Jon Fernandez
Ferroviario

Reflexiones de un nadie ferroviario

Las mismas instituciones que a la vez que nos replican y sancionan si con nuestra irresponsabilidad facilitamos la propagación del virus, también permiten que nos juntemos 500 trabajadores codo con codo para producir cualquier producto por innecesario que sea

Estamos viviendo una situación excepcional, no seré yo quien lo ponga en duda. La saturación del sistema sanitario es real, el riesgo al que están siendo expuestos nuestros mayores y quienes cuidamos de ellas y ellos también, y el confinamiento al que estamos siendo sometidos es extraordinario. Este confinamiento provoca que de un día para otro, toda esa gente que vivía a toda velocidad, sin tiempo si quiera para conocer a la persona con quien lleva años conviviendo, se encuentre con que no sabe como invertir todo ese tiempo y le da por reflexionar en redes sociales y demás medios de difusión. Alguno pensará que estoy hablando de mi persona y la verdad es que no va mal encaminada. Aun siendo conscientes de todas sus miserias, pocos se escapan de las redes de este sistema neoliberal en el que pasamos mas tiempo haciendo cualquier cosa a la que nos lleva la inercia del día a día que cuidando de las y los nuestros o incluso cuidando de nosotros mismos.

Después de años sin tiempo para hacerlo, la gente reflexiona y nos invita al resto a hacerlo. Reflexiones en las que no paro de leer que pasamos por tiempos en los que saldrá a relucir lo mejor y peor de cada persona. La gente y las instituciones apelan a la responsabilidad ciudadana; no salgas de casa, aplaude a quien nos cuida, mantén medidas de seguridad, señala a quien no las cumple, si quieres ayudar ponte en contacto con la diputación... Son reflexiones que la mayoría de nosotros compartimos, pero que como es habitual en nuestra sociedad individualista llama a la responsabilidad individual, señala al individuo y hace un llamamiento a a la solidaridad institucionalizada.

Pues bien, mi reflexión y denuncia esta relacionada con todo lo anterior. La diferencia es que trataré de hacerlo alejando el foco desde el que miramos a cada individuo. Esto nos permite verlo todo de una forma más global, nos ayuda a contextualizar y nos lleva a reflexiones más objetivas. Es una condición indispensable a la hora de tratar de analizar cualquier conflicto y una herramienta muy valida y aplicable a nuestro día a día. Leemos que esta situación excepcional está sacando a relucir el lado oscuro de cada persona, no les falta razón, pero no es eso lo que pretendo valorar. Trato de alejar el foco y veo como las circunstancias que nos rodean están dejando al descubierto todas las miserias de este sistema.

Muestra de ello es que las mismas instituciones que a la vez que nos replican y sancionan si con nuestra irresponsabilidad facilitamos la propagación del virus, también permiten que nos juntemos 500 trabajadores codo con codo para producir cualquier producto por innecesario que sea. Parece que la cuestión es que sigamos produciendo y que el sistema se siga reproduciendo. Soy consciente de que hay sectores en los que la paralización de la producción podría agravar el problema provocando el desabastecimiento de bienes o servicios básicos, pero voy a poner un ejemplo de un conflicto de actualidad que muestra hasta donde llega este absurdo; Se sigue obligando a ir a trabajar a las y los empleados de las casas de apuestas, exponiéndoles al riesgo de ser contagiados o que sean portadores del virus. El enemigo siempre va un paso por delante, y visto que las actividades deportivas en las que se basan sus beneficios están paralizadas, las casas de apuestas ponen toda su maquinaria en marcha para adecuarse a la nueva situación y que sus víctimas puedan seguir apostando, aunque sea a juegos online, y sus beneficios puedan seguir multiplicándose.

Muy pocas son las empresas que aun teniendo ganancias multimillonarias deciden parar su producción por voluntad propia, la patronal no quiere dejar de facturar ni un euro a no ser que los gobiernos de turno le garanticen que se harán cargo de esas «perdidas». Son los propios trabajadores quienes están teniendo que plantarse para garantizar su seguridad, véase el ejemplo de Mercedes o Volskwagen, claro esta que la capacidad de movilización del personal en estas grandes empresas esta lejos de la realidad del resto. No trato de señalar, ni muchísimo menos, a los pequeños y medianos comercios y/o autónomos que no pueden permitirse bajar la persiana y por tanto, siguen exponiéndose al contacto con los pocos clientes que les quedan. No eran pocas las dificultades a las que tenían que hacer frente para mantener vivos sus negocios, ahora esas trabas se multiplican y difícilmente podrán hacer frente a los innumerables gastos que implica tener un negocio abierto sin apenas clientes. Otra vez la imagen deja al descubierto en esta situación tan alarmante las carencias del sistema y sus valores; colas interminables en esos Mercadonas, Eroskis, Carrefoures…, lo más rancio de los consumidores pone de relieve ese egoísmo en el que hemos sido educados. La gente se pelea por hacer acopio de alimentos, alimentos perecederos en muchos casos que terminaran inevitablemente en la basura. De mientras las carnicerías, fruterías y pequeños comercios de barrio quedan más vacías que las estanterías saqueadas de más grandes superficies.

Otro aspecto de todas esas reflexiones y tweets hacía referencia al transporte público. El lunes, primer día laborable desde que se decretó el estado de alarma, las imágenes de los metros abarrotados se hacían virales. Como muchas otras informaciones que sin ser contrastadas ni contextualizadas son difundidas a diestro y siniestro, generando gran indignación entre muchos de nosotros. La verdad es que fue corto el periodo en el que los trenes de la red ferroviaria vizcaína fueron a mas de la mitad de su capacidad y entre las imágenes que se viralizaron se colaron fotos que no correspondían al propio lunes. No menos cierto es que las y los usuarios del transporte publico, mayoritariamente de sectores precarizados, luego nos meteremos en eso, fueron sometidos a un riesgo innecesario provocado por la mala gestión de las autoridades, que por un lado redujeron la frecuencia del transporte publico en hora punta y por otro lado, no adoptaron medidas para que las y los trabajadores que producen u ofrecen servicios no esenciales no acudieran a sus puestos de trabajo. Ante la indignación generada por todas esas imágenes la respuesta de las instituciones fue rápida. En pocas horas se publicaba una nota haciendo saber que a partir del día siguiente circularía el 100% de sus servicios, incluso los festivos. El error era enmendado con otro error, que sería pagado por las mismas personas, los empleados del ferrocarril en este caso. El siguiente informativo se abría presumiendo de que los trenes ahora se movían sin pasajeros, obviando que sus trabajadores están siendo expuestos a un riesgo innecesario juntándose mas gente en los cuartos de descanso, de unos 15 metros cuadrados, que en los propios trenes. Por no hablar de las condiciones de las subcontratas dedicadas entre otras cosas la seguridad y limpieza.

Sin dejar el tema de la mala gestión y la visualización de las carencias del sistema en el transporte público, basta con observar el transito en cualquier parada o estación para ver que la demografía de Euskal Herria no esta representada de manera proporcional en términos de genero y raza. La proporción de mujeres y sobre todo, mujeres racializadas, es muy superior a su representatividad en la población, siendo el global de personas migrantes menor al %10 en la Bizkaia. Esta apreciación da qué pensar, ya que a nadie se nos escapa que el transporte público es uno de los grandes focos de contagio.

Por otro lado, el reconocimiento del trabajo de las y los sanitarios es otra característica que falta en ninguna de esas reflexiones a las que hacía referencia al principio del artículo. Tampoco faltará en la mía, pues creo que poner el valor el trabajo de estas personas es primordial, ya que son los primeros que están anteponiendo los intereses colectivos a los suyos propios, poniendo en riesgo sus salud y la de sus familias. Sin embargo, aunque el aplauso de las 20:00 sea un momento emocionante en el que rompamos nuestra nueva y aburrida rutina, y sin obviar que es un gesto que a buen seguro estos trabajadores agradecerán, no deja de ser eso, un simple gesto que poco les aportará mas que un poco de moral. Algo no cuadra cuando las mismas instituciones que privatizaron decenas de hospitales públicos en comunidades como Madrid, o las que recortaron el gasto en Osakidetza, aplauden a esas personas a las que han dejado desprotegidas. Claro que los sanitarios agradecen nuestro aplauso, pero otro gallo cantaría si todos los que aplaudimos cada noche presionaremos para garantizar su seguridad, si los aplausos se convirtieran en gritos de rabia para exigir una sanidad pública de calidad. Y es que esos aplausos, hipócritas en muchos casos, se convierten en insultantes cuando se pretende equiparar el trabajo de estos héroes y heroínas con el de la policía. Las y los sanitarios necesitan equipos de protección individual, necesitan medios para desempeñar su trabajo con unas mínimas condiciones de seguridad y necesitan poner al servicio de todo el que lo necesite esos medios privatizados que ahora solo son para quien se lo pueda permitir.

A esta hipocresía se le suman los esfuerzos por institucionalizar la solidaridad. Antes incluso de que el estado de alarma se decretara, en muchos pueblos y barrios, se crearon grupos nacidos de distintos movimientos populares que tratarían de coordinar a todas esas personas que querían colaborar y ayudar a sus vecinos pertenecientes a colectivos de riesgo. Las autoridades intervinieron rápidamente para reprocharles que esa labor debía ser gestionada desde la diputación, amenazando con sanciones e identificando incluso a quienes colocaban carteles en los portales para informar de que esas redes de apoyo estarían al servicio de quien lo necesitara. El Gobierno Vasco ponía de esta manera, como muchas otras veces, limites a la solidaridad por la que se caracteriza Euskal Herria.

En esta nueva situación excepcional en la que de repente nos sobra el tiempo y cualquiera puede hacer llegar a nuestros smartphones sus reflexiones, parece que nos hemos convertido todas y todos en experimentados epidemiologos, analistas de nombre, expertos sanitarios o grandes gestores económicos... pero no, yo no me identifico con ninguno de los susodichos. Tan solo soy un hijo de esta sociedad educada en valores mas que cuestionables, un trabajador que sigue acudiendo religiosamente a su puesto cada jornada, otro posible portador del covit19, un posible transmisor que convive con una persona del colectivo de riesgo a la que quiere y trata de cuidar, un ignorante que trata de concienciarse mirando las cosas con perspectiva crítica, uno mas de «los nadie», esos nadie a los que hacia referencia Galeano, que trata de llamar a la cordura en esta locura de sistema, donde los intereses económicos pasan por encima de la salud de todos esos individuos a los que replican sin parar en nombre de la responsabilidad ciudadana.

Un nadie

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