Iñigo Muerza Erroz
Miembro de Podemos-Ahal Dugu Nafarroa

Podemos: entre lo más bello y lo más feo

Quienes no se escandalizaron cuando las cartas de despido las entregaba la anterior secretaria general se rasgan las vestiduras por unos hechos que parecen muy similares.

Con estas palabras, Santiago Alba Rico describía el pasado mes de abril el punto en el que se encontraba Podemos: «Hemos tocado con los dedos de la mano no sólo un cambio institucional y de modelo democrático, sino de percepción del mundo y de relación entre españoles. Una de las cosas terribles de Podemos, y lo digo con dolor, es ver cómo lo más bello del mundo deja de serlo a costa de convertirse en lo más feo. Aun así Podemos sigue siendo necesario. No sólo era un proyecto político sino un aura, una sensibilidad colectiva. El desencanto entre mucha gente que se vinculó a través de esa dimensión estético-amorosa radicalmente política es un hecho que debería llevar a reflexionar a quienes ahora dirigen el partido» ("El Mundo", 1/04/17).

Hace ahora año y medio en Podemos Navarra se llevó a cabo el primer despido entre su plantilla. La persona a la que entonces se echó a la calle trabajaba de 10 a 12 horas diarias ejecutando con muy buen hacer las tareas que le correspondían y otras que no, como alguna asignada a la ahora cesada responsable de dinamización de círculos y que ésta se negaba a realizar. Cuando Laura Pérez le entregó la carta de despido la persona empleada llevaba varios meses sufriendo una situación que rayaba el acoso laboral en medio de difamaciones y tergiversaciones sobre su figura y su desempeño. Podemos Ahal Dugu asumió la improcedencia del despido, le indemnizó con lo mínimo marcado por la reforma laboral (33 días por año trabajado) y el partido siguió adelante.

A nadie, salvo a este que escribe, le importó un comino todo esto. Nadie movió un solo dedo entonces y una semana después de estos hechos el grupo parlamentario se reunió para tratar un segundo despido en ciernes: el de un asistente del grupo parlamentario. El jaleo interno que provocó mi reacción por el primer despido y la posterior intervención del parlamentario Carlos Couso paralizaron el segundo cese, y el partido siguió adelante.

Ahora quienes no se escandalizaron cuando las cartas de despido las entregaba la anterior secretaria general se rasgan las vestiduras por unos hechos que parecen muy similares, pero en en los que se obvia la creación de puestos ad hoc y la dejación de funciones. Dos de los puestos a los que no da continuidad la nueva dirección se crearon en su momento con dudas sobre su idoneidad y su justificación se debió sobretodo a las necesidades y carencias de la dirección saliente, y más concretamente de su secretaria general. Dos de las tres personas a las que se les rescinde sus contratos no sólo llevaban tiempo sin cumplir debidamente con sus funciones sino que además manifestaban en privado su falta de motivación en el desempeño de sus cargos.

Efectivamente, como dice Alba Rico, Podemos se ha convertido en algo feo. Hace ya demasiado tiempo que en sus asambleas y reuniones no hay más que un puñado de caras que reflejan hastío y amargura más que nada a la vez que buena parte de los debates y trabajos giran entorno a cuestiones internas y al reparto de puestos o cargos rimbombantes sin sustancia real alguna. Podemos ha ido mutando de lo que parecía un movimiento ciudadano a un partido al estilo más clásico, con toda su verticalidad, jerarquía y falta de democracia interna. Una parte de quienes han participado y se han aprovechado de dicha mutación ahora sufren sus consecuencias. Les diría lo mismo que el responsable de finanzas de Podemos Navarra, y miembro de la candidatura Lana 2019, dijo a la primera persona despedida en nuestra organización: «No te lo tomes así, se despide a gente todos los días». Sí se puede.

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