Eva Aranguren Arsuaga
Concejala de EH Bildu en Iruñea

Policía Comunitaria, ¿apuesta de la derecha?

Los grupos municipales estamos de acuerdo en subrayar la importancia de la Policía Comunitaria, las discrepancias afloran cuando se trata de precisar qué papel debe jugar en la práctica. Los hechos dejan claro que la visión coercitiva de la derecha no ha cambiado.

La Policía Comunitaria es una figura novedosa dentro de la Policía Municipal de Iruñea, creada durante el mandato anterior, y que se encuentra en este momento en pleno proceso de desarrollo y expansión a los diferentes barrios de la ciudad. Este modelo policial aúna dos características fundamentales: la proximidad a la ciudadanía y una colaboración directa con los colectivos sociales, económicos y culturales de cada barrio, y la apuesta por insertar a Policía Municipal dentro de la estrategia de acción comunitaria, convirtiendo al/la agente comunitaria en un elemento proactivo en la respuesta institucional y social a las diversas necesidades y problemas que surgen en la ciudad en cada momento. Así, la Policía Comunitaria se concibió para construir ciudad desde la colaboración con la ciudadanía de los barrios, actuando como los ojos y oídos de la institución municipal, y reforzando el valor e implicación del tejido asociativo en una dinámica colectiva constructiva. Precisamente la que el actual equipo de gobierno no está demostrando con su actitud de prohibir las kalejiras. Debe de resultar difícil para un policía comunitario trabajar con la comunidad educativa y, al mismo tiempo, gestionar esa cerrazón absurda del tripartito de derechas a la presencia puntual de escolares en las calles por carnaval.

La pasada semana, a petición de EH Bildu, el inspector responsable y el jefe de Policía Municipal expusieron a los grupos municipales la labor que desarrolla la Policía Comunitaria. Destacaron el enorme éxito de esta figura, que ha llevado a multiplicar de manera geométrica la demanda de su intervención en los barrios donde se puso en marcha en 2017, con el gobierno anterior. Sanduzelai con 1.150 actuaciones de su Policía Comunitaria en 2019, Arrotxapea con 667, Casco Viejo con 460 y Donibane con 365 evidencian el acierto al crear esta figura y de su gestión hasta ahora. Pero estos datos también descubren la necesidad de reforzar su trabajo con medios suficientes. Actualmente, salvo en Arrotxapea, la totalidad de agentes comunitarios se ocupa de dos barrios al mismo tiempo, lo que supone en algunos casos una carga de trabajo excesiva.

La idea de que el tripartito de derechas se muestre favorable a seguir adelante con este modelo policial y a dotar de funciones y a empoderar a una policía cercana, insertada en el tejido social y cuya primera opción no sea la represiva es muy llamativa. Solo hay dos posibilidades: la derecha ha cambiado radicalmente su visión de la Policía Municipal respecto a los tiempos en que gobernaba Yolanda Barcina y su mano derecha Simón Santamaría, o pretenden introducir cambios en las funciones, el papel o el peso específico de la Policía Comunitaria, recuperando la sanción y la coerción como premisa.

Y eso, lo advertimos desde ya, no lo vamos a permitir. A nadie se le escapa que la información que maneja esta unidad policial puede ser utilizada para encauzar problemas desde el barrio, como se pretendía en origen; pero también cabría la posibilidad de que «alguien» quisiera usarla con objetivos solo sancionadores y de control. Mucho nos tememos que las nuevas políticas (viejas, en realidad) del Área de Seguridad Ciudadana puedan ir por esta senda y puedan poner en una difícil situación a los y las agentes comunitarias. Se ha citado ya el caso del impedimento a las kalejiras estos días. Pero hay más. Y es que no debe de ser sencillo hacer labor de concienciación a favor de un cambio en el modelo de movilidad cuando desde el Área se impulsan campañas que solamente parecen buscar la multa económica, en zonas específicas, además, y particularmente a ciclistas.

Es llamativo, asimismo, que al primer foro de barrio del año, celebrado en la Txantrea, no se invitara al policía comunitario del barrio. Se dijo después que su ausencia se debió a un «error informático en la invitación», algo poco creíble en la era internet, sobre todo si hay un interés determinante en la presencia de esta figura novedosa.

Veremos cómo y cuándo se concreta la ampliación del número de agentes de Policía Comunitaria, una necesidad que evidencian los datos, así como el papel que se le atribuye ante la iniciativa vecinal o del tejido asociativo en, por ejemplo, las fiestas de los barrios.

Si bien, aparentemente, todos los grupos municipales estamos de acuerdo en subrayar la importancia de la Policía Comunitaria, las discrepancias afloran cuando se trata de precisar qué papel debe jugar en la práctica. Los hechos dejan claro que la visión coercitiva de la derecha no ha cambiado. Sea en vivienda, en carnaval, en ocio nocturno o en movilidad, se atribuye la función de «poner orden», no tanto de ofrecer soluciones a los problemas de raíz, de manera creativa, dando alternativas constructivas, que sirvan para mejorar la convivencia colectiva y la situación de los colectivos más vulnerables.

Por ello, y desde nuestro compromiso absoluto con una Policía Comunitaria de servicio ciudadano, cercana y colaboradora con el tejido asociativo de los barrios, vamos a permanecer vigilantes y atentas para que ese desarrollo que los barrios demandan se produzca conforme a la naturaleza y los objetivos para los que esta unidad se creó y se concibió en el mandato anterior.

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