José Luis Úriz Iglesias
Exparlamentario y exconcejal del PSN-PSOE

Que nunca olvidemos

Aquel enero negro se inició el domingo 23, cuando un grupo de ultraderecha asesina al joven antifascista Arturo Ruiz, en una manifestación pro amnistía en la trasera de la Gran Vía (entonces avenida de José Antonio) de Madrid.

El pasado lunes el ex ministro de los gobiernos del tardofranquismo y el inicio de la democracia, Rodolfo Martín Villa, con grandes dosis de cinismo y falta de respeto a las víctimas, reconoció que «pudo ser responsable político y penal de los actos ocurridos en este país en los años 70» cuando era Ministro Gobernación, posteriormente Interior. En concreto de los sucesos de Enero del 77, o de los sanfermines 78.

Sin quererlo nos hacía recuperar una parte de nuestra memoria histórica colectiva, a veces demasiado olvidada.

Entre las muchas acepciones que nos señala la RAE de «memoria» quisiera resaltar la que la define como «relación de algunos acaecimientos particulares, que se escriben para ilustrar la historia». Mientras que «olvido» es «cesación de la memoria que se tenía».

Por eso resulta tan importante mantener la memoria y evitar así el olvido como pueblo, ya que aquel que la pierde está condenado a repetir su historia, especialmente la negativa.

Utilicémosla a través de esta reflexión, para rememorar un año más los acontecimientos que se desarrollaron en nuestro país hace ahora 45 años, en enero de 1977 y que viví en primera persona.

Aquel enero negro se inició el domingo 23, cuando un grupo de ultraderecha asesina al joven antifascista Arturo Ruiz, en una manifestación pro amnistía en la trasera de la Gran Vía (entonces avenida de José Antonio) de Madrid.

Al día siguiente muere la estudiante de sociología María Luz Nájera por el impacto del bote de humo que recibe en la manifestación en protesta por la muerte de Arturo y posteriormente asesinan a los abogados de Atocha. Impactada por ambos hechos toda la izquierda antifranquista se conmociona.

Había negros nubarrones, y algo se barruntaba pero a pesar de la rabia y la indignación se nos recomendó desde la dirección del PCE tranquilidad y control.

Después el impresionante entierro en el que participé activamente en el «servicio de orden», con la sensación de estar viviendo momentos históricos.

Luego con el tiempo entendí que aquel llamamiento a la calma de mi partido fue clave para conseguir la situación que disfrutamos actualmente.
Porque el PCE fue el artífice principal, junto con Adolfo Suarez, para alcanzar esa deseada democracia, con todas sus imperfecciones, pero democracia.

Estamos en otro tiempo, pero esta mañana de invierno Martín Villa me hace recordar aquellos momentos, aquellos días, aquellas gentes, a mis camaradas caídos, con sensaciones y emociones muy profundas.
Porque hoy más que nunca debemos mantener viva la llama de esa memoria histórica colectiva.

Nuestra democracia estuvo en peligro entonces y a pesar de la satisfacción de tener un gobierno de las izquierdas lo podría estar ahora 45 años después.

Por eso olvidar es tan peligroso y la memoria tan importante.

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