Patricia Abad, Olga Risueño e Iñigo Rudi
Portavoces de Batzarre

Monarquía versus república

Hoy por hoy, el descrédito de la institución monárquica, no hace pensar que ha llegado todavía su final. Pero sí refuerza las posiciones republicanas. La institución monárquica está profundamente desprestigiada por mérito propio.

La salida de España de Juan Carlos I, vuelve a poner en primera línea mediática la institución monárquica. La demanda de la justicia suiza acerca de los cien millones de dólares recibidos de Arabia Saudí, y las diversas operaciones que han ido saliendo a la luz, hechas con el dinero procedente de donaciones corruptas hacia paraísos fiscales diversos, han hecho insostenible la situación.

Con tantas «informaciones inquietantes que nos perturban», el actual rey y el gobierno han acordado la huída de Juan Carlos I. Habrá que ver si finalmente se le investiga y juzga, si se le retira el título de rey emérito, y si devuelve el dinero a las y los españoles. Su salida de España, más allá de mostrar que son más que fundadas las sospechas de su corrupción, no puede servir para echar tierra a tanto despropósito.

Desde las altas instancias del Estado era urgente dar una salida a la escandalosa situación, que ya está en manos de la fiscalía, y se ha optado por alejar al emérito fuera de España para amortiguar en lo posible el deterioro que todo esto supone para la ya cuestionada credibilidad de la institución monárquica. Se trata de levantar un cortafuegos lo más sólido posible para salvar la monarquía, que atraviesa los peores momentos desde su reinstauración.

El descrédito de la institución va en aumento entre la población y en especial entre la juventud, mientras las altas instancias en el poder –poderes económicos, gubernamentales, militares, eclesiásticos...– se esfuerzan por sostener los pilares de la institución como garante de la actual forma de gobierno, pese a su evidente deterioro. Cada vez con mayor asiduidad, la calle, las tertulias y las instituciones son escenario de este choque de opiniones.

Esto no quiere decir que la monarquía se tambalee a pesar de su difícil situación. Está tocada, pero no se hunde aún. Hoy por hoy, el descrédito de la institución monárquica, no hace pensar que ha llegado todavía su final. Pero sí refuerza las posiciones republicanas. La institución monárquica está profundamente desprestigiada por mérito propio. Quienes creemos que una monarquía hereditaria no tiene ninguna razón de ser en democracia, quienes creemos que la mejor opción es una república, tenemos la responsabilidad de facilitar el camino. Y esto puede significar que haya que saber prescindir de urgencias, de proclamas clásicas, de continuas alusiones a la II República. Puede significar que hay que ir abriendo debates limpios, frescos, uniendo voces de carácter diverso, sin esencialismos, dejando el protagonismo a sectores sociales que no estén tan vinculados a los partidos políticos y al historicismo. Se trata de favorecer un movimiento social amplio, en el que participen sectores sociales democráticos que vayan más allá de lo que representamos hoy la izquierda, un movimiento plural que construya una España diferente, solidaria, europeísta, con valores profundamente democráticos.

Estas líneas pretenden ser una invitación para que abramos ese tiempo nuevo. Para que aprendamos a abrir ese camino por escribir. Hay que rellenar estas líneas con ideas imaginativas, paciencia y tesón. Y hay que rellenarlas entre personas y colectivos muy diversos. Hay que hacerlo cooperativamente y sabiendo dejar pelos en la gatera. Como Antonio Machado decía, «Ayudadme a comprender lo que os digo, y os lo explicaré mejor».

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