Eva Aranguren, Miren Aranoa, Maider Beloki, Ester Korres
Eusko Alkartasuna

Por las «tiorras» del cambio

Si algo asusta a un hombre machista es una mujer segura, independiente, capaz de luchar por sus ideales y dar la cara en un mundo mayoritariamente masculino, como es hoy aún el de la política (entre otros).

Últimamente es habitual que tertulianos y articulistas de la derecha recurran a la descalificación física y al insulto de mujeres que trabajan por el cambio social, tratando de menoscabar su imagen –piensan- y despertar su sentimiento de inferioridad. No se dan cuenta de lo absurdo de su estrategia, pues para lograrlo ellas tendrían que tomárselos muy en serio y respetar su opinión. Nada más lejos de la realidad.

La corta visión de Alfonso Rojo o Antonio Burgos impide que se den cuenta de que sus descalificaciones solo les retratan a ellos, y de que su actitud solo desvela su propio temor y complejo ante un modelo de mujer que no pide permiso ni busca su aprobación para estar y para actuar en política, y en otros ámbitos de la sociedad. En el fondo, son ellos los que se sienten empequeñecidos y amenazados por el ejemplo de mujeres que trabajan por el cambio social en condiciones de igualdad y, en algunos casos, con gran peso político y relevancia pública en la sociedad. Mujeres decididas, que comparten responsabilidades y decisiones en pie de igualdad con sus compañeros hombres, y que actúan sin complejos.

Estos machistas del pleistoceno no se enteran de que criticar la estética de las «tiorras» de EH Bildu y Anna Gabriel (CUP), el físico de Ada Colau o la apariencia de Manuela Carmena es tan inútil como ridículo, pues solo muestran su pequeñez. Ninguna de nosotras ha pedido permiso para trabajar en política. Que supongan que su opinión personal nos afecta es hasta divertido. Inmunes a sus comentarios, vanas tácticas prehistóricas para tratar de acogotar a toda aquella que argumente sólidamente sus posiciones, actúe decididamente o no se arrugue en un plató, tribuna mediática o debate institucional, nos reímos de su descoloque, porque percibimos en él su propia debilidad. Que Rojo, Burgos u otros nos llamen «feas, gordas, y piojosas» demuestra su falta de argumentos. Es su baja talla política, periodística e intelectual la que queda al desnudo con sus descalificaciones e insultos.

Este tipo de «señores» feudales demuestran con su actitud su propio miedo a ser mirados por encima por estas mujeres que están aquí (en la política, en la calle, en la empresa, en la administración, en la sociedad…) decididas a promover un cambio de fondo en esta cultura patriarcal.

Desde el punto de vista político, es irrelevante que Anna Gabriel lleve el flequillo al estilo norteño o las «tiorras» de EH Bildu tengan una estética que no casa con sus gustos. Lo que importa es que están dispuestas a asumir protagonismo, en condiciones de igualdad, en los ámbitos de decisión y de poder. Y eso no lo soporta el machismo recalcitrante de estos enanos morales. Son mujeres que defienden su opinión con fuerza y contundencia, dentro y fuera de sus organizaciones, que dicen las cosas sin tapujos en una institución, y esto asusta a hombres carcas y machistas como ellos. Porque –piensan- si estas hembras sirven de ejemplo, «¿Qué nos queda a nosotros?» A fin de cuentas, más que de su talla intelectual y periodística, muchos de ellos viven de dedicarse al insulto al prójimo, particularmente a las mujeres, y sin la eficacia de este recurso pierden toda su razón de ser profesional.

Es su propia incapacidad la que vicia su criterio. Pero ese no es nuestro problema sino el suyo. Las mujeres de EH Bildu vamos a seguir trabajando por el cambio social, por una sociedad más justa y abierta, y construyendo la Euskal Herria libre que queremos con determinación y sin descanso. Ni la visión nublada de estos tipejos, ni el insulto machista de personajillos de la España más retrógrada van a desviarnos un ápice de nuestra labor y de nuestro compromiso. Todo nuestro desdén para semejantes actitudes. Y nuestra sonrisa. Pues van a tener mujeres con determinación y valentía para rato. Más les vale ir acostumbrándose.

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