Los olvidos interesados del PNV y Urkullu
El lehendakari Iñigo Urkullu afirmó recientemente que no está dispuesto a borrar el pasado y advirtió a Sortu de que «construir la convivencia requiere reconocer, sin dilación y con claridad, que matar estuvo mal». Sus declaraciones denotan su incapacidad para digerir la libertad de su adversario político, Arnaldo Otegi y obvian cuestiones pasadas importantes que ni al PNV, ni a Iñigo Urkullu les interesa recordar.
A la hora de reconocer el daño causado, hay que recordar al PNV su gravísima responsabilidad en la defensa de los intereses económicos de Iberdrola. El señor Urkullu, miembro destacado del PNV, no es ecuánime , dado el comportamiento de su partido en el nefasto y fracasado plan de nuclearización de Euskal Herria, fraguado por la sociedad anónima «vasca» Iberduero, ahora Iberdrola, a finales de los años 70, que proyectó construir centrales nucleares en la cala de Basordas (Lemoiz), en la playa Ogella (Ispaster-Ea), en Punta Endata (Deba), junto a otra en el interior, en Tudela, junto al Ebro.
Se trataba de la mayor inversión económica en Euskal Herria, dirigida a obtener inmensos beneficios económicos a costa de la salud y la seguridad de las personas, ya que estos proyectos nucleares ponían en grave peligro hasta la propia existencia físico-biológica de nuestro pueblo. Ya entonces había comenzado a funcionar la central nuclear de Garoña, copropiedad de Iberduero. Estas centrales nucleares representaban un riesgo inaceptable para la supervivencia de Euskal Herria. Con ellas funcionando, se hubiera desvanecido como proyecto un estado independiente, estable y sostenible.
Un desastre nuclear en cualquiera de las centrales proyectadas hubiera obligado a cientos de miles de personas supervivientes a abandonar sus casas y pertenencias para siempre, como tuvieron que hacer los habitantes de Chernobil en 1988 y los de Fukushima en 2011.
La actitud pronuclear del PNV constituyó un potencial delito de genocidio por imprudencia temeraria consciente, con el agravante de que se cometía buscando el lucro y la hegemonía política del citado partido político. Esos proyectos nucleares fueron defendidos vehementemente por los jeltzales, cegados por la ambición. El riesgo para Euskal Herria fue percibido y divulgado por la Comisión de Defensa de una Costa Vasca No Nuclear y los comités antinucleares, que afortunadamente brotaron a lo largo y ancho del país. Sus integrantes fueron perseguidos, apaleados y encarcelados por las fuerzas represivas, estatales y autonómicas. Se dilapidaron cientos de miles de millones de pesetas en la construcción de infraestructuras condenadas al derribo.
El PNV fue compensado generosamente por la oligarquía, lo que le permitió fortalecer el ‘aparato’, lo que contribuyó a obtener réditos electorales, mientras, a Iberdrola le salió gratis su asesina aventura nuclear en Euskal Herria, ya que a través del recibo mensual los consumidores le hemos reintegrado con creces su inversión. Para más escarnio, el Estado español le concede derechos en la cala de Basordas. Iberdrola es, por otra parte, propietaria al 50% de la central de Garoña, para cuya reapertura siguen pesando las presiones políticas.
Ni esta empresa, ni sus lacayos jeltzales han reconocido sus responsabilidades en el genocidio que estuvieron a punto de provocar. Ni se han arrepentido, ni han pedido perdón a Euskal Herria. En su lugar, silencian sus graves actos y, con prepotencia, se jactan de ser eficaces y honestos gestores en las instituciones en las que continúan estando.