Maitena Monroy
Profesora de autodefensa feminista

Maternidades precarizadas

El próximo domingo se celebra el Día de la Madre. Hoy tengo más presente cómo mi madre, que tuvo siete hijxs, nos decía en las cenas familiares, después de haber preparado cada plato según los gustos de su prole, que si volviese a nacer no estaríamos ninguno. El coste de la no elección de la maternidad fue tremendo para ella. La cuestión es si en el siglo XXI las mujeres tienen mejores opciones para decidir, para que su desarrollo personal, su autonomía, no se quede truncada por una decisión que tiene marca identitaria.

Para hacer política feminista es necesario desvelar cómo se reinventa el patriarcado y, sin duda, la maternidad y la idealización de los cuidados son un campo de fertilidad para la desigualdad. Trump pretende crear una “Medalla Nacional de la Maternidad” para las mujeres estadounidenses que tengan seis o más hijos. En el 2024, Rusia aprobó una ley que prohíbe a las mujeres expresar su decisión de no tener hijos y, asimismo, dar incentivos –miserables– para que las mujeres adolescentes y jóvenes se queden embarazadas. Por un lado, necesitamos ver hacia dónde se orientan las políticas de promoción de la maternidad y, por otro, qué impacto tienen.

Cada vez vemos a más hombres en los parques, en las puertas de las ikastolas, pero ¿qué hay detrás de las cámaras? No sabemos cómo lo consiguen, o bien los hombres tienen una habilidad extraordinaria para ser vistos, o bien las personas tenemos una atención selectiva, un sesgo de percepción que nos hace ver aquello que queremos ver. Como percepción y realidad no siempre van de la mano, debemos remitirnos a los datos estadísticos para identificar si la estructura social está cambiando. Por ejemplo, en el 2020 el Banco de España realizó el estudio “The child penalty in Spain”, es decir, la penalización de la maternidad. Solo en términos salariales, identificaba que los ingresos descienden un 19,5% a los dos años de ser madre y que una década después, son un 28% más bajos, mientras que el de los padres apenas se ve afectado. Según los datos del INE en España en 2022, «un 23% de mujeres empleadas con 1 hijo trabaja a tiempo parcial frente al 3,4% de hombres. La probabilidad de que las mujeres trabajen a tiempo parcial aumenta un 30% un año  después de tener a su primer hijo, sin embargo, la de los hombres disminuye un 8%». Otro estudio de la Fundación Adecco señalaba que el 67% de las encuestadas aseguró que sus oportunidades profesionales habían mermado por ser madre o estar en edad de serlo. Cabe sumar otro de la Organización Mundial del Trabajo que ha demostrado que el Estado español es el quinto país de la Unión Europea con mayor porcentaje de mujeres que no están en el mercado laboral debido a la falta de corresponsabilidad en el hogar y en el ámbito empresarial.

Si los cuidados representan el hacer, no menos importante es pensar qué hay que hacer, y es en esta parte donde la queja de las mujeres es unánime. Y no solo con respecto a la maternidad, sino también a los cuidados vinculados al cambio demográfico y una mayor esperanza de vida ­–que va de la mano de un aumento de la discapacidad–, que siguen recayendo sobre las mujeres. A veces, el deseo de que haya cambios profundos nos hace ver la superficie, sin embargo, la sobrecarga mental de los cuidados ni siquiera tiene indicadores. Como bien señalaba Mackinon, «que algo sea invisible no quiere decir que no exista».

En nuestra querida Euskadi podemos observar en muchos centros de Osakidetza los carteles de “educación maternal” que nos hablan de un pasado con un peso en el presente que situaba a las mujeres como aprendizas y a los hombres fuera de cualquier necesidad de educación o participación en la crianza. Llevamos años con la lactancia a demanda, como si las mujeres fueran una teta andante al servicio de sus criaturas. Sin lugar a dudas, fue un logro el reconocimiento de los permisos de maternidad y paternidad intransferibles, independientemente del uso que de ellos hagan un porcentaje de los hombres que se dedican a preparar pruebas deportivas o a verlas delante del sofá, los marcos legales tienen que generar las condiciones de posibilidad para la corresponsabilidad. No obstante, transcurridos los permisos, son las mujeres las que asumen el cuidado casi exclusivo durante los primeros años de vida. Una pregunta que les suelo hacer a mis pacientes es «y tú, ¿con qué correlacionas lo que te sucede?». Una paciente me contestaba que ella sabía perfectamente lo que le ocurría, y es que estaba agotada porque ella llevaba en su bolso tres listas para atender las necesidades de lo cotidiano, mientras su marido no llevaba bolso.

Esta imagen gráfica puede ilustrar el hartazgo de muchas mujeres, pero no ilumina adecuadamente el problema, que no es privado sino público, que no es de desigualdad de género, porque ambos términos son sinónimos en la dimensión patriarcal. Cuando queremos identificar la desigualdad, son los indicadores que utilizamos los que nos tienen que señalar el camino de la vindicación. Si no sabemos qué queremos transformar todo puede quedarse en un juego de percepción que no trastoque los cimientos de la estructura patriarcal. Es la propia construcción del género, o de los géneros, lo que permite la desigualdad, porque todo relato de la feminidad tiene su  correlato en la masculinidad. Y que sí, que pueden no ser los padres ausentes del siglo pasado, pero en muchos casos son los padres del ocio o del «joder, qué más quieres si ya he hecho lo que me has mandado». Una joven madre en postparto me confesaba, de manera jocosa, que ella y otra madre se habían «dado cuenta de que en realidad no querían ser madres, sino padres». Vamos, lo que queremos muchas, que la libertad, la autonomía, en definitiva, los derechos y una posición privilegiada al tener los mismos reconocidos se reparta. Que no es una cuestión emocional sino estructural lo que lleva a las mujeres a sentirse tremendamente solas en los  procesos de crianza y sobrecargadas con el resto de cuidados. Nunca ha sido lo que los hombres se pierden; es lo que ganan a costa de la vida de las mujeres.

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