Isidoro Berdié Bueno
Profesor de Ciencias de la Educación, doctor en Historia y Filología Inglesa

Muerte de las personas y de las empresas versus salud y economía

«¡Salud y Economía!», este sería el grito de un intelectual, asambleario y apolítico. Para que la distopía del Gobierno no se efectúe, será necesario que todas las fuerzas sociales se involucren.

En estos momentos nos encontramos como Ulises en "La Odisea" (obra de Homero, siglo VIII a.C.). entre los escollos de Scilax y Caribdis, en nuestro caso entre muerte por coronavirus o muerte por hambre, pues a la catástrofe sanitaria se le añade la económica, que le va a seguir. Una crisis equivalente a la suma de todas las conocidas hasta de ahora, que se marcará en los registros de la historia como la mayor. Para más inri, esta nos coge en paños menores y el pie cambiado, con un gobierno social-comunista con recetas del siglo XIX, que solo sabe levantar el puño, subir impuestos y cantar su "Cara al sol", otrora "La Internacional".

La humanidad se enfrenta a dos de los terribles jinetes del apocalipsis, que traen la muerte por el virus y por el hambre. No son tiempos para la lírica, Sr. Sánchez, sino para la épica y esta guerra la estamos perdiendo, al menos de momento. Urge la unidad de acción y no solo a nivel de taifa, sino a nivel mundial. La gripe mal llamada «española» 1918-20 provocó por neumonía la muerte de 50 millones y sobrepasó las posibilidades sanitarias de todos los países, la prensa española al principio de la pandemia decía que esta iba a durar tres días y que la íbamos a pasar a ritmo de Charleston, y luego no habría hospitales suficientes para los moribundos que llegaban. Poco muy poco ha cambiado este país, hace unos días veíamos las calles de toda España bailando no a ritmo de Charleston el baile tétrico de las danzas de la muerte, y a la socialista Calvo junto con la podemita Montero, guadaña en mano conduciéndolas por el sendero de la muerte. Ambas ahora enfermas de coronavirus, pero ¿a cuantas ya han llevado al sueño eterno? Pero al carecer de la autocrítica que deberían tener, pues es un término marxista, continúan en el Gobierno pues no desentonan, y todos a granel en su distopía. Con ellos, la trompeta de la victoria cada vez se oye como una trompeta lejana.

El otro jinete del apocalipsis es el hambre. Por el hambre eres capaz de quitarle un corrusco a tu madre. Llegan noticias del sur de Italia de saqueos a supermercados por personas desesperadas. Sirva como aviso a navegantes de lo que puede suceder en otros sitios, corregido y aumentado, también en España si seguimos con el asesinato de la pequeña y mediana empresa. Que no se sientan seguros que predican estar en contra de la nobleza y de la aristocracia pero no de su forma de vida y costumbres, que no se sientan seguros ni en el Falcon ni en la mansión de Galapagar, los mismos que antaño les votaron y vitorearon, un día, espoleados por el hambre pueden ir a por ellos y darles muerte sin juicio previo y por linchamiento. «Cuando las barbas de tu vecino veas pelar...», porque no habrá Ejércitos ni Policía en el mundo para asegurar el Orden Público y contener las oleadas de hambrientos que no respetarán leyes de ningún tipo, que podrían ocasionar el colapso entero de la civilización, amen de tremenda mortandad.

Damas y «damos» del Gobierno. Solo las empresas funcionando serán un dique, una auténtica barricada frente al caos y la destrucción general, en el que el dinero no va a servir de nada. La única y última barricada contra el hambre no es el Estado, ni este gobierno social comunista, sino la empresa. Ojo con matarla o con que se muera, una vez muerta ya no resucitará y en España quien en realidad aporta y reparte es la pequeña y mediana empresa, la grande tiene su capital en paraísos fiscales y no colabora.

«¡Salud y Economía!», este sería el grito de un intelectual, asambleario y apolítico. Para que la distopía del Gobierno no se efectúe, será necesario que todas las fuerzas sociales se involucren, y necesitaremos dos armas si queremos vencer, en primer lugar la inteligencia, concretada en un plan universal de todos los países, actualmente en un sálvese quien pueda, con soluciones dispares en cada país, y una disciplina y colaboración total entre gobernantes gobernados. Hasta ahora no se ve que se cumplan estas dos condiciones, pero no tenemos margen ni hay soluciones ante una posible e inminente muerte de empresas, que no podrán resucitar por falta de medios y llevarán a sus trabajadores a la desesperación de no poder mantenerse ellos y sus familias.

Urge, no tenemos mucho tiempo, este se acaba. Aprendamos las lecciones que nos da la pandemia, esta es la comida que tenemos que condimentar. Las formas de organización están obsoletas y desbordadas por los acontecimientos. Estas premoniciones ya fueron anunciadas por Spengler, Toynbee y otros filósofos de la Historia, y que en la Biblia se les llamaba profetas. Nadie ganará la batalla por su cuenta, lo que viene es mundial. Hagamos lo que hace el árbol frente al virus, sigue creciendo y floreciendo, también el clima sigue impertérrito en su entrada a la primavera, indiferente al coronavirus que nos asola y nos diezma cada día, los pájaros siguen cantando la venida del sol al amanecer, y nuestra mente, alma y corazón se alegran por todo ello. Todo pasará, nada permanece (Heráclito).

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