Patxi Zamora
Periodista y kontuzkide

¿Qué vida llevan Yolanda Barcina, Miguel Sanz y Roberto Jiménez?

Escribo estas líneas al llegarme, por dos vías diferentes, el rumor sobre la posibilidad de que Rajoy ofrezca a Barcina un alto puesto en el ministerio de Sanidad. Su nueva pareja (el Sr. Pizarro) es un hombre de gran influencia en el Estado y, cómo no, en el PP.

Pero no me hace falta confirmar la noticia, ya que las puertas giratorias para Barcina son algo público hace meses. Días, sí, días después de afirmar, categóricamente, que ella nunca utilizaría las dichosas puertas, aceptó un cargo en el consejo de administración de una de las filiales de Movistar. Para algo Pizarro tiene tantos y tan buenos coleguitas en los consejos de administración del IBEX.

Y se me ha ocurrido escribir porque los tres líderes nombrados en el titular han pasado al ostracismo con una rapidez un tanto sospechosa. ¿A qué viene tanto interés en olvidar su legado? ¿Vergüenza por parte de sus correligionarios? ¿Miedo a verse salpicados por alguno de sus chanchullos? Porque ya hemos visto en el último debate sobre el estado de la nación navarra que la herencia que dejaron era digna de Rabelais, cuando decía: «Debo mucho, no tengo nada, lo demás se lo dejo a los pobres».

Por su parte, Miguel Sanz no se corta a la hora de pregonar que «trabaja» en numerosos consejos de administración. Hasta el punto de que alguna de mis fuentes de información me dio la pista para seguir el rastro y confirmar que cobra regular y legalmente de, al menos, tres empresas: una dedicada a los residuos tóxicos, otra al transporte internacional y la última a la construcción. Por cierto, que el dueño de ésta última, un conocido y boyante constructor navarro, le deja incluso su lujoso coche deportivo para que el corellano disfrute. ¿Es Sanz un «conseguidor», fruto de sus contactos adquiridos en calidad de servidor público de Navarra o un experto en basura radioactiva, logística automovilística e inversiones en ladrillo? Por lo que he sabido, sus emolumentos distan mucho de ser precarios tras dejar la presidencia (rondaba los 200 mil euros entre la CAN, el gobierno y otras cositas que algún día contaremos) y, quizás sean legales, pero éticamente bastante discutibles. ¿Qué dice UPN al respecto de las actuales andanzas de sus dos últimos líderes, una coqueteando con el PP y el otro convertido en un «lobo de Wall Street a la navarra»?

A su vez, en el PSN se les acumulan los disgustos y tampoco parecen acordarse de Roberto Jiménez, su audaz líder, el que pasó, también en pocos días, del «no es no» al «gobiernen ustedes señores de UPN». Como Sanz, es asiduo a los guateques organizados por el mismo empresario que cotiza al expresidente, en los que, según me cuentan, abochornados, testigos de los saraos, ambos han demostrado su valía…

Tras el «marzazo», buscó cobijo en el Comité Federal del PSOE (para repetir la semana pasada la jugada del «no es sí», esta vez en lugar de a Barcina a Mariano Rajoy) que le encargó del tema de la emigración, a saber con qué expectativas conociendo su magro currículum en esa temática. Gracias a sus viajes como «embajador» del PSOE, además de ofrecer algún que otro triste espectáculo, poniendo en evidencia su ignorancia, él mismo se ha encargado de airear, y los testigos de contármelo, que está haciendo buenos contactos (suponemos que para mejores negocios futuros) en Latinoamérica.

Y también ha empezado a trabajar (fuera de la política) a sus 44 años, que ya era hora, junto al otro líder del PSN, Lizarbe, en un despacho de abogados que va a llevar, por ejemplo, la defensa de UGT en la denuncia realizada por ELA por todo el, presuntamente, fraudulento entramado de los cursos de formación, en el que están implicados la CEN, UGT y CCOO… los tres mosqueteros de las relaciones laborales.

Para culminar este relato, el nuevo líder de la teoría del «quesito», Iñigo Alli, diputado de UPN, afirmó en el Congreso que «PP/PSOE deben entenderse en pos de la prosperidad de la nación española siguiendo el “modelo de éxito” de UPN y PSN en Navarra».

Con este bagaje, es evidente que no podemos corregir los hechos del pasado, pero sí anticipar los del futuro.

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