Ana Tere Díaz
En nombre de Arabako Pentsionistak Lanean y la plataforma de mujeres pensionistas de Euskal Herria Oneka

Reforma de las pensiones y brecha de género

A las mujeres solo nos queda el camino de la movilización para exigir medidas estructurales que superen la brecha de género en las pensiones y los salarios.

En diciembre se aprobó una reforma de pensiones que nos ha defraudado. Entre otras cosas, porque a las pensionistas nos supone una pérdida del poder adquisitivo de al menos el 3%.

Esa pérdida de poder adquisitivo a las mujeres pensionistas nos acarrea graves consecuencias porque ya partimos de una brecha de género. Cuando decimos «brecha de género», estamos hablando de la diferencia entre el importe medio cobrado por los hombres y por las mujeres en salarios y pensiones, una realidad que hasta tiene su «día europeo»: el 22 de febrero.

En el mercado laboral actual, sigue siendo evidente la brecha en los salarios. Aunque hay más presencia de mujeres que nunca en ese mercado, están más preparadas que nunca y tienen más claro que nunca su necesidad de autonomía económica, en la CAV la diferencia del salario medio entre hombres y mujeres sigue siendo del 23% y desde 2015 solo se ha reducido en 1,7 puntos.

Esa brecha de género es más profunda en las pensiones. Incluyendo todos los tipos de pensiones, en la CAV la pensión media de las mujeres es un 37% más baja que la de los hombres. Y no es porque las mujeres no han trabajado, al contrario, han trabajado… y mucho. Han trabajado, y muchas veces con dobles jornadas de trabajo, en casa y fuera de casa. Pero en el mercado laboral, gran parte de los puestos precarios y con bajos salarios están cubiertos por mujeres; los trabajos feminizados como la limpieza, el de las trabajadoras de hogar o los cuidados a las personas mayores son los que menos se valoran y se remuneran y los contratos temporales se han dado más en mujeres. Pero, además, las mujeres son las que han tenido que interrumpir su trayectoria profesional o pedir excedencias y permisos para dedicarse a los trabajos de cuidado. Todo ello afecta de modo directo al tiempo de cotización y por lo tanto ha reducido la pensión que cobran hoy.

Y también están las que no han cotizado y no tienen derecho a una pensión contributiva, ya sea porque las mujeres son las que más se han visto obligadas a trabajar en la economía informal o sumergida –y en esto podemos volver a mencionar a las trabajadoras del hogar–, ya sea porque se han dedicado en exclusiva a los trabajos y cuidados en el hogar, posibilitando que los hombres se dediquen únicamente al trabajo fuera de casa.

Por eso las mujeres pensionistas tienen más riesgo que los hombres de encontrarse en situaciones de pobreza. En Euskal Herria hay muchas mujeres que apenas pueden llegar a fin de mes y 63.000 viudas están por debajo de 1.080 euros, la pensión mínima digna que reivindicamos. Esta situación la conocen tanto en el Gobierno de Madrid como en los gobiernos de la CAV y de Nafarroa, lo que no les impide seguir aprobando reformas laborales y de pensiones que, vergonzosamente, retrasan el objetivo de la igualdad.

La reforma de pensiones no nos da respuesta a la reivindicación de una pensión mínima de 1.080 euros. Y la reforma laboral tampoco resuelve el problema de la brecha salarial. Por lo tanto, a las mujeres solo nos queda el camino de la movilización para exigir medidas estructurales que superen la brecha de género en las pensiones y los salarios. Por eso es importante que las mujeres participemos tanto en las movilizaciones de todos los lunes por unas pensiones dignas como en la del 8 de marzo. Ante una situación totalmente injusta, no podemos quedarnos de brazos cruzados.

Search