atención que los cargos directivos de Osakidetza los ocupan médicos de familia, en su mayoría mujeres. Bien es cierto que cuando antes casi todos éramos hombres, ello nos parecía lo normal. También el género femenino prima en la plantilla de médicos de Osakidetza, de cada cien más de sesenta son mujeres, por ello me parece coherente que quienes les dirijan sean también mujeres.

En Osakidetza se observan cambios importantes en su funcionamiento, que seguramente estaban ya previstos por sus directivos y que la pandemia los ha acelerado. Las tres novedades más destacables son: la consulta telefónica, un amplio listado de patologías a ser atendidas por enfermeras dejando de hacerlo los médicos, y finalmente una gran proliferación de protocolos de funcionamiento.

La palabra «protocolo» está muy extendida en la red. Los funcionarios sanitarios la usan para todo, incluso para silenciar las quejas de los pacientes espetándoles un «lo dice el protocolo». Los protocolos y algoritmos fueron importantes para concluir en las llamadas guías clínicas y evitar las ocurrencias en el tratamiento de los pacientes. Hoy se han extendido para todo, incluso para actos como el lavado de manos.

Será la pugna entre la evidencia científica por un lado y las certezas y ocurrencias por el otro las que habrán venido a resolver, pero opino que existen muchas cuestiones relativas a la libertad de la voluntad del médico que se ven coartadas por las ordenes protocolizadas de las direcciones en el ejercicio de su «potestas». Pero ni los Colegios de Médicos, ni sus asociaciones sindicales o científicas alzan la voz con energía.

Cuando desde las direcciones les dicen los tiempos que disponen para resolver las citas telefónicas, nunca respetan el querer y la libertad del médico. Viendo que estos protocolos, presuntamente provienen de «les bípedes» (lenguaje inclusivo), les haría aquella pregunta que se hacia el filósofo: ¿puedes también querer lo que tú quieres que yo quiera querer? Seguramente el querer último al que llegan en su reflexión, si son capaces de hacerla, nada tendrá que ver con el interés del paciente.

En pocos minutos telefónicos nuestros médicos han de diagnosticar sin un interrogatorio exhaustivo al paciente, ni les ven la cara, ni pueden explorarles, ni valorar su estado psíquico, ni su situación social, ni su adhesión al tratamiento... Estos milagros solo son posibles en un sistema de medicina funcionarial en el que el paciente no pinta nada.

Nunca hablamos de la selección que se hace para acceder a los estudios de medicina. En este Oasis de lo mejor, como no podía ser de otra manera, solo acceden a estudiar medicina los que tienen los mejores expedientes académicos. En ningún momento se mide su empatía, ni su cultura, tolerancia, buena fe, ni su generosidad... Los pacientes sabrán si en sus médicos concurren estas cualidades.

Sí es cierto que algunos pacientes han abusado de las consultas médicas y seguramente lo seguirán haciendo telefónicamente desde el sofá de casa. Pero para otros muchos es una pesadilla la consulta telefónica, por la angustia o ansiedad que les invade cuando tienen que explicarse y detallar sus síntomas al médico, pues los pacientes no han tenido un expediente tan brillante como el de su interlocutor. Curiosamente en otros países de la UE las consultas médicas siguen siendo presenciales.

Y como esto va de ocurrencias sobre un sistema público funcionarial, en profunda crisis, auguro que su transformación nos conducirá a disminuir el número de médicos de atención primaria sustituyéndolos por enfermeras que sigan fielmente los protocolos. Y así se llegará a la extinción del médico de familia, ocupando su lugar un Robot, alimentado con los datos de los pacientes introducidos por las técnicos enfermeras y las administrativas.

Os deseo mucha salud a todos.

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