Víctor Moreno
Escritor y profesor

Reciclar corruptos

Advierte Moreno de la falta de interés del sistema no en recuperar a los corruptos, quienes han sido «sus más agudos representantes», lo que revelaría «la catadura demagógica en el que se asienta» ese sistema. Este, añade, «permite una legalidad nada compatible con la ética, haciendo que muchas situaciones corruptas se enquisten dentro de su organismo cada vez más putrefacto».

Es paradójico que el sistema actual haya conseguido transformar miles de toneladas de mierda en productos manufacturados y no haya sido capaz de reciclar a los corruptos. Se podrían alegar muchas causas de esta ineptitud, pero la más probable es que el sistema no haya puesto mucho empeño en el intento; quizás, porque considerase que los corruptos no son materia biodegradable y, por tanto, incapaces de transformarse en otra cosa que no sea mierda sintética y ambulante, por no decir fantasmal. Como diría el clásico ubi sunt?: ¿qué fue de los corruptos que en el mundo han sido? ¿A dónde se fueron con su formidable inteligencia para guindar a troche y moche?

El ser humano es más vengativo de lo que parece. Y cuando este espíritu bíblico impregna los estamentos del sistema, no está lejos de dejarse llevar, no solo por un pensamiento determinista; sino, también, fatalista. Es decir, «si una vez en tu vida has sido corrupto, lo serás per segura segurorum». Quizás, el estigma no lo llevemos incrustado en el ADN, pero sí en los esfínteres o en la vesícula biliar, que para los efectos secundarios sería lo mismo.

Sea como sea, la dejación del sistema en este asunto es muy dañina. Especialmente, si tenemos en cuenta que en los últimos años la producción de corruptos ha crecido en progresión geométrica. Nunca hubo tantos corruptos y tan buenos. Y no parece que vayan a desaparecer. Por lo que habría que actuar con ellos en clave profiláctica. Así, evitaríamos lamentárnosla lamentación permanente de que la bacteria de la espiroqueta esa se haya incrustado en las vigas del sistema.

El PP y el PSOE, además de ser unas demagógicas máquinas de hacer votos, han sido fábricas de corruptos en serie. Es cierto. Mucho mejor la producción del primero que la del segundo. En algo se le tiene que notar que la derecha siempre ha contado con la entusiasta complacencia de ciertos jueces. Pero alegrémonos. El PSOE en esta materia de Rinconetes y Cortadillos ha sido un discípulo aventajado del PP y, como le dejen, pronto igualará esas cuotas nevadas de despendolar al sistema gracias a algunos de sus militantes, más corruptos que socialistas, a no ser que, como ya dijera un cínico Montoro, «ser socialista es la mayor corrupción que hay».

Que el sistema no muestre interés alguno por recuperar a quienes hasta ayer mismo eran sus más agudos representantes revelaría la catadura demagógica en el que se asienta, porque, puestos a suprimirlos de cuajo, el primero en desaparecer tendría que ser el propio sistema, padre putativo de la corrupción existente. Además, permite una legalidad nada compatible con la ética, haciendo que muchas situaciones corruptas se enquisten dentro de su organismo cada vez más putrefacto. Cuando la legalidad choca contra la ética, y se opta por la primera no lo duden: nos encontramos ante unos criminales.

El sistema y la sociedad misma demuestran al alimón su fracaso absoluto en la tarea creativa de transformar mediante elementos persuasivos y coercitivos al hombre malo en hombre bueno. Desde luego, se precisarían unos cuantos pedagogos inteligentes cualificados en psicología cognitiva y constructivista para sacudir la badana de ese conductismo venal en el que están instalados los políticos actuales.

¿Ustedes han visto cómo ha dejado el sistema coercitivo penal al antiguo corrupto Julián Muñoz? El hombre está hecho un zombi. Esto no son maneras. Hubiera sido mucho mejor que le hubiesen sentado en una silla y haberle dado unos calambres en las partes correspondientes. Y se acabó la rabia y esa mirada de lunático paranoide. Un corrupto de su calibre no se merece semejante trato de inhumanidad.

Si analizamos el asunto por su lado práctico, que es el que importa al sistema, vemos que se trata de un despilfarro imperdonable. Considérese que corruptos los hemos de tener siempre, incluso en la propia familia. Por esta razón, se hace necesario dar con una fórmula capaz de reciclar a esta gente, para devolverlos sanos y salvos a la vida pública e institucional. Eso sí, con la garantía paulina del converso, es decir, con la promesa de que ya no volverán a metérnosla doblada y que prestarán su ayuda al sistema para evitar la repetición de casos clónicos como los suyos. ¿Se imaginan la alegría que nos darían Bárcenas, Granados y Rato proclamando al mundo entero que ya no la volverán a hacer y que, para demostrarlo, ingresarán al unísono demócrata en un convento de cartujos? Porque, y esto sí que es terrible; el sistema ni siquiera ha conseguido todavía que estos tipos hayan reconocido culpa alguna y hayan manifestado propósito de la enmienda. Como si en comisaría no dispusieran de instrumental cualificado para hacer cantar “La Traviata” a un mudo y, además, en tagalo.

En serio. Es asombroso que el Estado se aproveche de la disidencia de hackers para infiltrarse en los predios tecnológicos informativos del enemigo –una ilegalidad punzante en toda regla–, y se olvide de la sabiduría pragmática de los corruptos.

Así que digámoslo sin complejos. Un corrupto sabe mejor que nadie cómo funciona el sistema, dónde falla y dónde se le puede meter mano sin que se entere…

Un corrupto converso es como un perro que colocas en la puerta de tu chalé y no se deja engañar ni por chuletón de buey. Un corrupto converso es la mejor alarma del sistema para evitar que este se infecte de gente indeseable. El corrupto converso huele las malas intenciones corruptas al vuelo. Conoce mejor que nadie las artimañas, las poses, el lenguaje de quien va por la vida de guay y no es más que un vulgar chorizo con aspiraciones a convertirse en un Bárcenas de la high corrupción. Todas las instituciones del país deberían contar con un corrupto converso en su plantilla. Si mis fuentes no me fallan, Mongolia es el primer país del mundo en poner en funcionamiento este sistema y, desde entonces, ya no hay corruptos en las instituciones públicas. Tanto es así que ni los funcionarios del Estado gastan siquiera un folio en beneficio propio de las oficinas del sistema.

Ha llegado el momento de ser pragmáticos. Y así cómo Montoro animaba a los defraudadores con Hacienda a arrepentirse y declarar en secreto lo que habían robado por ineptitud del propio sistema y ambición del hijoputa correspondiente, debería hacer un llamamiento a los corruptos, invitándolos a que fuesen buenos y valientes, a que salgan del armario y proclamen abiertamente: «Soy un corrupto. Lo siento. No volveré a hacerla».

Un corrupto arrepentido es más valioso para la recuperación de la economía del país que un ministro de economía y de hacienda juntos; en especial, si estos se llaman Guindos y Montoro. Tanto es así que, en estos momentos, el mejor aspirante para dicho cargo sería el propio Rato, asesorado por Bárcenas y Esperanza Aguirre, capaz de catar la presencia de un corrupto a años luz de distancia.

Search