José Luis García
Doctor en Sicología, especialista en Sexología, y autor del libro “Sexo, poder, religión y política”

¿Qué es un niño (y niña) pornografico? (II)

El porno, y el porno violento ha venido para quedarse y expandirse sin control. No veo otra alternativa que no sea una adecuada educación profesional y científica para prevenir sus graves consecuencias.

En el anterior artículo abordábamos algunas de las consecuencias que, a modo de hipótesis, planteábamos en la salud y en el futuro afectivo, sexual y relacional de chicos y chicas consumidores frecuentes de pornografía. Recordaran que hablábamos de adicción, alteraciones cerebrales, agresividad sexual, riesgos sexuales y reproductivos. Hoy continuamos ese listado.

1. En un contexto de elevado consumo y conducta adictiva, los chicos tienden a evitar las relaciones con su pareja ya que, a menudo, acostumbran a masturbarse con los vídeos porno y/o acudiendo a la prostitución para satisfacer sus deseos, cada vez más «especiales», con prácticas sexuales que no pueden realizar con sus compañeras, porque les parecen muy fuertes, agresivas o porque, con ella, tienen disfunción eréctil y ya no le excita.

2. Con toda probabilidad de seguir consumiendo estos contenidos, el varón va a necesitar más tiempo viendo porno para excitarse y/o más películas, cada vez más especiales, novedosas, duras o violentas, para conseguir el nivel de excitación sexual que requiere imperiosamente para tener una erección. Dado que ello conlleva un alejamiento de su pareja y de la intimidad sexual, a menudo esta crisis puede acabar en ruptura o separación.

3. Es de esperar que sus actitudes sexuales sean misóginas y permisivas hacia la agresión sexual sobre las mujeres. Incluso comprenderán y tolerarán esas agresiones en otros hombres y, se ha comprobado, va a favorecer el hecho de no intervenir en el supuesto de que observe una agresión en su entorno.

4. Es más probable que consuma alcohol y sustancias estimulantes.

Aunque se verá más adelante, una nota sobre el consumo de alcohol y sustancias en jóvenes, nos parece pertinente a propósito de los cambios que se están produciendo en esta generación de menores y jóvenes y porque ambos consumos están relacionados. Además, sabemos que la precocidad de las relaciones sexuales y sus consecuencias, está asociada a este extremo.

En la última encuesta de la Fundación FAD, con jóvenes de catorce a dieciocho años del municipio de Madrid en el año 20dieciocho se indica que el consumo de estos jóvenes, en los doce meses anteriores, apunta al alcohol (73,4%) como la más extendida, seguida del tabaco (34,5%) y del cannabis (27,9%). El 30,3% de los chicos y chicas declara haber realizado algún tipo de policonsumo; de ellos, un 15,4% consumió dos sustancias, un 12,1% tres y un 2,5% cuatro o más sustancias.

5. Por todo ello, estos chicos, con toda probabilidad, van a sufrir enormemente en su vida, así como las parejas con las que establezcan relaciones Y, de paso, toda su familia. Seguramente, como es de esperar, afectará mucho más a los estratos socioeconómicos más vulnerables.

Pues bien, esta es una propuesta que, a modo de hipótesis de trabajo, nos parece de interés de cara a trabajar educativamente en la formación de familias y profesionales. En este momento, a nuestro entender, la formación de estas dos agencias educativas es una prioridad. Nuestra experiencia en este sentido, revela esta necesidad y la satisfacción y tranquilidad que obtienen al saber afrontar esta realidad, ofreciendo respuestas concretas a las demandas de sus hijos e hijas.

Poner el foco en los chicos no es baladí, porque ellos son los responsables en su inmensa mayoría de las agresiones sexuales a las mujeres y consumen más porno. Los datos disponibles indican que las chicas ven menos vídeos pornográficos y dedican menos tiempo a ello.

Pero lo que no hay que perder de vista, es que una parte importante de chicas de esta generación, tratan de parecerse a los chicos en estas y otras manifestaciones afectivas y sexuales y, aunque sean menos consumidoras asiduas, sufren las consecuencias de que aquellos lo hagan casi a diario. Es decir, en tono desenfadado, son las paganas de que ellos lo hagan o más popularmente, se «comen el marrón»: lesiones anales, sometimiento, presiones diversas, imposición de conductas que no desean, insatisfacción sexual, agresiones... etc.

No obstante, la proporción se va igualando a medida que sube la edad y, cuando hay una relación de pareja, con frecuencia el visionado lo hacen ambos conjuntamente, a modo de tutorial. Es inaceptable que, en la gran mayoría de las películas porno que ven nuestros menores y jóvenes, se erotice la agresión sexual de un hombre hacia una mujer y que la excitación y placer que esa visión conlleva, por la masturbación asociada, refuerce ese aprendizaje.

Ciertos estudios y diferentes testimonios parecen indicar que a ellas no les gustan muchas cosas de las que ven, pero lo hacen porque él quiere, por no perderlo o para evitar que se enfade. Igual ocurre cuando hay que poner en práctica lo que han visto en los films. Lo hacen por él. Por cierto, este hecho también ocurre en determinadas parejas adultas y en chicos que acuden a la prostitución como alternativa.

Padres, madres, docentes y profesionales de la salud, deben contemplar muy seriamente esta hipótesis y formarse en este ámbito, para capacitar a sus hijos e hijas, de manera que puedan afrontar con éxito los riesgos sexuales que conlleva internet y de los que el consumo porno es uno de los más destacados. A sus hijos tambien les va a pasar tarde o temprano. Les guste o no. Quieran o no reconocerlo. Sean de derechas o de izquierdas. El porno, y el porno violento ha venido para quedarse y expandirse sin control. No veo otra alternativa que no sea una adecuada educación profesional y científica para prevenir sus graves consecuencias. No la hay.

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