Josu Iraeta
Escritor

Nada es más fácil que censurar a los muertos

La figura de José Luis Alvarez Enparantza, tanto en términos políticos, como lingüísticos, trasciende por su comprometida, amplia y elevada aportación.

Precisamente cuando teníamos ante nosotros una primavera tan elegante como hermosa, y húmeda. Cuando, afortunadamente, y consecuencia de los difíciles pasos que se han dado, tratando de garantizar un pacífico porvenir a todos los territorios de Euskal Herria, estamos disfrutando de una situación estable que ha costado mucho, muchísimo, y que no ha sido «metabolizada» por algunos de sus beneficiarios.

Cuando mantenemos nuestra posición política y democrática, al exigir que el euskara viva en situación de «normalidad» de tal forma que cumpla todas las funciones sociales, tal y como lo hacen el inglés, el francés y el castellano, cada cual, en su respectivo país de origen, demostrando a todos, cómo debe ser vivir en democracia, los descendientes de Sabino Arana volvieron a exhibir su delgada formación democrática. Sí, otra vez.

Desde hace tiempo, los que creen haber nacido para sentarse, «siempre» en la primera fila, están nerviosos. El motivo; que no pueden permanecer quietos y esperar –como hasta ahora– y vivir con la seguridad de que sus posiciones son poco menos que sempiternas.

Cierto que motivos para mostrarse nerviosos tienen muchos. Tienen heridas que no pueden ocultar. El corredor, «su» corredor Lakua – Moncloa, hoy no es el que era, y las consecuencias son evidentes. Mantienen la compostura, porque tienen mucha experiencia, son expertos en «sobrevivir» y lo demuestran cuando se sienten obligados a «ceder» una y otra vez, ya que los dineros previstos no llegan. El compromiso se magnifica y el nuevo «Topo» de Donostia muestra lo que verdaderamente es; un agujero enorme que lastrará el futuro de muchas generaciones.

Hasta hoy su experiencia como «ofidios» de la política, les ha permitido rejuvenecer su aspecto, sin modificar su estructura muscular. Pero hoy los problemas tienen otra magnitud y no les basta, necesitan más, y nada mejor que una mirada concupiscente y maliciosa hacia las peinetas y los abanicos, para sentirse reconfortados. Otro gesto –uno más– hacia los que viven «de» sus muertos para sentir su apoyo desinteresado.

Así, demostrando cuan delgadas son sus convicciones democráticas –otra vez– y cual becerro de oro, ofrecen tu cabeza José Luis. Sí, otra vez.

Ya sé que no es la primera vez, porque, están acostumbrados a desprenderse de todo aquello que les muestra como lo que son, «aparentes». Viven de lo que dicen ser, herederos del primigenio núcleo abertzale, valedor del presente y futuro de los vascos. De hecho, poco que ver con la realidad presente.

Tengo una pregunta para dirigirla a los militantes y simpatizantes del PNV; ¿Imaginan ustedes, qué diría hoy, el viejo Jesús Insausti «Uzturre», ante el errante caminar de la actual dirección de su partido, el PNV?

Es evidente que el malestar, incluso cierta perplejidad ante el comportamiento reiterado del PNV, para con la memoria de mi amigo José Luis, «Txillar» para los amigos, poco tiene que ver con la ética política.

Un amigo mío, filósofo y «bertsolari incipiente» en los últimos cuarenta años, seguro que me diría; es puta envidia Josu, José Luis los empequeñece a todos ellos.

Seguro que José Luis, con su socarronería nerviosa me está diciendo, «doazela pikutara».

No es un tema exclusivo concerniente a Donostia. La figura de José Luis Alvarez Enparantza, tanto en términos políticos, como lingüísticos, trasciende por su comprometida, amplia y elevada aportación.

La gravedad de esta situación debería por sí sola servir de punto de arranque para una reflexión en profundidad en el seno del propio PNV, tal y como lo expresan en privado algunos de sus componentes.

La profunda –y en mi opinión– inevitable reflexión debiera ser extensible también a quienes comparten responsabilidades de gobierno en Lakua. Deben reflexionar y ser conscientes de lo inexplicable de su actitud a ojos de la sociedad civil vasca.

En esta situación tiene mucho que decir la habitualmente silenciosa y sumisa base del PNV. Aunque quizá es pecar de optimista el esperar una reacción en este sentido, porque, no hay que olvidar que, aunque es cierto que, desde la izquierda abertzale, siempre se ha establecido la diferencia entre la pretendida «base» abertzale del PNV y su dirección, lo cierto es que –en términos geométricos–el vértice es una proyección de la base.

Ciñéndome a la memoria de mi amigo «Txillar» quiero manifestar, que –como yo– no era persona que se escondiese, el enfrentamiento dialéctico era su modus operandi. Aunque han pasado muchos, muchos años, recuerdo bien cuando y donde nos conocimos, también por qué.

A lo largo de muchos años tuvimos –no pocos– sino muchos encuentros, desencuentros y también encontronazos. Pero también recuerdo –y muy bien– cómo expresaba sus convicciones, en los largos paseos que dimos en el muelle de Donostia, allá en el dique donde cargaban los barcos de Rezola.

Se reía de mí cuando supo de mi formación técnica. Creo que tenía razón cuando riéndose decía «joder Josu, ingeniero clandestino, producto de la doble militancia».

Sinceramente, quiero manifestar que quizá debiera disculparme con sus familiares –como en su momento lo hice personalmente– pues alguna de mis críticas políticas hacia su persona, no fueron admisibles.

Y es que la democracia no es «sólo» el ejercicio de una suma algebraica de valores necesarios para la convivencia, también es otra cosa.

Como tantas otras veces vuelvo a la cabecera del artículo, una frase de la que no soy autor. Es una reflexión del militar romano Cayo Julio César, quien se empeñó en destrozar la república de Roma. Y lo consiguió.

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