Los peores años de mi vida
«El peor descubrimiento es constatar que los socialistas, que tuvieron la oportunidad de cambiar esquemas y actitudes socio-político-económico-jurídicas respetando los principios de igualdad, lo que hicieron fue cambiar los hábitos morales correctos de un día para otro. E incluso algunos mandamientos que nos parecían eternos, como no matar, no robar, no mentir los intercambiaron como si se tratara de nuestros gustos en el vestir.»
A partir del 16 de octubre de 1983, fatídico día que pasará a la historia como la vergüenza moral de los socialistas vascos y españoles junto al silencio cómplice de toda una generación de políticos, nacionalistas y no nacionalistas, del erróneamente mal llamado bloque demo-crático. Ese lamentable día será recordado por haberse perpetrado en un país europeo y supuestamente democrático la única «desa- parición forzada» de dos ciudadanos vascos refugiados en Francia por parte de responsa-bles políticos socialistas y de algunos miembros de las FSE. No hay un precedente de mayor injusticia humana de causa política en nuestra historia y en plena democracia que este suceso probado y demostrado con absoluto rigor científico y que es comparable a los horribles crímenes cometidos durante el holocausto nazi. Nadie tiene derecho a trasgredir cualquiera que sea la razón aducida el mandamiento de no matar.
Hay que señalar que es sumamente grave que un estado legal utilice métodos ilegales, demostrados a pesar de todos los impedimentos encontrados a lo largo del arduo proceso. El peor descubrimiento es constatar que los socialistas, que tuvieron la oportunidad de cambiar esquemas y actitudes socio-político-económico-jurídicas respetando los principios de igualdad, lo que hicieron fue cambiar los hábitos morales correctos de un día para otro. E incluso algunos mandamientos que nos parecían eternos, como no matar, no robar, no mentir los intercambiaron como si se tratara de nuestros gustos en el vestir. Al final, desencadenaron una «violencia ciega» contra individuos particulares con la única finalidad de crear terror, inseguridad, incertidumbre y miedo para controlar a toda la ciudadanía.
Esos seres humanos, que habían sufrido durante el franquismo la clandestinidad, algunos incluso la cárcel (como Enrique Múgica Herzog) actuaron ejerciendo el mal de la misma forma que lo habían interiorizado, es decir, en lugar de actuar honradamente utilizando todas las herramientas que permite y están presentes en un Estado de Derecho, se creyeron que el poder que ostentaban les permitía saltarse la Ley como y cuando quisieran. Por supuesto, como ocurre en estas situaciones, unos eran las cabezas intelectuales-pensantes y otros miembros los brazos ejecutores de los mayores crímenes ocultos pero, afortunadamente, posteriormente probados.
Está claro que ese tipo de actuaciones deben ser ejemplarmente castigadas por los jueces en el ejercicio de sus funciones y respetando siempre las reglas de un Estado de Derecho. Pero cuando ves que todo el gobierno vasco-español socialista, junto al apoyo de quienes callan para ser cómplices de asesinatos u otros delitos (invisibles para quien no quiere investigar a través de otras fuentes de información) y sólo consigues cobijo en la sabia ciudadanía, crees que la única vía de solución es ofrecer una resistencia pacífica contra todo ese tipo de comportamientos abusivos, ilegales, inmorales, injustos e inhumanos.
Yo me pregunto: ¿Quién debe o qué autoridad debe supervisar que la clase dirigente actúa correctamente?. Lo pregunto porque ese primer gobierno socialista permaneció en el poder durante casi 13 años con Felipe González como presidente corrupto, criminal y terrorista de España. ¿Quién promovió la investigación sobre los GAL?, ¿Cuándo y por qué?. Por desgracia la intención no fue conseguir una mejor y más transparente democracia, sino simplemente destituir al desgastado PSOE destapando todos los casos de su corrupción política-económica-social. Es triste que un país sólo vele y gobierne para una minoritaria clase favorecida mientras se ríe a carcajadas de toda su eficiente y noble ciudadanía. Es triste que esa noble ciudadanía no castigue a esos corruptos políticos, que lo único que han sabido hacer durante el período de su mandato es desprestigiar su oficio haciéndolo tan dudosamente digno que da la impresión que cualquier don nadie puede llegar a ser políti-co. Pues está claro que ser tan irresponsable sería difícil para los siguientes candidatos.
Durante casi 12 años tuvimos que aguantar a una clase política que nos maltrató abusando de su poder, nos anuló como seres humanos llegando incluso hasta hacernos creer que éramos culpables de aquella situación que ellos habían provocado. Esa mayoría política socialista que ostentaba el poder junto con la connivencia de partidos como PNV, AP, que no hacían nada contra la espantosa lacra terrorista que nos gobernaba. Felipe González, José Barrionuevo, Ramón Jauregui, Jose Mª Benegas, Enrique Múgica Herzog, Rafael Vera y otros líderes aplastaron una y otra vez nuestros derechos como familiares de unas víctimas, todavía hoy no reconocidas, de su propio terrorismo. Esa será su «vergüenza moral» y espero que algún día sean juzgados por ello por La Corte Penal Internacional u otro alto Tribunal.
Resulta no solo indignante, inmoral, indecoroso, sino también demasiado peligroso para una democracia europea, el no ser garante del respeto de los Derechos Humanos aprobados por la ONU en la Declaración Universal.
El poder político socialista manipuló a la opinión pública a través de la mentira. Otro delito más que se debe añadir a la larga lista de delitos cometidos por personas cuyos nombres y apellidos todos conocemos y que hoy día, en pleno siglo XXI, todavía no han respondido ante la Justicia, vulnerándose otra vez más otro principio presente en la Constitución española como es el Principio de Igualdad. ¿Acaso no somos todos los ciudadanos iguales ante la Ley?. Está claro que no, pues de lo contrario gran parte de la cúpula del primer gobierno socialista debería estar toda ella encarcelada por haber cometido crímenes de estado probados con rigor científico, juzgados por diferentes tribunales españoles y europeo y condenados a más de 400 años de prisión.
Afortunadamente, con el paso del tiempo me di cuenta de que los seres humanos tenemos fuerza para encontrar dentro de nosotros mismos un antídoto contra el mal. Una alternativa puede ser liberar la agresividad que todos tenemos a través del pensamiento constructivo creado por uno mismo, a través de la búsqueda de la belleza o incluso realizando deporte. Al final, en este mundo, cada individuo debe buscar todo aquello que le fortalece y le produce bienestar sin perjudicar al prójimo para poder encontrar un sentido a esta vida que nos ha tocado conocer.
En el único mundo que nos ha tocado vivir sólo en el respeto de las reglas éticas está la salvación. Hasta ahora y desde los diferentes órganos del poder judicial, la falta de trasparencia y el trato desfavorable para con nosotros ha sido la consigna utilizada por aquellos que se creen poseedores de la única y absoluta verdad. Por supuesto, no estoy de acuerdo, y mi batalla contra esa ingratitud se irá extendiendo por el mundo junto con otras voces alternativas y discordantes, pues creo firmemente que están equivocados. Sólo espero que algún día cambien de actitud y rectifiquen, pues como todos sabemos «rectificar es de sabios».
Por todo ello, y como terapia para quienes durante tantos años hemos sufrido y seguimos sufriendo porque no vemos llegar el día en el que nuestros seres queridos recuperen la dignidad humana que les robaron, ya que la vida no la recuperaran más que en nuestros sueños, creo que sería pedagógicamente positivo y sociológicamente conveniente divulgar una «memoria del bien» como terapia apropiada no solo para individuos traumatizados, sino también para estados y naciones que han sufrido horribles crímenes contra la humanidad. Una memoria pública del bien puede ser una importante contribución al proceso de conciliación entre personas afectadas por diferentes terrorismos. Para ello es imprescindible desarrollar las escuelas de la tolerancia y el valor civil para recuperar la memoria incluyente de todas las víctimas del terrorismo. Ya que al final, con esfuerzo, vence la verdad del bien.