Iñigo Muerza Erroz
Antiguo militante de Podemos

«Noviembrazo» podemita

Podemos se ha constituido como un partido político axifisiantemente vertical, poco democrático, escasamente participativo que excluye constantemente a quien discrepa o simplemente trata de hacer valer lo que se dice defender como proyecto colectivo.

La crisis política en Catalunya está pasando una factura muy grande a Podemos no sólo en cuanto al desplome en su intención de voto sino también por estar mostrando la cara más agresiva y menos democrática de su dirección y del proyecto en su conjunto, creando con ello tensiones y facturas internas de difícil resolución.

La intervención de la dirección estatal podemita sobre su filial catalana: Podem –que tiene tremendas semejanzas con la intervención en 2007 de la Ejecutiva Federal del PSOE en la decisión del PSN de formar gobierno con NaBai y que se conoce popularmente como «agostazo»– ha estado trufada de las peores prácticas del más oscuro de los aparatos políticos conocidos. Se ha acusado falsamente a Albano Dante Fachin de no someter sus decisiones a sus bases, cuando lo cierto es que lo ha hecho siempre ganando todas las consultas; se le ha tachado de independentista y se le ha situado fuera del partido, cuando en realidad siempre se ha posicionado en contra de la independencia de Catalunya y su postura no ha sido sino la de defender una de las banderas del partido morado: el derecho a decidir; y se ha orquestado una falsa rebelión de los círculos catalanes que, como ha demostrado recientemente Podem Calella, no es sino un montaje que no cumple con los requisitos mínimos debidos por no sumar los apoyos suficientes, tener a la mayoría de círculos catalanes en contra y estar basada sospechosamente sobre un grupo de círculos vacíos, sin actividad real alguna o no validados.

Fachin, que en su día fue la apuesta de Pablo Iglesias para dirigir Podem, ha cometido el error de tener voz propia y de creerse demasiado a Podemos. Por ello defendió en su día la no disolución de la filial catalana dentro de Catalunya en Comú, el proyecto político de Ada Colau y Xavier Domènech, si no era bajo una serie de garantías específicas y su postura, contraria a la voluntad de Iglesias y la dirección estatal de Podemos, fue refrendada por las bases mediante consulta.

Pero Podemos no es un proyecto en el cual se pueda tener voz propia. Tampoco uno que se rija por la participación, el empoderamiento o la pluralidad. Como hemos podido ver en los últimos meses, y sufrir quienes lo vivíamos desde dentro, con la fulminante destitución de la presidenta de la comisión de garantías, el órgano jurídico de Podemos, Olga Jiménez por velar por la separación de poderes y la seguridad jurídica dentro del partido o con la purga realizada a Carolina Bescansa tras hacer públicas sus opiniones sobre la pérdida de apoyo del proyecto. Podemos se ha constituido como un partido político axifisiantemente vertical, poco democrático, escasamente participativo que excluye constantemente a quien discrepa o simplemente trata de hacer valer lo que se dice defender como proyecto colectivo. No son las voces críticas las que se sitúan fuera de Podemos, es el propio Podemos quien se ha ido colocando paulatinamente fuera de sí mismo en un espacio irreconocible y ajeno a buena parte de sus integrantes iniciales.

El «agostazo» socialista le costó al PSN la poca reputación que le quedaba entre sus filas y el electorado progresista en Navarra. Habrá que ver qué efecto tiene este «noviembrazo» en Catalunya, el mayor caladero de voto podemita, y en sus bases en general. Para algunas personas, entre las que me encuentro, ha sido la gota que ha colmado el vaso. Este ya no es mi proyecto; no reconozco en él apenas ninguno de los objetivos ni principios que me atrajeron en su día; hace demasiado tiempo que no encuentro ni solidaridad ni camaradería en las miradas de quienes quedan dentro; hace demasiado tiempo también que tampoco me reconozco a mí mismo en mi militancia. Ha llegado la hora de continuar peleando por lo mismo de otra manera y desde otros espacios. Buena suerte a quienes creen que aún le pueden dar la vuelta a todo esto desde dentro. Mejor suerte a quienes creen que eso ya no es posible.

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