Raul Río Díaz
Exsindicalista de Arcelor Mittal

Los virus son evitables, las epidemias no

Si algo bueno podemos aprender de esta pandemia es que este sistema neoliberal no nos sirve; que la solidaridad y los derechos humanos en los estados que presumen de democráticos no existen; que estamos en una Unión Europea del sálvese quien pueda, en la que ni siquiera se respeta a los países amigos ni el derecho internacional.

Tomo prestado el título para este artículo la frase del epidemiólogo americano Larry Brilliant, al ver la incompetencia de nuestros gobernantes para atajar el virus antes de que se convirtiera en pandemia.

El Covid-19 destapa con crudeza los recortes y privatizaciones que hicieron durante todos estos años los gobiernos de la derecha, recortes que les hace responsables de las muertes que ahora están provocando. Un ejemplo de ello es Madrid, donde gobernó el PP durante 25 años, desviando tres millones de euros de la sanidad a la caja B del PP madrileño y dejando hoy en esa capital menos trabajadores en la sanidad pública que los que había en 2010, cuando tenía medio millón menos de habitantes.

Puestos en esta situación de pandemia, debemos utilizar todos los medios para combatirla, aunque haya personas que dan más prioridad a las cuentas de resultados de las empresas que a la vida de las personas, como Isabel Díaz Ayuso, quien no tuvo reparo en decir el 11 de marzo en la televisión madrileña, que «Madrid no se va a cerrar por el coronavirus, porque algo así perjudicaría gravemente la economía», a pesar de que Madrid se convirtió en un foco de infección para toda la península y que en estos tiempos de globalización irradia a todo el mundo.

No se paró a tiempo la actividad económica no esencial, porque la derecha y la patronal afirmaban que no se podía permitir un cierre total de la actividad económica e industrial y el lehendakari Urkullu andaba mas preocupado de que las empresas no parasen que de las muertes y los más de ocho mil contagiados en Euskadi, después de advertir los médicos que lo frenaron en China, que el confinamiento no es suficiente y que «hay que paralizar toda la actividad económica no esencial», mientras, en el Estado español, millones de personas estaban siendo obligadas a ir a trabajar en sectores que no eran de primera necesidad. Son tan egoístas que no quieren entender que si hubiéramos parado antes, antes hubiéramos arrancado y el tiempo de parada hubiera sido mucho menor.

En China, a pesar de ser la primera, en poco tiempo dominaron la situación, sin embargo el Estado español no aprendió la lección y a pesar de tener más de cuarenta días para tomar medidas (como decía una enfermera española en Italia), no lo hizo. En ese tiempo ya tenían bastante, tanto ellos como los medios de comunicación del régimen, con criticar el sistema chino y tratar despectivamente a su población de un modo entre racial y paternalista, llamándole la «peste china».

Claro que el Estado no da puntada sin hilo y les vino muy bien para desviar la atención de ese olor putrefacto que viene de la Casa Real, y en un acto de autoritarismo, represivo y electoralista, aprovechan para centralizar más el Estado e intentar lavar la pobre imagen de eses militares, en los que todavía anida el espíritu del fascismo, que se dedican a dar discursos patrióticos, haciendo alusión a la guerra y a los valores castrenses con arengas belicosas como: «Sin novedad en el frente», cuando estaban muriendo cientos de personas; «guerra irregular», «contienda bélica sin armas», «valores militares», «moral de victoria», o que «todos somos soldados», frases que tienen más que ver con un nacionalismo ultra-español rancio y supremacista que con la solución a la pandemia de la que intentamos salir.

Tanto Marlasca como Fernando Simón nos han estado mintiendo cuando afirmaban que el Covid-19 no entiende de fronteras y por eso no quisieron aislar Madrid, cuando ahora sabemos científicamente que la genética del coronavirus que circula por Galicia llegó de Madrid. En tal caso, las enfermedades que no entienden de fronteras son el cáncer y otras afecciones no víricas, pero en las enfermedades contagiosas hay que aislar a los sanos de los infectados, por eso China aisló Wuhan; por eso ahora estamos recluidos y tenemos por frontera las cuatro paredes de nuestra casa y cuando salimos todavía tenemos que trazar una frontera imaginaria de mas de un metro y medio de distancia con el vecino.

Si algo bueno podemos aprender de esta pandemia es que este sistema neoliberal no nos sirve; que la solidaridad y los derechos humanos en los estados que presumen de democráticos no existen; que estamos en una Unión Europea del sálvese quien pueda, en la que ni siquiera se respeta a los países amigos ni el derecho internacional; que sus gobernantes son ladrones y chantajistas sin escrúpulos, como se puede ver en el latrocinio de Macron, al apropiarse de cuatro millones de mascarillas pagadas por los Estados español e italiano, o cuando Turquía requisa quince ventiladores que iban para Castilla la Mancha. Ahora sabemos que la Monarquía (a la que tenemos que poner fecha de caducidad cuando salgamos de esta), no sirve para nada, y que no podemos permitir que desmantelen los servicios públicos, ya que los privados no son la solución mas que para los empresarios y para aquellos dirigentes sin escrúpulos, que al finalizar su etapa política utilizan esas empresas para enchufarse en sus consejos de administración. Por otra parte, también nos dimos cuenta de la solidaridad y la ayuda de Cuba y China, países que enviaron científicos, médicos, enfermeras, medicinas e insumos a Italia y otros países para salvar vidas, en vez de militares, bombas, carros de combate, muerte y destrucción, como hace el imperialismo y sus lacayos de occidente. En el Estado Español, por la prepotencia de ese «gobierno de progreso» y su servilismo para con los Yanquis, no permitió la ayuda cubana que había solicitado Catalunya y prohibió el medicamento cubano Interferón Alfa-2b, que se utilizó con tan buenos resultados en China, no solo para curar a los enfermos, si no que también para aumentar las defensas del personal sanitario y no se contagie, pero parece que a ellos no les importan ni los unos ni los otros.

Dice Larry Brilliant que «los virus son inevitables, las epidemias no» y Álbert Camus, en su novela "La Peste", afirma que «unos cuantos casos no hacen una epidemia, porque bastaría con tomar precauciones», pero como nuestros gobernantes no las tomaron, se convirtió en pandemia.

Menos mal que vamos a salir de ella, no por ellos, ni porque intenten lavar la sucia imagen de los símbolos tradicionales hispánicos, del ejército y de su «primer soldado», si no a pesar de ellos, porque es el pueblo quien salva al pueblo y contamos con un gran equipo de profesionales en la sanidad pública, desde el personal de limpieza al colegiado. Un verdadero ejército de héroes que no salen tanto en la televisión como los otros, pero que con escasos medios de protección arriesgan diariamente su propia salud por cuidar de la nuestra. Eskerrik asko a todas y a todos ellos.

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