Los derechos humanos hoy
Insistimos en que es al Estado a quien corresponde que no haya hambrientos, creando condiciones socioeconómicas justas y humanas
El 10 de diciembre conmemoramos el 65 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esta Declaración significó una esperanza para la humanidad en orden a la construcción de una sociedad libre de discriminaciones, justa y digna. Sin Embargo, aunque se ha avanzado en muchos aspectos, persisten situaciones que niegan este sueño.
En el orden mundial se agudiza la brecha entre el mundo rico y el mundo pobre. Crece la riqueza de unos pocos y aumenta el número de hambrientos en el mundo, que ya sobrepasan los 1.200 millones. Según Noam Chomsky cien familias en el mundo acaparan el 76% de la riqueza del planeta. Esta es la causa que empuja a grandes muchedumbres del sur a arriesgar sus vidas para lanzarse a una migración incierta. Ahí tenemos Lampedusa o Ciudad Juárez, vergüenza de la humanidad. El Papa Francisco en su Carta Apostólica Evangelii Gaudium denuncia las causas de la creciente pobreza mundial, señalando al libre mercado como sistema generador de desigualdad y de sufrimiento para la mayoría de la humanidad.
Persisten las confrontaciones bélicas en Siria, Irak, Afganistán y en varios países africanos; conflictos provocados por el fundamentalismo islámico; falta de libertad de expresión en Corea del Norte, Arabia Saudita, China, Guinea Ecuatorial, Honduras; represión del pueblo saharaui por parte de Marruecos; usurpación tierras y agua en los territorios palestinos ocupados por Israel en contra de las resoluciones de Naciones Unidas…
España no queda exenta de violaciones a los Derechos Humanos. Familias desalojadas de sus viviendas, recortes sociales a los servicios de salud, educación, prestaciones laborales, pensiones, dependencia, bajos salarios, desempleo, alto coste de la vida y aumento desproporcionado de impuestos. Estas políticas agudizan el drama del hambre. La desigualdad crece progresivamente. Según Cáritas, más de tres millones de españoles viven ya en situación de extrema pobreza.
Se descubren casos de corrupción en altos cargos políticos y organizaciones sindicales. Se utiliza la demagogia, el engaño y la manipulación. Algunos gobernantes, careciendo de todo sentido de la ética, han acumulado grandes sumas de dinero evadiendo impuestos. Y por si fuera poco, se nos amenaza con criminalizar la protesta pacífica con la llamada «Ley de protección Ciudadana», que nos hace retroceder a la época de la dictadura.
No podemos dejar pasar por alto las medidas inhumanas y crueles frente a los inmigrantes irregulares, a quienes se los tratan en los CIES como si fueran delincuentes, retirándoles la tarjeta sanitaria; y, sobre todo, la vergonzosa colocación de cuchillas en las vallas de Melilla, censuradas por las organizaciones de derechos humanos y por la misma Iglesia española. Verdaderamente, se está dando en España un considerable retroceso en el respeto a los Derechos Humanos, hasta tal grado que esta disciplina ha sido excluida del pensum escolar con la Ley Wert.
En medio de este oscuro panorama consuela saber que entre los españoles se está desarrollando una fuerte conciencia solidaria. En la campaña del Banco de Alimentos, realizada recientemente, se recaudaron 14.000 millones de toneladas de alimentos para familias que viven en situación de extrema pobreza. La solidaridad es la ternura de los pueblos y una semilla de esperanza en que otro mundo es posible. Sin embargo, insistimos que es al Estado a quien corresponde que no haya hambrientos, creando condiciones socioeconómicas justas y humanas.