Joxemari Olarra Agiriano
Militante de la izquierda abertzale

Obsolescencia jeltzale

Algo no debe ir tan bien en el solar que administra si el PNV se ve obligado a embarrar de manera tramposa el terreno y levantar cortinas de humo para sentirse más seguro.

Hay quienes sostienen que la clave del éxito y la permanencia en política es saber situarse en la virtud del punto medio, en ese terreno providencial en el que es posible obtener réditos sin ensuciarse las manos ofreciendo una imagen pública de habilidosa gestión y debida sensatez. Se habla de permanencia; esto es, navegar en las plácidas aguas del sistema proyectando una comedida dimensión transformadora; incluso rebelde de postal, si el foro y la ocasión lo recomendaran. En pocas palabras, administrar el escenario para la buena marcha del negocio.

En nuestro país, el PNV ha sabido como nadie moverse en ese terreno con maestría. Cuando se sumó a la «transición española» ya preparó su camino con disposición visionaria, aprovechando las circunstancias para patrimonializar los resortes del poder autonómico y asir desde su gestación las riendas de la nueva Ertzaintza y EITB de tal manera que en su posterior desarrollo fueran un apéndice estratégico del partido. Con la perspectiva de casi medio siglo, es imposible negar la eficacia de la maniobra.

Así que mientras unos lo daban todo por Euskal Herria y la libertad y mantenían una lucha permanente contra la usurpación de la soberanía y la disgregación territorial, otros ofrecían cobertura a la ruptura de nuestro territorio, iban ocupando puestos en cascada acompañados de ikurriña, txistu y tamboril y maniobraban para garantizarse el control absoluto de cara al futuro de entes tan fundamentales como la nueva Ertzaintza y EITB.

Persecución, tortura, cárcel, exilio y lucha para unos, a quienes estrecho mi abrazo. Cargos públicos y la vida hecha para otros. Indeseables políticos a la sombra de criminales sin escrúpulos, unos; demócratas y servidores públicos, los otros. Es la hipocresía de los que se creen inmaculados; la perversión de un suelo que lejos de ser ético pretende servir de sustento a un relato falsario y mentiroso. Y, planeando sobre todo ello, el siempre elegante vuelo del PNV.

No obstante, llevamos unos meses observando un curioso nerviosismo en los dirigentes jelkides que se traduce en una particular hostilidad contra la izquierda abertzale.

Y digo lo de curioso nerviosismo porque si debiéramos confiar en la exposición que nos hacen sobre la situación general y su gestión en particular no cabría más conclusión que lo hacen de manera formidable y que los vascos del tercio autonómico vivimos, prácticamente, en el país de las maravillas. Edén jeltzale; pero, ¿a qué viene ahora tanta agresividad contra la izquierda abertzale?

A lo largo del verano desde el PNV no se ha cesado en ataques. Se hubiera hecho algo o no, la responsabilidad siempre ha terminado en algún sector del independentismo, y desde EITB y los medios de Vocento se ha dado crédito y altavoz a cualquier infundio, a cualquier recreación interesada de la realidad. Incluso al hablar de los botellones se ha deslizado la idea de que los jóvenes abertzales de izquierda podrían estar detrás de los enfrentamientos con la Ertzaintza.

El propio anuncio de un acto contra la cadena perpetua –algo que debería estar en las bases de cualquier suelo ético– fue aprovechado para dar aliento y cancha a lo más fascistoide del ruedo hispano e impulsar un acto institucional de rancio tufo a nostalgia del pasado. Y habría que resaltar que no se convirtió en una jornada de incidentes por la responsabilidad, precisamente, de los miles que llenaron plazas y a quienes el relato oficial ha colocado en el lado de los violentos. En cualquier caso, lo ancho del altavoz para «los buenos» y lo estrecho para «los malos».

Así pues, algo no debe ir tan bien en el solar que administra si el PNV se ve obligado a embarrar de manera tramposa el terreno y levantar cortinas de humo para sentirse más seguro. Su gestión no debe de ser tan eficaz e impoluta como la pintan sus voceros si pasan de puntillas sobre la corrupción o las puertas giratorias, el fiasco de La Naval de Sestao, la jugada trilera de Euskaltel, los saldos de empresas vascas a fondos extranjeros...

Algo está ocurriendo en el paraíso si cada dos por tres fuerzan el debate hacia un terreno tan miserable como lo es la manipulación del pasado; si tienen que presentar a bombo y platillo un llamado "Plan Udaberri 2024" que no sólo está dirigido expresamente a erosionar y deslegitimar la izquierda abertzale y su recorrido histórico sino, lo que es aún más vil, a diluir la violencia de Estado, sus crímenes y asesinatos. Ellos pueden utilizar la terminología y recursos que quieran mientras a nosotros nos colocan cepos en las palabras y amenazan con grilletes.

Cada día vemos cómo las locuciones institucionales y las versiones oficiales ocupan formidables espacios informativos al tiempo que la contestación y las movilizaciones quedan en la anécdota. Cuando se recurre así a la propaganda es que se han secado las ideas y no queda otra que intentar camuflar la realidad y jugar con cartas marcadas.

El PNV está nervioso porque se ha quedado sin propuestas de futuro, porque cada vez tiene menos que decir y aportar a la sociedad vasca; porque está obsoleto se abraza a la propaganda con la colaboración de los medios de difusión que controla y los de los sectores económicos a los que sirve y de los que se sirve en una eficaz comunión de ayuda mutua.

Acabamos de asistir a la fiesta del Alderdi Eguna y Andoni Ortuzar ha sido claro: «Ni lifting ni autogobierno por las nubes. Lo justo». Desde luego que un lifting es ya difícil tras estirarse tanto el pellejo para no parecer lo que se es. «Lo justo», dicen acudiendo a la retórica; pero es pura obsolescencia.

Por cierto, quienes tanto piden a los demás revisar su pasado podían haber aprovechado la ocasión para hacer lo propio respecto al diario "Egin" que, de no haber sido criminalizado, cerrado y expoliado, en esa misma jornada habría celebrado su Egin Eguna. Eso sí habría sido lo justo.

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