Víctor Moreno
Profesor y escritor

¿Quienes leen son más inteligentes que quienes no leen?

Naturalmente que sí. No solo lo parecen, sino que lo son. Los lectores dan sopas con sapos a quienes, no sólo no leen ni un prospecto de aspirina, sino a aquellos que, más a más, consideran que leer es una pérdida de tiempo. Un conocimiento que no habrán adquirido por experiencia lectora, supongo. ¿Cómo pueden decir que leer “El Quijote” es una pérdida de tiempo si jamás han pasado de su primera línea?

Decir que la lectura es una pérdida de tiempo sólo lo puede decir alguien que no se lleva bien con la inteligencia. Es la prueba más clara de que dicha persona no solo roza los límites de la ignorancia, sino que, mucho peor aún, parece que, por sus palabras, no tiene remedio.

Quienes no leen no son inteligentes y ni quieren serlo, y deberían estar callados y no presumir, encima, de que son ignorantes perdidos. Ir por la vida pregonando que no hojean ni siquiera un tebeo es imprudencia temeraria que puede ocasionarles graves consecuencias para su salud mental y física.

La lectura revoluciona la mente. Es el aerobic del pensamiento por excelencia. Cada vez que te enfrentas con una página, tu inteligencia se pone a prueba. Un órgano que no se usa se atrofia. ¡Y son tantos los órganos necrosados que tiene el ser humano por falta de uso! Los órganos que se anquilosan por no leer son tan numerosos que necesitaríamos esta página para enumerarlos.

Una buena manera de que la propia inteligencia no se seque es sacudirla mediante riegos dosificados de lectura. Esta humedece los surcos de las cisuras cerebrales haciendo que la sensibilidad esté siempre despierta a cualquier síntoma. Hasta qué grado la lectura agiliza la inteligencia que, últimamente, los médicos, en lugar de recetar pastillas a las personas para prevenir el mal de Alzheimer, les aconsejan que lean aunque solo sean esquelas.

Prestar atención y entender lo que dicen los demás y, sobre todo, interpretarlo bien, es un ejercicio intelectual que ayuda a mantener despierto no solo el cerebro, sino, mucho más importante, el sentido del respeto a las diferencias y a integrarlas en nuestra vida sin ningún sofoco.

El lector es más inteligente que el no lector, porque la lectura ofrece mecanismos de autodefensa ante los conflictos del exterior y del interior. Leyendo se aprende cómo otros afrontan los problemas no solo mentales, sino, también, afectivos que padecen y que son semejantes a los nuestros. La lectura te da muchas pistas de cómo actuarán los seres humanos en circunstancias concretas, aunque, es cierto, convengamos en que tal conocimiento previo en muchos casos no sirve para nada.

El lector es más inteligente que quien no lee, porque, al leer, piensa más. Y solo las personas que piensan se vuelven inteligentes. Quédate con la copla: «Quien lee, piensa». Y pensar es pesar y sopesar lo que decimos y lo que hacemos. Una persona se hace inteligente en la medida en que ziriquea su caldero mental. Y la lectura, si algo hace del lector, es un sujeto pensante, cosa que no sucede con el no lector que rara vez se detiene a decantar lo que hace y lo que dice. Puede suceder que el lector piense cuando ya no merece la pena pensar, pero esto forma parte de la casuística que acompaña al mundo plural de los lectores.

Es alucinante que ante algo tan elemental y tan sencillo como es la lectura, que no cuesta nada y que está al alcance de todos, no la cultiven todas las personas, sabiendo como es sabido que quien lee se vuelve mucho más inteligente y más empático. Para colmo, el estrés desaparece en tu vida y, con un poco de paciencia, hasta el cutis de la piel se vuelve más terso leyendo a Bécquer que con una aplicación de bótox.

Hay que ser muy tonto para no leer sabiendo que, al hacerlo uno se volverá no tan inteligente como Einstein, pero casi como Euclides.

Naturalmente que no. La mayoría de la gente que lee considera que es más inteligente que quienes no lo hacen. Sin embargo, ninguno de estos sujetos sería capaz de distinguir si la forma de actuar de estas personas lo debe a sus lecturas. Las sorpresas que da la vida en esta materia son innumerables, demostrándose que ciertas explicaciones basadas en el conductismo no son nada razonables.

¿Se puede relacionar la inteligencia con la lectura? ¿Se puede afirmar que quienes leen son más inteligentes que quienes no han leído en su vida nada de nada? Sí, claro. Pero las conclusiones obtenidas no son tan consistentes como desean los lectores.

Hay personas que tenemos como inteligentes y no han leído un libro en su vida. Incluso se vanaglorian de ello, ya que consideran que son inteligentes, precisamente por no haber leído jamás.

Observan la existencia de sujetos que llegan a presidentes de gobierno y lo único que han leído en su vida, eso dicen, es la Biblia. Lo más pertinente sería que estas personas, que llegan a cargos tan importantes para el destino de la sociedad, proclamaran sin complejos lo que el ínclito alcalde de Iruña, Jaime jauna, dijo en su día: «He llegado a ser alcalde la ciudad sin haber leído jamás un libro», estableciendo, sin ser consciente de ello, la correlación intrínseca entre no leer y acceder a cargos públicos. Todo un adelantado.

La lectura no cultiva la inteligencia si uno no es inteligente. Si uno es tonto, por mucho que lea no se volverá inteligente. Más todavía. Yo convivo con gente que lee best sellers y obras clásicas y no veo en su comportamiento habitual ninguna diferencia, ni en sus juicios más o menos atinados como en sus maneras de proceder. Y he visto cosas realmente curiosas. Gente que lee libros que dice complejos y difíciles, y luego en las elecciones generales vota a la derecha más ruin. ¿Para eso lee la gente, para votar luego a la derecha reaccionaria? ¿Eso es propio de personas inteligentes?

La gente que no lee dispone de medios ajenos a la lectura para poner a remojo su inteligencia y hacer que esta crezca. Una discusión con los demás que no piensan como tú puede azuzar tu ingenio más que diez libros leídos de Elvira Lindo o de P. Reverte. Observen, además, que la inteligencia de quienes leen está sometida siempre a lo que leen, pero a no lo que piensan por sí mismos. Rara vez piensan en las cosas por sí solos. Se las tienen que servir en bandeja. ¿Es eso propio de personas inteligentes? ¿Estar todo el santo día sobando ideas de los demás? Una persona inteligente es aquella que piensa en las cosas por propia decisión.

La inteligencia no está en los libros. Está en el cerebro humano. Por eso, la pregunta adecuada sería esta: ¿cómo se puede saber que un libro es inteligente si quien lo lee no lo es?

Hay mucha gente que lee muchos libros y no parece que haya superado el umbral diferencial entre estupidez y cretinismo mental. Y social, ni te cuento. No es por nada, pero, quizás, muchos de nosotros nos encontremos entre estas personas o conozcas a algún catedrático de lengua en esa situación.

Quienes sigan pensando que por leer son más inteligentes que quienes no leen, es porque, tal vez, no sepan leer de forma inteligente. Pero esto solo lo pueden saber quienes leen. Y ese no es mi caso.

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